Activistas sociales, que no perdamos el tiempo dicen

Feb 26, 2012

Activistas SocialesMéxico como una sociedad pasiva, paternalista, conservadora, patriarcal y de estructura vertical; como que no está muy acostumbrada a que la sociedad luche por sus derechos o por cambiar las cosas. Todos los poderes de facto nos han tratado de educar de una forma en que el prototipo es aquel individuo que obedece, que se somete, que no reclama, que trabaja duro, pero siguiendo las directrices de la sociedad «masa»; encajaría muy bien en eso que José Ingenieros llama «el hombre mediocre«. Bajo ese talante, el activista social es visto como una minoría, como algo casi detestable en la sociedad, alguien que busca romper con lo establecido. ¿Y que es lo establecido? es un régimen social autoritario patriarca construído por ese partido que duró 70 años en el poder y al cual ese partido de la derecha en la cacareada «transición democrática», se adhirió, y que incluso parte del sector de la izquierda lidereado por un mesiánico promete continuarlo bajo el disfraz del cambio. Además es fortalecido por los medios de comunicación tradicionales y por algunas instituciones religiosas que fungen más como cotos de poder que como una forma de propiciar un orden moral en las personas.

Para un mexicano típico, que sigue las directrices sociales impuestas, el activista es algo así como un anarquista o comunista (si es que sabe que significan esos términos), un rebelde sin causa, desobediente, desobligado. Aunque curiosamente los activistas sociales, ya sea en reuniones (porque para desgracia de esos quesqueconservadores, muchos de ellos conforman organizaciones civiles que manejan estructuras parecidas a las de las empresas privadas para trabajar) o en manifestaciones, casi no se ve ya ese martillo con una hoz amarilla sobre una bandera roja, o sea «A» sobre un círculo. Tratan de etiquetar al activista, aun cuando es muy difícil hacerlo por la heterogeneidad que existe entre ellos, dicen que si no son comunistas, entonces son hipsters (que después la supuesta «gente bien» adopta como moda) chairos, y quien sabe que otros términos.

El principal mito que han creado sobre los activistas es paradójico, porque los tachan de güevones. Al verlos acampar afuera de un centro comercial para manifestarse en contra de la insultante concentración de la riqueza, como una emulación del #occupywallstreet, les dicen que se pongan a trabajar. Curiosamente lo que buscan muchos de estos activistas son precisamente oportunidades de trabajo, desarrollo y bienestar. Yo en lo particular nunca he visto una pancarta que diga «Gobierno, manténgame y deme un puesto de aviador en una paraestatal». También curiosamente esa gente de intelecto mediocre cree que los activistas no trabajan. En realidad, a veces ellos se desgastan más que las personas que se limitan a trabajar 8 horas diarias cinco días a la semana para llegar a su casa a ver televisión. La mayoría de los activistas que he conocido trabajan, algunos en empresas, otros que para poder compaginar su activismo con el sustento económico trabajan como freelancers y aspiran a hacer crecer su negocio.

Tan no son flojos, que muchos de ellos buscan seguir estudiando, leen, se capacitan, buscan maestrías si la economía y las oportunidades se los permiten. Muchos de ellos ni siquiera viven con sus padres, varios rentan departamentos lo que implica que tienen que pagar para costearse la luz, el agua, el techo y para eso tienen que trabajar. Y no, el gobierno no los subvenciona ni los mantiene, menos cuando para el gobierno, los activistas son unos «parásitos indeseables» porque muchas veces se oponen a sus políticas.

Pero pues según aquellos mexicanos que confunden la sumisión con la disciplina, la rigidez mental con el orden, el sometimiento con el obedecimiento, ellos creen que los activistas pierden el tiempo. Pero cuando estos últimos logran un cambio positivo, los primeros lo disfrutan y ni se molestan en agradecer.