En Tokio 2020 México obtuvo cuatro medallas de bronce en disciplinas en las que ha habido cierto trabajo: halterofilia, tiro con arco, clavados y futbol.
Cuando preguntan en Twitter qué calificación le pondrías a la delegación mexicana la respuesta se hace muy difícil de contestar. Si se trata de evaluar a los atletas como tales la verdad es que la mayoría obtendría buena calificación: muchos fueron primerizos en JJOO que rompieron sus récords. Alexa Moreno, a pesar de no alcanzar medalla dio un gran salto comparado con Río 2016. Las circunstancias en las que van los atletas, con poco apoyo de la CONADE y las instituciones deportivas (algunos tienen que botear en los camiones o tienen que comprar su ropa o hasta su equipo para entrenar porque muchas veces ni siquiera tienen donde entrenar), hace que sus números sean aún más meritorios. Poco se les puede reprochar a los atletas que, como bien afirmó la velocista Paola Morán, están muy lejos de ser mediocres.
Pero no es lo mismo evaluar a los atletas individualmente que evaluar a la delegación como producto de un sistema, de una metodología y organización del deporte. Ahí el fracaso es rotundo y vergonzoso.
Que un país como México, con el tamaño poblacional que tiene y con la capacidad económica que tiene, gane solo 4 medallas de bronce y quede en el lugar 84 por debajo de varios países de su región como Venezuela, Ecuador y Colombia (ya no digamos Brasil y Cuba), o que haya tenido un desempeño más pobre que San Marino que tiene 33,000 habitantes (su población es apenas superior a la de Chapala o la de Valle de Bravo) es algo penoso.
Podría parecer frívolo hablar sobre atletas olímpicos en un país como el nuestro con problemas tan complejos si se aborda esta discusión de forma superficial, pero el pobre desempeño precisamente revela y trae al frente muchas de esas problemáticas: justamente es el deporte uno de los caminos que pueden ayudar a que muchos jóvenes no terminen en las filas del narcotráfico o en el pandillerismo; es el deporte el que puede ayudar a combatir el terrible problema de obesidad que tiene nuestro país. Apostar por la creación de más y mejores atletas de alto rendimiento implica necesariamente promover una mayor cultura del deporte en nuestra sociedad, implica romper paradigmas y cambiar toda la estructura deportiva de tal forma que incluso el niño o joven promedio se vea beneficiado por ello.
Si las instituciones deportivas fallan en crear atletas de alto rendimiento, por consecuencia fallan en su tarea de fortalecer tejido social a través del deporte. Las instituciones son casi inoperantes y explican en gran medida el fracaso olímpico. Más lamentable es la situación pensando en que en justas anteriores se habían logrado cosechar resultados más decentes (aunque nunca a la altura de lo que se espera del país): es decir, hay un retroceso cuyas causas pueden rastrearse al sexenio anterior si no es que más atrás (sin olvidar la displicencia que el actual ha tenido).
En las olimpiadas nos enteramos de algunos hechos «anecdóticos» que son más bien muy reveladores. Gabriela Bayardo, mexicana de nacimiento, ganó la medalla de plata por los Países Bajos porque las instituciones deportivas mexicanas la forzaron a entrenar en México. Salvador Sobrino, entrenador de la clavadista Melissa Wu, le dio una medalla de plata en Australia porque, como él mismo dijo, tuvo que salir de México por problemas con la Federación Mexicana de Natación. Algo parecido ocurrió con la disciplina de Tae Kwon Do. Por su parte, Paola Espinosa no fue a Tokio por no haber clasificado en un «control interno» a pesar de haber ganado la plaza en 2019. Que haya entrenadores o atletas de origen mexicano compitiendo para otras naciones no es en sí mismo algo malo (eso pasa con muchísimos países), el problema es cuando ellos afirman que es producto de la falta de oportunidades o el nulo apoyo que existe en nuestro país.
Estas anécdotas mencionadas podrían haber privado a México de ganar una o dos medallas más, pero esto es apenas la mera punta del iceberg de una historia de corrupción, displicencia y falta de interés. Tal parece que la cultura del deporte no está alineada con los incentivos de nuestros políticos, pero llama la atención que tampoco veamos a agentes privados para levantar la mano y participar en todo este proceso. Es posible que uno de los errores que explican los fracasos constantes sea dejar todo en manos del gobierno.
¿De qué tamaño es este fracasototote? Para contextualizar los resultados de nuestro país, decidí jugar un poco con datos.
Primero, comparemos el desempeño de nuestro país con las justas anteriores. Para hacerlo construí un índice donde a las medallas de oro les di un valor de 4, a las de plata 2 y a las de bronce 1 (es decir, la plata vale dos veces más que el bronce y el oro vale dos veces más que la plata). Este índice es diferente al orden del medallero oficial (donde un país que gana uno oro, cero platas y cero bronces aparece más arriba que otro que gana cero oros, diez platas y cinco bronces), pero me parece que, además de que mide de mejor forma el rendimiento de los países, da mucha mayor flexibilidad a la hora de hacer análisis de datos.
En la primera gráfica podemos observar que el desempeño de nuestro país ha sido el peor de todo el siglo. En 1948 nuestro país había dado un paso adelante al ganar medallas en todos los JJOO a partir de ese año (es cierto que en 1968 ganamos muchas medallas pero la localía fue factor determinante). El segundo paso se dio partir del año 2000 y después del pobre desempeño de 1988 a 1996, México ya había mantenido cierta competitividad que lamentablemente se perdió este año.
