La gordofobia y lo que implica perder peso

Mar 2, 2023

¿Por qué juzgar a alguien por su cuerpo? Aquí, exploro cómo la gordofobia se alimenta de prejuicios culturales. Pero, ¿qué pasa con la estética? ¿Deberíamos imponer un ideal de belleza o permitir la libertad de elección?

Hace poco más de cinco años escribí este artículo sobre la gordofobia que puedes leer aquí. Ahora que el tema y el concepto vuelven a estar en boga por alguna razón, y tras seis años de aprendizaje con mi peso, muchas cosas cambiaron en mi forma de pensar sobre ese tema y por tanto decidí escribir al respecto, como si de una revisión de mi postura se tratara.

En el artículo recuerdo haberme puesto como ejemplo de que «sí se podía» porque unos años atrás había bajado 30 kilos. Posteriormente bajé otros 20 y estoy solo a cuatro de no tener clínicamente sobrepeso alguno, pero mi experiencia cambió mi modo de ver este proceso desde una postura mucho más compleja y, me parece, más madura e informada. Entendí que bajar de peso es un proceso muy complejo que, en muchas ocasiones, rebasa la mera fuerza de voluntad y justo al revisar mi experiencia me di cuenta de ello.

Introducción

La discusión sobre lo que se denomina gordofobia tiene muchos matices y ello implica que no estoy de acuerdo en absolutamente todo. Por ejemplo, algunas personas llegan al extremo de sostener que la obesidad no es algún problema o algo malo y que las cargas que tiene este fenómeno son meramente culturales. Ahí yo discrepo porque objetiva y científicamente la obesidad sí puede ser un problema para quien la padece, sobre todo en temas de salud.

Que no sea un fenómeno puramente cultural no implica que la cultura no esté inmiscuida en la construcción de lo que la obesidad es y cómo se le trata. Por ejemplo, solemos tratarla con más agresividad y desprecio que aquellos cuerpos excesivamente esbeltos producto de los paradigmas empujados en la industria de la moda (y que afecta mayoritariamente a mujeres) los cuales, aunque atractivos para algunos, no son necesariamente sanos y pueden acarrear enfermedades.

Por otro lado, también discrepo también con aquellas posturas que buscan abordar el problema desde una perspectiva fuertemente moralizante o puritana y que, en ese afán, muchas veces dejan del lado el conocimiento que se debería compartir para que se puedan eliminar prejuicios frente a la obesidad. Esta postura, además, suele generar reacciones adversas que derivan en más insultos y agravios hacia personas que padecen obesidad. Ello no quiere decir que no se deba hablar sobre los prejuicios que existen en torno a la obesidad ni tampoco que no deba reprobarse aquellas actitudes agresivas e insultantes.

¿Por qué la gente es gorda?

Sin embargo, si algo he aprendido es que la obesidad es un fenómeno multicausal donde muchas más variables que el «échale ganitas» están implicadas y donde en muchos casos la voluntad ni siquiera es la más relevante. Como se trata de un fenómeno multicausal, existen diversas razones por las cuales distintas personas tienen sobrepeso:

  • Existen personas que tienen problemas con la tiroides.
  • Personas que tienen trastornos de la alimentación producto de problemas de la mente tales como depresión, trastornos de ansiedad (fue mi caso). Es decir, el «gordito» que come muchos taquitos posiblemente lo haga porque su afición a la comida es una suerte de compensación frente a otro problema.
  • Gente con predisposiciones genéticas
  • Personas con problemas de salud que inciden en el sobrepeso
  • Personas con mucho estrés
  • Gente con problemas endócrinos
  • Personas cuyo entorno no es muy propicio para desarrollar buenos hábitos alimenticios (ello explica por qué hay mucha más obesidad en Estados Unidos que en Europa).
  • Poca accesibilidad para poder hacer ejercicio.
  • Y un largo etcétera.

Y generalmente varios factores pueden estar incidiendo a la vez.

¿Por qué rechazamos a la gente gorda?

El problema es que, a la hora de construir este concepto de gordura u obesidad, a la definición más médica le agregamos muchos factores culturales que en muchas ocasiones están llenas de prejuicios. Una persona gorda para muchos no solo es una persona con más grasa de lo habitual, sino una persona floja, sedentaria o que no quiere de su persona. Esos argumentos suelen ser poco sostenibles y hace que la persona que padece sobrepeso u obesidad reciba señalamientos, críticas o rechazo que no tienen fundamentos. Tal vez ello explique un poco esta definición de «gordofobia»: a mí no me gusta estar con gente floja, sedentaria o que no tiene amor propio, y como creo que la gente gorda cumple con esas características, la rechazo o me trato de alejar de ellos.

Sabiendo esto, sé que juzgar a una persona por su cuerpo se termina convirtiendo en un sinsentido. Yo no puedo saber por qué una persona está gorda. Es más, es probable que la misma persona no lo sepa.

¿Quién soy yo para juzgar a una persona cuya situación muy probablemente desconozca sobre algo que a mí no me compete? ¿Por qué estoy en mi derecho de juzgar a una persona gorda sin saber por qué está gorda y sin saber qué hay detrás de su gordura? ¿Por qué yo tendría que criticar a una persona por ello? En este sentido, creo que el activismo relacionado con la gordofobia acierta.

