El tiempo es, pues, dado a priori. En él tan sólo es posible toda la realidad de los fenómenos. Todos ellos pueden desaparecer, pero el tiempo mismo (como la condición universal de su posibilidad) no puede ser suprimido.
Immanuel Kant
Todo el mundo está hablando de Dark, la serie alemana de Netflix que este año ha concluido y que, como suele suceder, vi hasta el último. Pero ¿qué es lo que tiene esta serie que hace que valga la pena?
No quiero hacer un análisis tradicional sobre la serie que habla sobre lo que trata, los personajes y demás. Me quiero enfocar más bien en el «rollo filosófico» obviando muchas de las cosas que ya muchos análisis han hecho. Quiero también tratar de tejer una relación con lo que estamos viviendo el día de hoy: no solo sobre lo que tiene que ver con la pandemia, sino con el ethos social, con nuestra forma de abordar la realidad.
ATENCIÓN: Inician spoilers
Me parece importante hacer un análisis más enfocado en lo filosófico y lo social, porque si algo sabe hacer muy bien esta serie es hacerte sacudir un poco tus estructuras y convenciones cotidianas para meterte en un mundo muy enrarecido y tenso que puede hacerte sentir y pensar muchas cosas que tal vez no habrías hecho en un día normal.
Que sea una serie alemana dice mucho sobre ella, no solo porque esté hablada en alemán y porque, en muchos sentidos, se aleje de los clichés hollywoodenses, sino porque es muy alemana, porque esa tradición filosófica alemana tan peculiar se vuelve muy notoria en la obra. Ya no sólo porque el «eterno retorno» de Nietzsche sea uno de los pilares del argumento, sino porque, a diferencia del cine estadounidense que tiende más bien a la sencillez o la practicidad, Dark es una serie muy densa, compleja y rebuscada (no en el mal sentido de la palabra). Si leer a Hegel o a Heidegger es introducirse en un laberinto que no muchos logran resolver, ver Dark, salvando las distancias, implica cuando menos estar muy atento para no perderse en una trama que se volverá, a través de los capítulos y temporadas, cada vez más compleja. No es, a diferencia de las obras de los filósofos alemanes, que no se pueda entender, pero sí requiere de cierta atención.
Así como los libros de filosofía no se pueden leer como un libro normal, sino que tienes que leerlos con cautela y releer una y otra vez, algo así pasa con Dark. Si Stranger Things (serie con la que se le han hecho comparaciones) es como leer El Principito, Dark sería algo así como leer Fenomenología del Espíritu.
Como para compensar eso, la serie te atrapa. La fotografía, el sonido, la rapidez con la que se pasa de una escena a otra y las constantes sorpresas ya te incitan por sí mismas a estar poniendo atención y te motivan a no perderte en la trama. Más de una vez tuve que volver a ver la escena para entender de qué se trataba porque no me quería perder de nada.
Pero es justo este clima de densidad y rebuscamiento con el que la serie te logra meter en un ambiente de una forma que te mantiene ansioso, como si estuvieras en un lugar irreal. Esa sensación se siente desde el principio, como si estuvieras soñando aquello que estás viendo. Me cuesta trabajo recordar alguna obra o filme reciente que me haya hecho sentir lo que me hizo sentir al ver Dark.
Y tal vez en estos tiempos de pandemia cobra más relevancia, porque tanto Dark como nuestra circunstancia sacude lo cotidiano, lo que considerábamos la normalidad y nos lo muestra como lo anómalo. Ante la sacudida las reglas del juego cambian, nuestro comportamiento, nuestra forma en que nos adaptamos a las nuevas circunstancias.
Dark también parece una invitación a romper el mecanicismo cotidiano, nos invita a preguntarnos del por qué de las cosas, ¿qué hay más allá? ¿Nuestro mundo es tal como asumimos que es? ¿Podemos decir que tenemos una identidad fija como personas (cosa que la serie intenta poner en entredicho)? ¿Yo soy yo mismo a los diez y a los cuarenta años? ¿Es que los eventos de alguna u otra manera tienden a repetirse a lo largo del tiempo? Dark nos muestra la natural reacción humana ante lo desconocido, ante lo que no cuadra con lo establecido. Ese revelar que se puede viajar a través del tiempo (cosa que deja atónitos e incrédulos a los personajes que se resisten a ello) es análogo precisamente a las «revoluciones científicas» como la que representó el propio Einstein con su Teoría de la Relatividad que tanta resistencia causó al principio, pero también podría ejemplificar nuestra renuencia siquiera a considerar aquello que no encaje con nuestra forma de pensamiento porque nos hace sentir amenazados e inseguros.
