En la mayoría de mis viajes, tengo que usar mi automóvil ¿por qué? Porque lamentablemente es la única forma en que me puedo transportar de una forma regularmente eficiente. Y digo regularmente porque al final la calidad del traslado no termina por ser buena: mucho tráfico, estrés, etcétera.
Si el transporte público de mi ciudad fuera digno, ya hace tiempo hubiera vendido mi carro. El automóvil entonces es un mal necesario. Lo necesito para ahorrar tiempo -debido a la mala cobertura del transporte público-, tiempo que puedo invertir en mi trabajo y otras actividades.
El problema es que la cultura del automóvil no sólo hace poco digno al transporte público, que queda relegado a un segundo plano en las políticas públicas, sino que hace lo propio con el traslado en automóvil. Más carros, más tráfico, más estrés, ciudades menos vivibles.
Entonces, ahora que todos están indignados con el gasolinazo, yo preferiría proponer que éste sí tenga efecto, que sí aumente la gasolina el 20%, pero que el IEPS -impuesto que hace la diferencia para que la gasolina sea más cara- se destine a las entidades federativas, se utilicen para la mejora de transporte público y que con ese dinero las ciudades puedan llevar a cabo una reestructuración urbana donde se de prioridad a infraestructura peatonal -y no me refiero a los excluyentes pasos peatonales-, ciclovías, mejoramiento del transporte urbano y construcción de líneas de transporte como BRT, Tren Ligero o Metro.
De la misma forma, propongo que se exente de este impuesto a quienes consumen gasolina como parte de actividades productivas tales como traslado de insumos. Esto para aminorar el efecto de la inflación y evitar que el incremento impacte en el costo de los productos, sobre todo aquellos de primera necesidad.
¿Por qué propongo esto? Porque basta de seguir alimentando esa cultura del automóvil que está colapsando nuestras ciudades. Basta de alimentar ese concepto del automóvil como una herramienta que otorga prestigio y status social, que reafirma la clase social a la que pertenece un individuo. ¡Basta! Nos está haciendo mucho daño.
Basta de pensar en nosotros mismos, tenemos que comenzar a pensar en nuestra comunidad -lo que es bueno para nuestra comunidad es bueno para nosotros-. Necesitamos crear ciudades dignas para todos, ciudades que fomenten la convivencia, ciudades más ecológicas, ciudades para las personas y no para los automóviles. Tenemos que romper con un modelo que está por llevar a nuestras ciudades al colapso.
Para eso tendremos que romper paradigmas y conceptos que no sirven: habrá quienes se opongan a las ciclovías porque van a tener menos espacio para estacionar los coches que ya no les caben en la cochera, habrá quienes se molesten porque el carril de calle de su casa ya no estará tan grande. Pero tenemos que romper esas barreras y conceptos mal fundados.
Además, el subsidio a la gasolina no beneficia a los más pobres como afirman ciertos líderes políticos, por el contrario, el subsidio es altamente regresivo y beneficia a los ricos:
Por eso, yo propongo presionar al gobierno para que el IEPS se utilice en la mejora del transporte público digno para todos sin importar clase social o económica, e infraestructura urbana para tener ciudades más habitables, que por consecuencia se convertirán en ciudades más seguras, y no que se utilice para tapar los agujeros fiscales que el propio gobierno ha creado.