Pero hay que hacer una acotación. De aquí no se sigue que la gente deba sentirse forzada a sentir el mismo atractivo por una persona gorda que por una delgada. Si a una persona le parece que las personas esbeltas son más atractivas que las personas con obesidad, está en su derecho a ello al igual que una persona está en su libertad de preferir a una persona con un rostro bello a una persona que no lo tiene.

¿Es posible que, al eliminar prejuicios, cambien las diferencias estéticas? No lo niego. De hecho, en tiempos pasados como el renacimiento y las épocas victorianas, el cuerpo ideal de una mujer tendía a ser menos esbelto. Pero, aunque este cambio de paradigma pueda generar ciertos cambios en las preferencias estéticas, no implica que deban imponerse ya que los individuos deberían ser libres de elegir aquello que les parezca mejor o más atractivo.

Mi experiencia

En prácticamente toda mi vida, yo he tenido sobrepeso u obesidad. El día de hoy posiblemente esté en mi mejor punto a solo cuatro kilogramos de dejar de tener sobrepeso de acuerdo con el IMC. Seguramente podría dar un speech moralizante sobre «cómo le eché ganitas y tú también puedes bajar de peso» pero al recordar todo este proceso fue que me di cuenta cómo existieron un sinnúmero de factores más allá de la voluntad que hice que pudiera perder peso.

Varias veces fui con nutriólog@s, en algún punto me estanqué y casi todas las veces recuperé mi peso. Si bien, de alguna forma aprendí a comer mejor, no era capaz de tener una figura medianamente esbelta y terminaba regresando donde mismo. Lo que hice que realmente perdiera peso no fue una mayor fuerza de voluntad a la que ejercía cuando iba a consulta, sino factores que nunca tenía en mente.

Hace unos 10 años bajé 30 kilos que de alguna forma ya no volví a recuperar. ¿Ejercí una mayor fuerza de voluntad? No. Ejercía la misma voluntad de siempre, pero resulta que en mi casa había «aprendido» a tomar Coca Cola Light como agua y decidí dejarla porque no quería tener problemas renales cuando grande. Nadie me dijo que hacer eso me iba a ayudar a bajar de peso, no lo hice por esa razón, pero resulta que a partir de ahí pude mejorar mi alimentación de tal forma que empecé a perder peso. Luego comencé a hacer ejercicio y logré bajar significativamente hasta tener el peso con el que viví hasta hace dos años.

Posteriormente me estanqué, aunque ya no reboté, eso ya era un logro, pero todavía tenía algo más de 20 kilogramos de sobrepeso (que en términos de salud es mejor que tener 50, que era lo que tenía antes). En esos años subía y bajaba poco pero en realidad mi peso siempre oscilaba entre los 100 y 106 kilogramos y pues no sabía cómo romper esa barrera. Es cierto que, al tener menos sobrepeso que antes me preocupó menos pero mi escenario ideal era perder todo el sobrepeso.

Y la vida me enseñó qué era lo que no me permitía bajar más: la maldita ansiedad. Tengo un trastorno de ansiedad que me aquejó por muchos años y allá por el 2017 comencé a controlarla con medicación, cosa que he mantenido hasta la fecha. En 2020, producto del estrés que me estaba provocando la maestría (y la pandemia) comencé a hacer más ejercicio y comencé a bajar de peso sin siquiera hacer dieta más allá de comer bien y balanceado. Eso habría sido imposible hace algunos años ya que lo había intentado y porque nunca en todos estos años había sido completamente sedentario (solía salir a trotar o hacer bicicleta). Como todo fue mucho más fácil se convirtió en un círculo virtuoso. Comencé a hacer ejercicios de fuerza porque si adelgazaba no quería verme como un palo, compré unas mancuernas y unas ligas. Cuando me fui a vivir a CDMX me inscribí en un gimnasio y continué yendo regresando a Guadalajara, cosa que hago hasta ahora.

Así que, si bien considero que soy una persona que tiene fuerza de voluntad, no fue esta la que hizo la diferencia entre bajar y no bajar porque se mantuvo constante, fueron cosas como dejar de consumir Coca Cola Light y lograr controlar la ansiedad (que, después de varios años, varios especialistas y distintos medicamentos, logré hacer).

Conclusión

Cuando pienso esto comprendo por qué mucha gente no logra bajar de peso significativamente y se puede sentir frustrada o desesperada o hay gente que mejor prefiere aceptarse así como es y piden que no la juzguen por como es. Comprendiendo esto sé que no puedo juzgar a la gente por su peso. Hay gente que demuestra mucha fuerza de voluntad en otros ámbitos (por ejemplo, en el profesional) y simplemente no puede bajar de peso.

Sin ser para nada un experto en el tema, tengo la sensación de que la disciplina de la nutrición debería comenzar a tomar posturas más multidisciplinarias y holísticas de tal forma que puedan controlar más variables para ayudar a la gente a bajar de peso y que no lo vuelva a recuperar. Mi pregunta es si existen incentivos para ello, ya que el hecho de que mucha gente pierda y gane peso genera mayor demanda de trabajo a las personas que trabajan en el ámbito de la nutrición.

Claro que la obesidad debe combatirse, así como tratamos de combatir todos aquellos padecimientos que afectan la calidad de vida de las personas, pero de ahí no se sigue que nos sintamos con derecho a señalar y estigmatizar a personas que tienen obesidad, sobre todo cuando lo hacemos por medio de prejuicios que no se sostienen.