Eran mediados del 2009, iba a recoger mi coche porque estaba en reparación. Me habían hecho esperar como 20 minutos porque el carro todavía no estaba listo, y yo mientras tanto hechaba una ojeada al lugar. Me fijé en un cuartito donde habían dos mecánicos arreglando piezas y me llamó la atención el atuendo de uno de los dos mecánicos. Esta persona vestía un jersey Adidas original de la selección mexicana y tenía adherido un pin con el logotipo del mundial de Sudáfrica, el sueldo del mecánico tal vez no excedía los 5,000 pesos mensuales, pero no le importaba si tenía que derrochar su dinero para sentir que estaba con la selección, la cual iba a enfrentar a Estados Unidos (un duelo clave en la clasificación que a la postre iba a ganar 2-1), parecía una cuestión de religión, había que estar con la selección como muchos fieles están con Dios en misa los domingos, la vestimenta era el símbolo, y el pin, el paraíso deseado.
Con eso me di cuenta de algo que ya sabía, para muchos el futbol no es un espectáculo, lo es todo, es como si el futbol fuera una relación de noviazgo y el mundial fueran las relaciones sexuales, es como una fuga de la realidad, –tal vez yo no puedo darme grandes placeres porque no tengo los recursos, por eso busco en el futbol aquella sensación de éxito que por mis condiciones no puedo obtener por mi mismo, es una forma de desahogar extenuantes jornadas de trabajo, lo es todo. Y justamente ahora la sociedad mexicana está preocupada como si de un grave asunto político se tratara, para muchos significa la autorrealización personal, mientras para otros es un mero espectáculo, pero donde se dan la oportunidad de sacar ese nacionalismo que tenían oculto el resto del año. Justo cuando ahora México tiene una misión de vida o muerte: Ganarle a Francia.
Uruguay le demostró a México que tuvo una pésima actuación frente a Sudáfrica. Sin emplearse a fondo y siendo inteligentes, los uruguayos obtuvieron un triunfo de 3-0 frente a la escuadra de Sudáfrica que era local y contaba con el apoyo de su afición cuyas vuvuzelas ensordecedoras callaron al ver que no tenían la capacidad para enfrentarse a un rival de mediano nivel como lo era Uruguay. Forlán, Suárez y compañía, hicieron lo que debían de hacer para obtener un triunfo holgado y así llevarse no solo tres puntos, sino una diferencia de goles que puede ser determinante a la hora de saber quienes son los que van a calificar a la siguiente ronda. Esto pone al Tri en un predicamento porque casi le obliga a ganarle a los galos para poder aspirar a la calificación.
Si pierde México con Francia, tendría que golear a Uruguay (lo cual veo imposible), si México empata con Francia, tendría que ganar por cualquier marcador a Uruguay (lo cual por el nivel mostrado, a mi parecer, se antoja más difícil que ganarle a los galos, los cuales a pesar de tener algunas figuras en el campo, no tienen cohesión como grupo, al grado que se tuvieron que valer de una mano para calificar a este certamen), pero si México le gana a Francia, tendría que empatar con Uruguay o hasta se podría dar el lujo de perder mientras los galos no ganen a los Bafana Bafana por una diferencia de goles que supere a la de México. Y es cierto que sea cual sea el resultado de México no lo califica o elimina matemáticamente, pero si lo puede poner al borde de la calificación, o de la eliminación.
Lo que si es una realidad es que este mundial no va a ser como los cuatro mundiales pasados. México podrá decir que por primera vez en su historia, derrotó a una potencia mundial en un certamen mundialista, o podrá ser un sonado fracaso a diferencia de los otros mundiales donde la tarea de pasar a la siguiente ronda se había cumplido. Por eso México se encuentra entre la historia y la hecatombe. México tiene la posibilidad histórica de vencer a un campeon del mundo, y si bien ya lo había hecho ante Italia, fué en un simple partido amistoso. México tiene un partido muy difícil, pero no imposible de ganar, Francia no es ni de lejos el equipo que había campeonado en 1998, ni siquiera el que llegó a la final del 2006, ya no solo no tienen a Zidane, sino que tienen a un cuadro desdibujado, que aspira únicamente a los chispazos de buen futbol que ejecuten sus individualidades como Henry.
Muchos están a la expectativa de lo que haga la selección. El gobierno espera el éxito, porque sabe que una selección ganadora es igual a un pueblo contento que olvidará aunque sea un rato todos los errores y desaciertos que se han cometido y por los cuales podría ser juzgado, la gente lo espera porque para muchos es su único aliciente de alegría en un país que pareciera ser ingrato con ellos, hasta las campañas mediáticas como Iniciativa México lo esperan porque apostaron al desempeño de la selección, porque saben que una de las muestras más grandes de nacionalismo que muestra el mexicano, es a través del futbol.
Entre la historia y la hecatombe. ¿Se podrá pasar del si se puede al ya se pudo, como dice Javier Aguirre?, o por el contrario ¿nos quedaremos no solo con el «no se pudo» si no con el «se pudo menos que antes?. Once jugadores en la cancha, los suplentes y el entrenador tienen la palabra, las esperanzas de muchos mexicanos están puestas en ellos. ¿Será este un gran respiro de gloria en un país donde pasa de todo, pero no pasa nada?, ¿o será otro fracaso más?.
Si México gana, habrá motivos por los cuales uno se pueda sentir orgulloso. Pero si pierde y fracasa, todos tratarán de buscar culpables, y como ocurre en los Juegos Olímpicos (donde si se han dado fracasos recientes), se prometerá que se hará todo para cambiar, pero a la vez no se hará nada, sobre todo en un deporte donde el Status Quo tiene enraizados sus intereses. Esperemos, por el bienestar emocional y psicológico del mexicano común, que México pueda sacar el resultado ante Francia.