No soy un experto en el conflicto de Medio Oriente. Para explicarlo a detalle existen personas más preparadas en el campo que yo.
Pero hay algo que me llama sobremanera la atención y eso es la reacción en redes sociales de muchos usuarios.
No es que esta situación sea completamente novedosa, más bien es que es muy reveladora dadas sus peculiares características: revela las filias, las fobias, los prejuicios y las contradicciones que son, en cierta medida, producto del pensamiento binario que abundan en las redes y que terminan revelando un tufo antisemita, por un lado, e islamofóbico por el otro, lo cual en sí debería ser muy preocupante.
En las redes sociales abundan argumentos simplistas, no necesariamente expresados de forma explícita pero que son más que obvios al punto en que no pareciera haber alternativa entre el antisemitismo y la islamofobia.
Por ejemplo, muchas personas asumen que apoyar a Palestina implica apoyar a Hamás, en tanto que otras asumen que solidarizarse con las víctimas del terrorismo de Hamás implica apoyar a Netanyahu. Eso, sin embargo, es un falso dilema.
Por otro lado, no deja de ser cierto que estén quienes al simpatizar con un bando relativizan las muertes del otro. Es cierto que no pocos pro-palestinos de redes relativizaron el atentado terrorista contra los israelíes inocentes para gritar sus consignas, y también es cierto que no pocos pro-Israel de redes relativizan las muertes palestinas, incluso con aberrantes argumentos del tipo: «en 2007 votaron por el gobierno de Hamás, se lo merecen, disfruten lo votado».
Y ni qué decir del trato de las noticias.
Porque naturalmente los conflictos bélicos están rodeados de propaganda, la cual se mueve cada vez más por medio de las redes sociales dada su creciente influencia. Es natural que Israel como Hamás también estén librando una «guerra online«, pero eso no parece motivar a la gente a ser cautelosa con la información que recibe. Mas bien se toma la información que confirme su postura y rápidamente, sin pensarlo, la propague. El caso del misil que cayó en un hospital es un claro ejemplo.
El clima que se respira y se propaga en redes, por consecuencia, es de odio, incluso por parte de aquellos que «no tienen una vela en el entierro en el conflicto» como personas que no son ni judíos ni árabes y prácticamente no tienen relación o afectación alguna. Algunos obviarán esto y lo dejarán pasar pensando que es «cualquier pleito en redes», pero no es así, ya hemos visto expresiones antisemitas e islamofóbicas en las calles (en Europa y en Estados Unidos sobre todo, pero incluso también en México) y que son producto de todo lo que se comparte y se transmite en las redes sociales. Este clima debería preocuparnos demasiado si no queremos «repetir nuestra historia», pero no lo hacemos.
Preocupante es que la dignidad de las personas, sobre todo de gente inocente que ni siquiera tiene voz y voto en el conflicto, termine siendo para muchos relativizada o sometida a sus pulsiones político-ideológicas.
Esto no significa que la gente deba ser equidistante ante el conflicto y no significa que no pueda tomar posturas. Es válido que la gente, con base en su conocimiento e incluso de sus predisposiciones ideológicas simpatice con Israel o con Palestina.
Yo podría decir que me siento más identificado culturalmente e idiosincráticamente con Israel porque está asociado más a los valores del liberalismo occidental y la democracia, pero eso no me debería privar de reconocer y señalar las cosas que ha hecho mal el estado israelí como los atropellos que ha cometido su gobierno (véanse los asentamientos de Israel en Cisjordania), ni de criticar al demagogo que tienen como Primer Ministro como el que es Benjamín Netanyahu. De igual forma, una persona que simpatiza con Palestina debería reconocer que lo que hizo Hamás fue un atentado terrorista e inhumano que debiera ser condenado y repudiado de forma categórica, además de reconocer que Hamás es muy opresivo con los propios palestinos.
Puedo tomar posturas, pero debo de reconocer que los civiles inocentes, por el hecho de ser humanos, tienen la misma dignidad sin importar bajo qué bandera vivan. No poder reconocer ello es producto, necesariamente, de alguna pulsión antisemita o islamófoba.
Debemos hacer hincapié en que un conflicto bélico no es un partido de futbol: es, valga la redundancia, un conflicto bélico, el cual suele tener matices muy complejos que requieren, además, conocimiento de la situación y donde muchas vidas inocentes están en juego. No importa si el fenómeno a analizar es más evidente como para tomar una postura (que Rusia invada y ataque a Ucrania) u otro más complejo como el conflicto Israelí-Palestino donde incluso hay que aprender a distinguir las partes (Hamas o Netanyahu) del todo (la cultura israelí y palestina).
Pero tal vez esté pidiendo mucho a unas redes sociales donde la discusión civilizada suele ser poca y los ataques al que piensa diferente suele abundar. Las arquitectura de las redes, sobre todo Twitter, parecen motivar a ello: al pensamiento binario, al razonamiento motivado y a la amplificación de los sesgos cognitivos. Nos hace falta mucho para que, como civilización, aprendamos a utilizar estas tecnologías de mejor manera porque su mal uso puede tener consecuencias nocivas en el mundo real.