Me enteré de este filme por Twitter. Vi que varias personas estaban comentando que se trataba de una gran obra, que esta sátira desnudaba de cuerpo entero a la sociedad estadounidense. Naturalmente abrí el Netflix y me dispuse a verla, y aunque no puedo decir que es un bodrio o que no vale la pena (tiene sus momentos buenos, las actuaciones en general me parecieron buenas y me parece que el final logra rescatar algo de la película), esta obra pierde muchos méritos, a mi juicio, por la forma en que hace crítica social.
Cuando veo un filme, incluso si es una sátira (el género en el que el filme de Adam McKay busca criticar a la sociedad norteamericana), yo suelo esperar algo más que la confirmación de mis posturas ideológicas. En algún sentido podría decir que estoy de acuerdo con lo que denuncia: el negacionismo hacia la ciencia, la corrupción política, la frivolidad de los medios de comunicación y el show business o la preponderancia a creer en teorías de la conspiración.
El problema del filme tampoco es que esta crítica pueda tener cierto sesgo progresista. Que las críticas se hagan desde cierto paradigma o doctrina ideológica no solo no es malo, sino que es hasta cierto punto inevitable. John Oliver y Stephen Colbert pueden tener cierto «sesgo» liberal (en el sentido norteamericano) y son comediantes que me gustan mucho ver, pero dentro de su comedia hay algo de sustancia, no se queda solo en el «lo que dice Colbert confirma mis posturas», hay algo de profundidad y explicación de los fenómenos ahí. Que sea comedia no significa que no pueda haber algo de profundidad.
Y eso es lo que no tiene No Mires Arriba, la forma de abordar la crítica a la sociedad estadounidense me parece frívola y superficial, no me dice nada que no sepa ni trata siquiera de explicar lo que critica. Si yo concuerdo con la postura ideológica desde la cual se hace la crítica, entonces el mensaje es, como un amigo me decía: «Yo, que veo el filme, soy bien inteligente y todos los demás (exhibidos en el filme) son unos pendejos».
Pero eso es conformarse con poquito intelectualmente, y por eso me llama la atención la reacción en las redes sociales y la forma en que se ha encumbrado a esta película. Si yo creo que los republicanos conspiranoicos son unos idiotas, el filme me lo confirma, pero no me explica nada de ello, solo reafirma mi postura caricaturizando al otro viéndolo como más despreciable.
Otro ejemplo es la forma en que se retratan a las Big Tech. Es claro que hay un profundo y necesario debate sobre el efecto que las empresas en línea y, sobre todo, las redes sociales tienen sobre la sociedad, sobre los riesgos de la inteligencia artificial que utilizan y sobre si estas empresas deberían ser reguladas dadas sus características muy particulares, pero casi nada de este debate (tan importante) se refleja en esta película que se limita a retratar con un tono anticapitalista al empresario malvado que quiere controlar al gobierno y a la sociedad con sus poderosos algoritmos. No es que no existan empresarios inmorales en este medio, es que reducirlo a ello ignora por completo los debates que son necesarios para que estos cambios tecnológicos generen menos efectos negativos (o más efectos positivos) en la sociedad.
Sería iluso esperar que una sátira sea un análisis académico, al final es una comedia, pero tampoco deberíamos conformarnos con una trivialización exagerada y una excesiva simplificación de distintos fenómenos sociales que terminan siendo drásticamente simplificados hasta para una sátira. Algo me vino a la cabeza de Anne Applebaum quien, criticando el resurgimiento de la ultraderecha (pone como ejemplos a Polonia, la Hungría de Orbán o la España de Vox entre otras) señala esta aversión por ciertas personas hacia la complejidad lo cual los hace muy receptivos hacia el discurso de la derecha autoritaria. Este filme hace eso, ofrecer un discurso demasiado simple sobre algo que es más bien complejo, uno que hace énfasis en nuestras preocupaciones y las empaqueta en narrativas muy simples que sustituyan a la complejidad. Una sátira no te va a complejizar un fenómeno por sí misma, pero sí te puede invitar a ello, y este filme no lo hace.
Si bien se entiende que es una sátira y que, por tanto, en este género se exageran los fenómenos de los cuales se hace burla, por momentos sí llega a transmitir una percepción demasiado exagerada de la realidad. Pareciera crear la sensación de que los medios de comunicación están completamente trivializados y han dejado de cumplir con su propósito de informar, lo cual tampoco es así (más allá de la cultura de consumo estadounidense y la progresiva polarización en medios) y pareciera crear la percepción de que la sociedad norteamericana es simplemente una basura, con lo que tampoco estoy de acuerdo (más allá de sus evidentes imperfecciones y más allá de que la sociedad norteamericana no me parezca la más ejemplar).
Dicho lo anterior, por momentos el filme parece ser una autoparodia, por momento llega a entrar en esta trivialización y en este afán de empaquetar todo en una «cajita feliz» que el mismo filme busca denunciar. Eso, en lo particular, me pareció muy incómodo.
¿Por qué este filme causó tanto hype? Posiblemente porque satiriza aquello de lo que se habla comúnmente, de aquello que preocupa (y tal vez con mucha razón) a la gente, sobre todo desde las perspectivas liberales o progresistas, porque empata con lo que ya veníamos pensando, pero solo lo dice y se burla de él, como si fuera una suerte de fan service (recurso tan clásico del cine de estos años que apelan a la nostalgia): que los consumidores se sientan identificados. Ciertamente tampoco es un pésimo filme, tiene sus buenos momentos, pero tampoco puedo compartir esta idea de que se trata de una gran obra.