Siempre me he preguntado por qué a muchas personas les gusta las teorías de la conspiración.
Con esto no quiero decir que los gobiernos nunca nos oculten nada o que no haya nada que no sepamos, sin embargo por alguna razón la gran mayoría de las teorías de la conspiración resultan falsas o nunca se pueden probar con el tiempo.
Las teorías de la conspiración son atractivas por muchas razones, una de ellas es la intriga. Los relatos de la conspiración están llenos de intriga, algo así como si se trataran de un espectáculo hollywoodense: incluso muchas de las teorías de la conspiración terminan siendo muy parecidas al guión de las películas hollywoodenses.
La realidad, me temo, es un tanto más aburrida ya que las películas buscan divertir al espectador y la realidad en sí misma no tiene como fin el espectáculo. Seguramente habrá cosas que no sabemos pero seguramente esos misterios, que nos podrían hacer enojar o podría crear un gran conflicto, tal vez no serán tan intrigantes como se supone que serían.
Otra razón de su atractivo reside en el sentimiento de seguridad. Al individuo no le gusta conformarse con la incertidumbre, tiene una aversión a ella y le angustia. Es algo así como, recordando a Kierkegaard, el quedarse en la punta del precipicio con un terrible miedo a lanzarse pero, a la vez, con un fuerte deseo de hacerlo. Como no sabemos bien cómo funciona el mundo (incertidumbre), las teorías de la conspiración se convierten en ese «arrojarse al vacío». Los conspiranoicos temen que la realidad sea como creen que es, pero prefieren arrojarse porque ello les da un sentimiento de seguridad, incluso si su creencia es más dolorosa y oscura que la realidad.
Y otra razón tiene que ver con un sentimiento de pertenencia y reafirmación personal. El hecho de saber algo que creen verdadero y que la mayoría de la gente no cree los hace sentirse especiales: yo no estoy siendo engañado como la mayoría de la gente, soy especial. Luego, los conspiranoicos pueden llegar a crear un sentimiento de pertenencia entre ellos. Conviven en los mismos foros, en las redes y hasta organizan congresos internacionales como ocurre con los terraplanistas y los antivacunas.
Dado que alguien siempre es capaz, de alguna u otra forma, de ocultarnos algo, me parece que es válido cuestionar si dentro de un evento hay algo que no sepamos. Es válido que cuestione en mi mente si el Covid-19 pudo ser creado en el laboratorio, pero de aquí en adelante habrá una separación entre aquella persona que busca resolver su duda de forma racional y aquel otro que decide usar una lógica conspiranoica bajo la cual asegura, sin pruebas y con meras conjeturas producto de correlaciones que muy probablemente son espurias, que dicha conspiración sí está ocurriendo.
Una persona sensata indaga recopilando pruebas, y sabe que no podrá decir que algo ocurre al menos que tenga las suficientes pruebas en la mano. El conspiranoico no opera igual ya que de entrada está prácticamente asegurando una tesis que no ha sustentado: los terraplanistas aseguran que la tierra es plana y los antivacunas aseguran que las vacunas son tan solo una estrategia de las farmacéuticas para manipularnos.
Los conspiranoicos en realidad no indagan ni buscan pruebas, sino que más bien ya han llegado a una conclusión desde un principio y más bien buscan a posteriori elementos con los cuales reafirmen su postura. Los conspiranoicos basan su tesis en relaciones espurias producto de razonamientos en las cuales se extraen conclusiones de premisas débiles. Tomemos como ejemplo este silogismo:
Premisa 1: Estas personas parecen ser mexicanas
Premisa 2: Las personas mexicanas deben pagar una cuota
Conclusión: Estas personas deben pagar una cuota
Una de estas premisas es débil (la primera) ya que no comprueba nada por sí misma sino que sólo elabora una suposición. Al observador le parece que esas personas son mexicanas, pero no está seguro de ello. Es muy probable que si les exige pagar una cuota, esté cobrándola a personas que no deberían pagarla.