Lo que importa aquí no es tanto la justificación científica que gira en torno al argumento (la paradoja del viaje en el tiempo, los agujeros de gusano, universos paralelos, el Bosón de Higgs o el gato de Schrodinger quien guarda un asombroso parecido con Tannhaus, el científico de la serie); es obvio que la justificación científica no tiene que ser perfecta, tiene algunas imprecisiones y arbitrariedades que son necesarias para crear un buen argumento y de las cuales no hablaré pero que puedes ver en este video y en este. Dark no es un documental científico ni se le puede tratar como tal, pero sí que logra abordar todas estas cuestiones científicas de forma que difícilmente alguna otra obra habría podido hacer (tal vez Interestelar, aunque desde una perspectiva distinta), al menos no con esa profundidad existencial con la cual la serie trata de sacarte de tus paradigmas y convenciones cotidianas.
Y lo logra hacer porque la serie, al más puro estilo alemán, se da permiso de elaborar una trama cuya complejidad genera un sentimiento de ansiedad y a veces de angustia. Te das cuenta del tamaño de los dilemas filosóficos que implican todas estas paradojas y teorías científicas cuando de pronto observas que hay tres Jonas de distintas edades, tres distintas Marthas; que Mikkel, más pequeño que Jonas, es también su padre en el mismo mundo. De pronto parece que no entiendes nada, que todo está entremezclado y entrecruzado. Los personajes se «repiten» en diversos contextos espacio-temporales como una clara representación del Eterno Retorno de Nietzsche, como en una espiral, dando vueltas sin llegar a un punto final sino repitiéndose una y otra vez y condenados a ello de forma determinista.
El momento que me pareció más impactante fue el inicio de la tercera temporada: Jonas viaja al mundo de Eva (quien es, a su vez, Martha) para meterte a un ambiente extrañísimo, como de ensoñación y que genera sentimientos muy extraños. Ya te habían familiarizado tanto con los personajes y los escenarios para que de pronto te introduzcan en otro mundo tan parecido al primero pero donde las características de los personajes están revueltas (por ejemplo, la cicatriz de Helge se encuentra en el ojo y no en la oreja, Magnus tiene el pelo negro y tatuajes, no es Elizabeth quien es muda sino su hermana Franziska), donde los escenarios están invertidos, donde todo lo que ocurre en el otro mundo ocurre pero de diferente forma.
Todo esto tiene muchas implicaciones filosóficas. El determinismo es una cuestión central en la serie: ¿Tenemos libre albedrío o nuestro actuar es tan solo productos de causas y efectos ya predestinados a ocurrir producto de las leyes de la física? Se asume que todas las acciones humanas de la serie ya están determinadas y prueba de ello es que ocurren en el «otro mundo». Sin embargo, la cinta nos muestra que el libre albedrío es posible y un ejemplo de ello es cuando Jonas lanza sobre marta para transportarla y así cambiar una historia que ya parecía determinada a repetirse incesantemente.
La moral también se encuentra presente. ¿Está bien que hagamos esto? ¿Está bien que estemos juntos? Se preguntan Jonas y Martha más de una vez. Muchas de las decisiones que los personajes toman tienen que ver con planteamientos morales y está determinada por lo que entienden por realidad. Si aquello es un «error en la matriz» y altera el orden de las cosas tal como debería de ser entonces está mal y, por lo tanto, es inmoral.
La dualidad entre el bien y el mal o la luz y la oscuridad está muy presente en la serie, aunque a veces sea confuso saber qué cosa es qué, y sin embargo al final es difícil determinar quienes son realmente los héroes y quienes son villanos, si es que algo así realmente existe porque muchas de las actitudes y decisiones tienen que ser juzgadas de acuerdo a su contexto espacio-temporal (en qué mundo y en qué época). Al final, ambas partes, Adán y Eva (Jonas y Martha), acuerdan en que es necesario romper el nudo: Al principio el primero quería destruir ambos mundos y la segunda mantenerlos, pero después de la revelación del «mundo origen» se crea un consenso donde el problema no son los villanos sino los personajes (a veces ellos mismos) que se encuentran en otros contextos espacio-temporales, pero que, a su vez, juegan un papel trascendental.
Algo interesante que, aunque no se aborda de forma explícita, vale la pena recalcar, es lo que tiene que ver con la construcción subjetiva de la realidad. Los seres humanos llegamos a pensar que la realidad tal como es nos está dada cuando en realidad accedemos a ella de forma subjetiva e incompleta y solo conocemos de forma fenoménica aquello de la realidad que hemos experimentado. Vamos construyendo la interpretación que nuestro organismo hace de la realidad objetiva, por lo cual, nunca la podemos conocer del todo o, para decirlo de otra forma, en su completitud.