No se equivoca quien dice que en Seúl, en Barcelona y en Atlanta nos fue peor, pero ya habíamos dejado de tener desempeños tan magros. Tokio 2020 fue un retroceso para nuestro país.
El desempeño de México en un mapa mundial se ve así: a más claro el color, mayor es el índice de medallas (los grises son aquellos que no ganaron ninguna medalla). Podríamos pensar que este mapa no es nada del otro mundo. Los países poderosos ganan más medallas (Estados Unidos, Japón, China, Australia, países europeos) y los menos poderosos no tanto. Lo que no alcanza a mostrar esta gráfica es la diferencia de medallas entre aquellos que «no ganan tanto».
Para poder ver esta diferencia «recorté» el índice máximo a 55 de tal forma que el rango muestre tan solo a aquellos que no son las grandes potencias mundiales. Por ello dichas potencias, a diferencia del mapa de arriba, aparecen en gris.
Es posible ver aquí que varios países africanos así como latinoamericanos superaron a nuestro país. Puede que sea sorprendente que Chile y Uruguay no hayan ganado medallas, pero debemos tomar en consideración que ambos países tienen una población mucho menor que la de México (la chilena no llega a los 20 millones y la uruguaya no llega a los 4 millones). Países como Ecuador, Venezuela y Colombia nos superaron, San Marino que ni se ve en el mapa también: Kenia, Egipto, Uganda y Etiopía hicieron lo propio.
Es decir, en América Latina, donde por tamaño de población y capacidad económica deberíamos ubicarnos al menos debajo de Brasil (por su tamaño) y Cuba (por su cultura del deporte), terminamos, en el mejor de los casos, a media tabla y fuimos rebasados por países africanos a los que les bastó llevar a uno o dos maratonistas para superarnos en el ranking.
Otra forma de dimensionar este fracaso es comparando el número de medallas con la población de los países en cuestión, o bien, su capacidad económica. Por un lado, si un país tiene mayor población entonces tendría más recursos humanos de donde puedan surgir atletas de alta competencia. Si un país tiene mayor capacidad económica tiene mayores recursos económicos para formar a dichos atletas.
En el siguiente gráfico (la escala es logarítmica por legibilidad) es posible percatarse que existe una correlación positiva entre número de medallas y PIB per cápita, si bien es cierto que no es demasiado pronunciada.
Lo llamativo es que México no se encuentra en un lugar muy honroso. Son varios los países con un PIB más bajo que el de nuestro país que tuvieron un mejor desempeño (nota, algunos nombre de países fueran omitidos para hacer la gráfica más legible, pero se mantuvieron sus ubicaciones respectivas).
Países como Ucrania, Jamaica, Kosovo, Tunez, Uganda, Kenya, Ecuador, Venezuela, Mongolia o hasta islas Fiji tienen un PIB per cápita menor al nuestro y aún así nos superaron. En cambio, son pocos los países cuyo PIB per cápita es más alto y que tuvieron un desempeño más pobre: países como Lituania, Arabia Saudita, Bahrein, Finlandia, Malasia o Chile (que no aparece en la gráfica dado que no ganó medalla alguna) son de los pocos.
Se podría decir que los países que aparecen por arriba de la línea de regresión están por encima de la media en cuanto a relación medallas y PIB per cápita (tomando en cuenta a los países que ganaron al menos una medalla), en tanto que los que están abajo de esta línea se encuentran por debajo de dicha media.
En la comparación con la población la correlación es más pronunciada. A mayor población, es más probable que un país gane medallas y mucho sentido tiene que sea así. Incluso las potencias mundiales como China, Estados Unidos y Rusia se caracterizan por tener una gran cantidad e población aunque ciertamente países como Holanda (y en menor medida Italia y Francia) lograron cosechar muchas medallas a pesar de que no tienen una población muy grande.
Aquí México también sale mal parado. De entre los países que ganaron medallas, solamente Nigeria es más poblado que nuestro país y tuvo un peor desempeño. En cambio, muchos países con poblaciones bastante menores (y muchos de ellos ni siquiera son desarrollados ni tienen una economía más fuerte que la nuestra) tuvieron un mejor desempeño en los Juegos Olímpicos. Es decir, México es de los países que tuvo un peor aprovechamiento en cuanto a población se refiere. En cambio, con resultados como los de Beijing o Londres, México habría aparecido cerca de la línea de regresión: apenas por debajo de ella.
El fracaso en los Juegos Olímpicos es evidente ya que los resultados ubican a México muy por debajo de donde debería estar de acuerdo con su tamaño de población y su capacidad económica.
Habrá que replantearse todo lo hecho, habrá que cambiar de paradigmas. Sería algo iluso pensar que México pueda aspirar a ser una potencia (de esos que nunca bajan de los primeros diez lugares), pero materia prima existe para tener un desempeño incluso superior al de los años pasados y pueda mantenerse dentro de los primeros 30 lugares.
Es inverosímil que en un país con un tejido tan roto como el nuestro ni siquiera se hable de la importancia que debería tener el deporte para ayudar a resolver varios de los problemas sociales que nos aquejan. Es muy probable que, habiendo pasado la euforia olímpica, los políticos y los actores que están en capacidad de hacer algo se olviden del problema o no le den tanta importancia, pero hacer eso sería un error.