Muchos empresarios no quieren a López Obrador y eso no es un secreto.
Y no lo quieren no tanto porque sientan que sus intereses se vayan a ver trastocados (que seguramente existen algunos casos de quienes no quieren perder sus privilegios) sino porque su programa económico no genera confianza. Al parecer, cuando López Obrador va y habla ante las organizaciones empresariales o los banqueros, deja una mala impresión. A veces lo despiden con un aplauso forzado (como aquella cortesía que se le da al que no cae bien) o incluso puede llegar a generar pánico, sea este sustentado o no.
Los empresarios, como cualquier sector de la sociedad, tienen derecho a manifestar su preocupación dentro del marco legal (esto es, acatando las reglas del INE al respecto), aunque, a mi parecer, deberían tener derecho a fijar una postura ante las propuestas de los candidatos ya que es importante que los ciudadanos vean lo que los distintos sectores piensan de ellos.
Varias organizaciones civiles y think tanks también ven al candidato con recelo ya que propone un proyecto de gobierno vertical donde sea su voluntad el que haga las transformaciones y donde la ciudadanía organizada (con excepción de aquella acrítica que se haya sumado a su movimiento) no puede estar ahí estorbando. López Obrador lo ha hecho ver de forma tácita en su libro y de forma explícita en sus últimas declaraciones.
Los empresarios, que en los últimos años han tenido una relación muy ríspida con el gobierno de Enrique Peña Nieto por la abrumadora corrupción, han sugerido a Meade y a Margarita que declinen por Ricardo Anaya ya que es el único que puede vencer a López Obrador. Hasta hace poco, parecía que este sector había tenido la esperanza de que AMLO cayera en las encuestas, pero eso no ha sucedido así.
Preocupa que termine existiendo una confrontación directa entre López Obrador y los empresarios ya que una relación dañada en un contexto donde llegue AMLO al poder en el cual se hayan cerrados todos los canales de diálogo (más recordando la testarudez del tabasqueño) podría tener consecuencias nefastas incluso para el país. El problema es que los empresarios, dentro de la desesperación, están cayendo en los mismos errores que los estrategas de campaña de oposición. No están terminando de entender que una alianza PRI-PAN como sugieren puede generar el efecto adverso ya que el voto antisistema es más grande que el voto antilopezobradorista.
Los empresarios y los sectores que guardan profundas diferencias con López Obrador deben tener mucho cuidado, porque un paso en falso podría complicar la situación en un país que poco a poco se ha convertido en una olla de presión y en el que una preocupación genuina podría generar la percepción de que los empresarios pretenden sumarse al sistema corrupto. Sería más preocupante, por ejemplo, que se sugiriera o propusiera alguna ilegalidad con la finalidad de frenar la llegada del tabasqueño a la presidencia. El encono desatado podría meter a un país en un problema muy profundo y solo agravaría la división y el recelo que existe dentro de la población.
Como insiste Silva-Herzog Márquez en su columna, siempre se debe respetar la legalidad y aceptar la derrota ya que esa es una característica de los demócratas. La voluntad del elector, aunque esta sea un paso en falso, debe respetarse.
Los empresarios tienen derecho a estar preocupados, también es muy válido que organizaciones como el IMCO o Mexicanos Contra la Corrupción se sientan así ya que ellos son algunos de los destinatarios de las polémicas declaraciones, pero deben evitar repetir la historia que hemos visto en otras latitudes y terminen fortaleciendo el discurso del tabasqueño. Por el contrario, deben tender puentes de diálogo con el que podría ser el próximo gobierno para tratar de incidir, en la medida de lo posible, en aquellas cosas que les preocupa. Un ambiente de confrontación desde el inicio del gobierno tan sólo reafirmará sus propios miedos e incluso podrá llevar a López Obrador a tomar malas decisiones.
Los malos gobiernos no sólo son producto de sus propios errores, sino del papel que juegan los demás actores.