Prueba de ello es la incapacidad inicial que tienen los personajes de adaptarse a las otras épocas a las que viajan, y aunque me parece que en la tercera temporada descuidaron un poco este tema, en las primeras dos vimos cómo los personajes no sabían cómo reaccionar ante las formas y costumbres de la época. Así también ocurre cuando Jonas viaja al mundo de Eva: como se trata de un mundo paralelo, todo aquello le parece conocido, como si lo hubiera experimentado (déjà vu) pero pronto se da cuenta que está en un mundo que no es el suyo, una realidad que le engaña porque se parece a la que él había construido en su mente pero que en realidad no es la suya lo cual le ocasiona que se tropiece una y otra vez.
Los simbolismos importan mucho y le dan más sabor y profundidad a la trama. Encontré en ellos algunas referencias cristianas (las que nos parecen más obvias como la figura de Adán y Eva) y otras más bien esotéricas y ocultistas, sin olvidar la mitología griega de Ariadna, Teseo y el Minotauro. La triqueta (que nos da una pista sobre la configuración final de los mundos) y el número 33 que es la edad de Jesucristo cuando es crucificado y el grado más alto dentro de la masonería son clave. Es evidente la influencia del Kybalión de Hermes Trismegisto (incluso el libro físico llega a aparecer en la serie en manos de Elizabeth). Algunos de los principios de esta obra aparecen en la película y le dan forma a la trama: los más notorios son los de la polaridad (todo es doble, todo tiene dos polos) y el principio de causa y efecto (que en la trama también recuerda a Santo Tomás de Aquino y sus cinco vías de la existencia de Dios). Como mi conocimiento en estos temas es limitado, seguramente habrá otra simbología que pasé por alto, pero sí me llama la atención esa combinación entre ciencia, filosofía, ocultismo y referencias cristianas. Lo mejor es que lo hacen de forma cuidada y sin caer en clichés. Mucho cuidado se debe tomar cuando quiere combinarse el Eterno Retorno de Nietzsche con simbología y varias teorías científicas, y lo logran hacer bien. Esto no es el Código Da Vinci, esto es serio.
Debo decir que el final me pareció un poco raro, pero funciona y muy bien. Ahí es cuando más se nota que no estamos frente a una cinta de Hollywood. No te terminan liberando de la tensión en la que te mantuvieron toda la serie como las cintas estadounidenses suelen hacerlo, pero tampoco te dejan con la sensación de que faltó algo. Es decir, la historia tuvo una conclusión entre que feliz pero que, a la vez, es un tanto ambigua. Cuando Hannah, en la cena con los personajes que son parte del «mundo origen» (aquellos que no dejaron de existir porque su nacimiento fue producto de viajes en el tiempo y espacio) dice que tuvo un déjà vu, termina dejando en el espectador alguna ansiedad no resuelta y parece dejar un poco a su interpretación la conclusión final. Sabemos que el nudo se cerró y que el objetivo principal se logró, pero no sabemos si los otros personajes llegaron a una suerte de paraíso o simplemente dejaron de existir por ser producto de ese nudo espacio-temporal que fue deshecho (me inclino más por lo segundo).
Que el destino de la mayoría de los protagonistas (producto de un «error en la matriz») fuera no existir era algo que no sé si podamos terminar de considerar como final feliz, sobre todo porque no es como que los protagonistas del «mundo original» vieran alteradas sus vidas por lo que ocurría en estos dos mundos paralelos más allá de algún déjà vu o sueño (con excepción de Tannhaus quien no perdió a sus seres queridos). Pareciera como si la conclusión fuera que esos mundos paralelos generados por la máquina del tiempo de Tannhaus, al formar una suerte de nudo, fueran una mera contradicción que tendría que ser deshecha, una suerte de prisión espacio-temporal de la que no se podía salir. Básicamente los personajes principales destruyen sus mundos y con ello a sí mismos porque implican una suerte de contradicción y una prisión determinista espacio-temporal, y por ello solo debe quedar en pie el mundo original, aquel que los hizo surgir a través de la máquina del tiempo.
Para concluir: la serie siempre mantuvo una calidad constante e incluso ascendente. Acertaron al no continuarla más allá de la tercera temporada por su misma naturaleza evitando la tentación extender innecesariamente una gran obra para obtener más ingresos (como muchas veces suele ocurrir). A lo largo de las tres temporadas, Dark logró sorprender al espectador una y otra vez de distintas formas sin que esta dinámica se volviera cotidiana y perdiéramos la capacidad de asombro. Por esto es una de las series que más han llamado la atención de la gente en los últimos años: una serie muy densa, innovadora y con un gran trasfondo científico, filosófico y simbólico.