Para que una causa sea buena es condición necesaria que sea noble, mas no suficiente.
No estoy de acuerdo con la postura de Gabriel Quadri. Sin embargo, de igual forma tampoco puedo estar a favor de la actitud del conductor de CNN al correrlo, ya no solo por mis principios liberales, sino porque en ese ámbito de la búsqueda de la inclusión ese tipo de actitudes terminan siendo muy contraproducentes.
En ese programa todo salió mal. El propio Gabriel Quadri llegó predispuesto al programa y no mostró la más mínima empatía por la diputada transexual a raíz del sufrimiento y el abuso del que ha sido sujeta por su identidad de género (quien tampoco es que haya mostrado una muy buena actitud). El conductor, quien debería haber sido una suerte de moderador, terminó corriendo a Gabriel Quadri del programa.
Nada salió bien, nadie se detuvo a hacer un alto y pensar. Las tres personas, en un desplante mecanicista, se pusieron en automático y todo inevitablemente colapsó.
Prejuicios al Quadrado
Pensemos. ¿Qué habrá pensado Gabriel Quadri después de que el conductor lo corriera (o como decimos ahora, que lo cancelara)? Si de algo estamos seguros es que ello no lo llevó a una reflexión alguna. Por el contrario, seguramente se sintió alienado y reforzó la postura que ya tenía.
La gente tiene prejuicios por distintas razones. Evidentemente existe gente que siente odio y repudio por los transexuales: ellos son los que están más predispuestos a agredirlos o a excluirlos porque lo hacen de manera completamente voluntaria y consciente, pero no toda la gente que alberga prejuicios (todos los tenemos de una u otra forma, o solo miren al mismo conductor al hacer alusiones a Tepito) tiene esas intenciones. Hay gente que los tiene porque no tiene la información o el conocimiento necesario sobre algún fenómeno, o bien, creció y se familiarizó con una realidad para la cual ese fenómeno le era ajeno y desconocido, por lo cual lo que le es poco familiar le asusta y le genera incertidumbre. Algunas personas dejan que esa incertidumbre se convierta en odio hacia aquellas personas que albergan lo «diferente» o lo que rompe la normalidad, pero muchas otras personas, a pesar de la incertidumbre, comprenden que el hecho de que sea algo poco familiar no le despoja de dignidad: «no comprendo la transexualidad y ello me hace sentir incómodo y tal vez hasta amenazado porque siento que confronta mi idea de lo que la realidad o el orden social debería ser, pero comprendo que, dado que son humanos, son personas dignas por el mero hecho de ser personas y merecen ser respetadas».
De ahí se sigue que varias de las personas que albergan prejuicios podrían ser persuadidas para que, en mayor o menor medida, los abandonen, y ello ocurrirá cuando tengan información tal que les haga ver que las ideas que tienen de tales o cuales personas eran erróneas. Claro, ello no es una tarea fácil porque implica que la persona se confronte consigo misma, pero podemos estar seguros de que la censura tendrá menos beneficios y será muy contraproducente.
El problema es que parece asumirse que quien tiene un prejuicio lo hace necesariamente por razones de odio, como si aquella persona tuviera la intención deliberada de querer «atentar contra aquellas minorías» de las cuales alberga prejuicios. De ahí se asume (erróneamente) que cualquier persona que tenga un prejuicio debería ser cancelado, y ello me parece un error.
Pareciera asumirse que cancelando discursos estos van a desaparecer, porque entonces la gente va a temer expresar sus opiniones por miedo a ser relegado o señalado, fenómeno que se le conoce «la espiral del silencio» acuñado por Elisabeth Noelle-Neumann. El problema es que, dado que dicha gente sigue albergando sus propios prejuicios (nada más no los dice por miedo a sufrir represalias), bastará con que alguien les dé un espacio para que puedan expresarse: movimientos ultraconservadores o de ultraderecha que no solo critican los «cómos» en lo relativo a la inclusión, sino que en muchos casos se opondrán a la inclusión misma.
Por el contrario, hacer la distinción hará que algunas personas ya no propaguen prejuicios simplemente porque ya no creen en ellos. Las personas que realmente odian a los que perciben como diferentes ya no tendrán en los individuos que se sienten alienados a unos aliados potenciales a través de los cuales fortalecer sus movimientos.
El infierno que está pavimentado de buenas intenciones
Otro problema con la censura es el siguiente: las causas nobles no necesariamente derivan en buenos resultados (muchos ejemplos de esto existen a lo largo de la historia). Es importante la forma en que está instrumentalizada la causa y para ello es importante que la causa misma reciba retroalimentación y pueda ser objeto de crítica: si ello no ocurre, se volverá más dogmática, rígida y, por tanto, más ineficiente.
Criticar las formas no implica oponerse al fondo. Yo bien puedo oponerme a que haya animales al circo pero, a la vez, sé que simplemente aplicar la prohibición sin que haya una política pública bien diseñada podría traer resultados lamentables como, por cierto, ocurrió en la Ciudad de México.
A veces es difícil distinguir entre aquella persona que alberga prejuicios y aquella persona que simplemente muestra escepticismo hacia las formas: se tiende mucho a asumir que aquella persona que guarda escepticismo es prejuiciosa, lo cual muchas veces no es el caso. Que el ejercicio sea complicado no significa que ese esfuerzo deba abandonarse. Por ejemplo, preguntarse si es buena idea que los transexuales participen en competiciones deportivas de personas del sexo con el que se identifican no es per sé discriminatorio: reflexionar sobre el hecho de que los transexuales tengan franca ventaja física pueda crear un orden de cosas injusto puede ser algo razonable (lo cual, por cierto, fue lo único sobre lo que el conductor pareció reflexionar).
Si se comprende esto, si se asume que la realidad es muy compleja y que los fenómenos sociales no son tan simples como creemos, entonces podrá abordarse el problema con mucha más inteligencia y asertividad. Muchos podemos considerar la inclusión como algo imperativo, pero ello no significa necesariamente que la ruta propuesta para alcanzarla siempre sea la idónea: ahí es donde la retroalimentación puede llevarnos a construir mejores esquemas y hojas de ruta para que las minorías sean incluidas en la sociedad, para que estén en el centro y no en la periferia.
Detenerse a pensar no implica tomar una postura tibia o pusilánime, sino más bien una inteligente, madura y pragmática. Se deberá ser duro y determinante con aquellas personas con las que se tenga que ser duro y determinante, pero también se deberá ser empático y persuasivo con aquellas personas con las que se tenga que ser empático y persuasivo.
Paréntesis: ni todo es cultura de la cancelación ni cancelar no siempre es malo
Quiero concluir haciendo una acotación. Que reproche el acto de censura y cancelación no implica que en todas las circunstancias ello sea malo. Por ejemplo, es acertado cancelar a aquella persona cuyos dichos tienen la intención de agredir a otra persona o a poner en riesgo su integridad (por ej, que Quadri diga que hay que rechazar o excluir a los trans porque son obra del demonio). Reprochar que se contrate a una persona con antecedentes de abuso sexual o comportamientos denigrantes es acertado ya que dicha persona puede ser una amenaza potencial en muchas formas (claro, a menos que dicha persona haya mostrado un sincero arrepentimiento).
Tampoco todo lo que se dice que es cultura de la cancelación lo es ni es algo nuevo, pareciera que para algunos sectores cualquier crítica que no les agrada implica una «cultura de la cancelación», para explicar esto les comparto este texto que escribí hace un año.