En 2007 (después de que Peña Nieto cumpliera dos años en el gobierno) viajé al Estado de México unos días para trabajar levantando encuestas a empresas, por lo cual me tuve que desplazar en taxis de un lugar a otro, me tocó cubrir toda el área conurbada de la Ciudad de México en el oeste, es decir, estuve en Tultitlán, Atizapán, Tlalnepantla, Naucalpan y Cuautitlán Izcalli. Después de ver la campaña de Enrique Peña Nieto, todas las acusaciones que se vertieron en su contra, me recordaron este viaje, porque por ejemplo, en Cuautitlán me tocó ver pasos a desnivel que estaban a la mitad y habían abandonados a su suerte (Peña no cumple), se notaba ya el contraste con el Distrito Federal que de la mano de Marcelo Ebrard mostraba signos de progreso. También me llamó la atención en Atizapán, toda la propaganda política a favor del gobierno de Peña Nieto cuando ni siquiera era campaña. Un puentecito por aquí, y como 20 lonas y papeletas (de ese tipo de publicidad electoral contaminante del siglo pasado) haciendo alusión al «compromiso con el Estado de México», al ver esto hace ya cinco años, lo primero que dije es, el viejo PRI de aquí no se ha ido, y me marea. Pero toda esta publicidad contrastaba con una mala gestión del Gobierno del Estado de México.
López Obrador a mi parecer gobernó bastante mejor el Distrito Federal que Peña Nieto el Estado de México, aunque el progreso de la capital creo que se le debe más a Marcelo Ebrard. López Obrador tampoco es un hombre que base su peso político en los resultados (no los presumió mucho en campaña). Más bien ha sido un hombre el cual ha logrado que mucha gente finque su esperanza en él. Más que la viabilidad de las propuestas, más que su capacidad, el hecho de escuchar la palabra cambio y renovación dentro de un país estancado suena atractivo, también su carisma y el ver que el si apunta con los problemas que sí parecen obvios a la vista de todos.
Tanto Obrador como Peña Nieto comparten algo en común, el mesianismo, el primero es un mesías político, el redentor de la democracia, el líder de las masas; Peña Nieto sale peor parado porque el es un mesías mediático, lo cual es peor dado que la política ni siquiera es su atractivo; el es un galán de telenovela, en sus mítines se sube a las tarimas como rockero, e incluso se balancea al público, más digno de sí, un rockero, o su par intelectual Justin Bieber. Este mesianismo fue la razón por las que muchos los votaron (haciendo hincapié en Peña Nieto), pero si vemos el historial de los presidentes, vemos que los «mesiánicos» han dado peores resultados que los moderados y bajo perfil. Curiosamente desde López Portillo, hay una alternancia entre presidentes moderados y mesiánicos.
López Portillo fue mesiánico, vean nada más como nos fue, De la Madrid fue moderado, ciertamente no gobernó bien pero lo que se sufrió con él fue consecuencia de la mala administración de López Portilo; Salinas fue mesiánico, se robó las elecciones y nos dejó sumidos en una crisis, Ernesto Zedillo fue moderado, el país con él se recuperó de dicha crisis, y a el le debemos tanto la construcción de una macroeconomía sana como el aumento de la libertad de expresión; Vicente Fox fue mesiánico y populista, si no nos fue mal con él, fue porque los vientos corrieron a nuestro favor, incluida una bonanza petrolera mal aprovechada; Calderón fue moderado, y aunque técnicamente nos fue peor, esto se debió a una crisis externa, incluso las políticas que se podrían considerar más mesiánicas de FCH fueron las que menos éxito tuvieron, como la lucha contra el narco, donde Calderón se erigió vestido de militar como el mesías de la seguridad nacional.
Ahora dicho patrón nos dice que tendremos un presidente mesiánico, y así lo es con Enrique Peña Nieto. A este mesías muchos lo odian, pero algunos lo aman, como aquellas mujeres que viven pegadas en el televisor viendo la programación de Televisa. El mesianismo le dio el triunfo elecciones (ya de por sí dudoso), también debido a lo que nos dice la historia, no podemos esperar mucho de él, posiblemente nos sumerja en una crisis y anuncie una devaluación guiñando el ojo, o bien, pasándose el puño por el mentón tal cual galán de cine o de telenovela, para de esta forma paliar la frustración que causaría una noticia así en la población.