Leer puede llegar a ser algo frustrante.
Es frustrante porque por más uno lee, más se da cuenta de que es un completo ignorante.
Y así uno entra en un círculo vicioso, trata de paliar esas lagunas de ignorancia leyendo más y más para solo descubrir lagunas más y más grandes.
Imagina que quiero conocer a Aristóteles, lo ignoro, me pongo a leerlo para luego descubrir que también tengo que conocer a Platón, y después a Descartes, a Kant, Hegel, y luego tengo que leer todas las corrientes filosóficas, y luego toda la historia que subyace a esas corrientes, y todo se convierte en un loop interminable. Las lagunas de ignorancia ahora son mares.
Luego uno se compadece cuando un no leído se comporta como si ya lo supiera todo.
Yo digo, pobre tipo, si supiera todo lo que ignora y lo patético que se va a ver en retrospectiva cuando se ponga a leer, le va a dar un patatús.
Porque el ignorante que no lee no se da cuenta de su condición; incluso suele, de una u otra forma, subestimar o relativizar el hecho de que otros saben más por el simple hecho de que no entiende de lo que hablan o hasta le parece aburrido.
A diferencia de él, nosotros, los que sí leemos, sabemos que somos unos completos ignorantes y lo reconocemos. Sabemos que es imposible dejar de ser ignorantes por completo y nos hemos resignado a ello.
El ignorante que no lee es la único en su clase, porque es el único que asume que no es ignorante y que lo sabe todo.
Luego están los snobs, los que se creen intelectuales porque leen mucho, pero en el fondo se saben ignorantes, porque si no creyeran que lo son, entonces ya no tendrían un aliciente para seguir leyendo. Más bien es una pose para disfrazar su falta de autoestima.
Captan ¿no? Uno lee porque sabe que ignora algo y quiere dejar de ignorarlo.
Y entonces uno nunca va a poder quitarse lo pendejo del todo.
Ni aunque le den una estatuilla por su sapiencia.