El 40% del PIB mundial es concentrado por 40 empresas, no solo eso, varias empresas tienen un PIB mayor al de varios países, lo qué irremebiablemente ha causado una concentración de poder inusitado por parte de las corporaciones en el mundo. En una sociedad no es malo que existan empresas ni competencia, por el contrario, es muy sano, porque estas incrementan la riqueza de un país. Pero está claro que la teoría neoliberal no ha funcionado como lo prometieron. Los teóricos neoliberales nos hablaron de una «competencia perfecta» un aumento de la riqueza, y como el mismo Milton Friedman decía, que el capitalismo ineviablemente iba a traer crecimiento y la igualdad que los socialistas prometían. Pero en la práctica esto no ha sido así.
La poca regulación de los gobiernos ha provocado que la riqueza se concentre en unas pocas empresas, la «competencia perfecta» no ha existido, por el contrario, las grandes corporaciones se han comido a muchas pequeñas y medianas empresas, y no solo eso. Se han hecho tan poderosas que han terminado por influír en el quehacer político en lugar de limitarse a crear riqueza y empleos. De hecho en las crisis, las empresas que sobrevivieron son las que tenían más influencia en el gobierno, por lo cual fueron «rescatadas» por medio de los impuestos de los contribuyentes. Pero no solo sobrevivieron, sino que su riqueza aumentó inexplicablemente.
Sobre esta concentración del poder se han escrito muchas teorías conspirativas como las del Club de Bilderberg, el cual existe pero según algunas personas ahí se toman decisiones a favor de los poderosos y en detrimento de la sociedad. En realidad no lo sabemos. Pero es cierto que esa concentración de poder está minando la democracia, porque más que ser un sistema económico neoliberal, se está convirtiendo en un sistema corporativista, donde las empresas terminan por rebasar a los gobiernos. Y el problema es que la democracia está basada en la influencia que puede tener la población en el gobierno (mediante el voto, derecho a manifestarse y otras formas de ejercerla), pero la capacidad de la población para influir sobre las corporaciones es mínima, lo cual representa un riesgo para la democracia.
Vemos que en la actualidad tanto el sistema neoliberal pregonado por la derecha está en crisis (un claro ejemplo fue la crisis del 2008 y las manifestaciones en países como España, Inglaterra, Chile y Estados Unidos), pero la izquierda también lo está, y eso porque no ha sabido aportar soluciones, sobre todo porque como los gobiernos y los países dependen tanto de las mismas corporaciones, su margen de maniobra es mínimo. Un ejemplo lo podemos ver con el Presidente socialista de España Zapatero, quien ha tenido que dar marcha atrás con sus promesas socialistas en campaña, porque terminan siendo contraproducentes en un sistema dominado por las corporaciones.
La concentración de poder siempre es malo para una sociedad, y más cuando los gobiernos tienen que atender las necesidades de las corporaciones, porque están atados a ellas, lo que ha provocado una lejanía de los políticos con sus ciudadanos. Saben que a fin de cuentas las corporaciones ofrecen empleos entre otros beneficios a los países, por lo que el limitarlos podría provocar una represalia por parte de ellos. Si se les aumenta la carga impositiva o se aplican leyes para beneficiar las ciudadanos, simplemente pueden optar por irse a otro país que les ofrezca más facilidades, esto pasa especialmente con las empresas maquiladoras. Uno de los planes de Zapatero que tuvo que dar marcha atrás fue una ley donde cuando un empleado cumpla 6 meses trabajando para una empresa, esta tiene la obligación de darle planta, esto para limitar el outsourcing que las empresas manejan.
Para que exista la libre competencia, es necesaria la regulación del gobierno para evitar el crecimiento de monopolios y el limitar a dichas empresas para que hagan su respectiva misión dentro de un país, crear riqueza, empleos, y por medio de los efectos de la sana competencia, ofrecer productos de más calidad a un precio más bajo, lo cual beneficia a los ciudadanos. El gobierno debe de evitar la corrupción de las empresas y evitar la infiltración de estas en el aparato gubernamental. Gobierno y empresas deben de trabajar como entidades diferentes e independientes. Las empresas son las que deben de crear la riqueza para un país, pero el gobierno debe de encargarse de «dirigir el barco de dicho país». Las empresas per sé no lo pueden hacer, porque como el mismo Milton Friedman decía, el objetivo único de las empresas es obtener utilidades para sus accionistas.
No podemos decir que todas las corporaciones son buenas o malas, unas muestran un nivel alto de corrupción y una desprecoupación increíble por el medio ambiente y la sociedad, al grado que presionan a sus gobiernos para participar en guerras (como en Irak) para obtener beneficios (véase Haliburton, Exxon, Texaco, etc…). Pero existen otras que tienen una cultura empresarial donde velan por sus empleados, ofreciéndoles seguros médicos mayores y prestaciones superiores a las que ofrece la ley, y donde también si bien el fin de estas es obtener ganancias, el servicio que ofrecen es muy beneficioso para la sociedad, y no solo eso, sino que trae beneficios incluso a la democracia al crear espacios para que la sociedad se exprese, esto lo vemos sobre todo en las nuevas empresas, en especial las relacionadas con el Internet.
La gente se está dando cuenta de este fenómeno corporativista, e independiemente de sus posturas políticas, desean que se acaben los privilegios para las empresas y que el gobierno esté más cerca de los ciudadanos para que atiendan sus necesidades y no las de unas pocas corporaciones que conforman una élite en el poder. El problema no es ideológico, es un asunto de intereses que rebasa cualquier ideología. Los gobiernos deben de volver a recuperar el poder que abandonaron por las presiones empresariales y gobernar para sus ciudadanos, que son a fin de cuentas los que los eligen para mandar a un país.