Si hago un ejemplo con algunas de las teorías que circulan por las redes podría elaborar un razonamiento así, el cual es a todas luces más débil que el primero:
Premisa 1: Los gobiernos a veces nos engañan y nos ocultan algo
Premisa 2: Algunos de los agentes involucrados en el combate al Covid-19 son gobiernos
Conclusión: Los gobiernos crearon o inventaron el Covid-19 para engañarnos
Esta premisa, bajo la cual algunos concluyen que el virus no existe o crearon, es todavía más débil que la primera. La primer premisa dice que «a veces los gobiernos nos engañan, es decir, ello no siempre ocurre. Pero la primera premisa no dice nada sobre la forma en que nos engañan y no dice nada sobre si los gobiernos han creado o inventado epidemias o no. Se observa que la conclusión es mucho más débil incluso que en el caso del primer silogismo porque la conclusión ni siquiera se apega a la información dada por las premisas.
Es válido preguntarse «¿habrán inventado el Covid-19 en un laboratorio?». Sí lo es, pero para ello es importante recabar pruebas que vayan fortaleciendo o descartando la hipótesis. Una cosa es hacerse la pregunta, otra cosa es afirmar o pensar que una sospecha producto de un argumento débil debe ser muy probable, porque lo cierto es que, conforme menos información tengamos para evaluar un caso hipotético del cual sospechamos, es menos posible que nuestra hipótesis sea verdadera.
Un evento ocurre o no ocurre, no es que tenga posibilidad de que ocurra o no sí ya está ocurriendo o no. Pero lo cierto es que hay una proporcionalidad inversa entre la cantidad de conocimiento sobre lo que se juzga y la posibilidad de que eso que se juzga sea cierto (obviando que esta proporcionalidad no es necesariamente perfecta, ya que el sujeto, con la información suficiente a la mano, puede hacer una argumentación irracional). Es decir, por menos información y argumentos tengamos a la mano, es más probable que estemos equivocados.
También hay que tomar en cuenta que dentro de una conspiración tal hay muchas variables que están involucradas. Habrá que tomarlas todas en cuenta para evaluarlas e ir consiguiendo información. Por ejemplo, imaginemos que investigo en fuentes confiables y concluyo que el virus sí puede ser fabricado en un laboratorio sin que nadie se de cuenta (en realidad es complicadísimo hacerlo si no es que imposible, pero para efectos de este ejemplo, vamos a suponer que sí es posible).
Premisa 1: Un virus puede ser fabricado por un especialista en un laboratorio sin que nadie se dé cuenta de que es artificial
Premisa 2: Los gobiernos, que tienen especialistas a la mano, tienen la capacidad de fabricar virus
Conclusión: Por lo tanto, un gobierno puede fabricar un virus en un laboratorio sin que nadie se dé cuenta de que es artificial
Este es un silogismo deductivo que tiene premisas sólidas (para efectos de nuestro ejemplo) y cuya conclusión también lo es. Sería una hipótesis a favor de la teoría conspirativa, pero no la comprueba por sí misma, sino que sólo comprueba una de las tantas variables que deben ser comprobadas para llegar a esa conclusión. Hemos concluido tan solo que el gobierno sí tiene la capacidad de crear un virus artificial sin que nadie se dé cuenta de que fue un gobierno el que lo creó, pero de ahí no se sigue que el Covid-19 haya sido fabricado por el gobierno porque para llegar a ello entonces habrá que analizar todas las demás variables.
Es cierto que es casi imposible desenmarañar una conspiración así, pero sí que se pueden resolver varios argumentos para que, de menos, nos dejen en una posición de que ello es plausible aunque no segura. Demostrar la plausibilidad de una conspiración es muy útil porque, a más plausible sea, más incentivos habrá para que terceros decidan aventurarse e investigar más sobre el tema (periodistas, etc) para tratar de llegar a la verdad.
Podemos también preguntarnos cuántas personas o quiénes estarían involucradas en la conspiración. Por más sean las personas involucradas será más difícil llevarla a cabo ya que es más probable que alguna persona suelte la sopa. Eso es algo que no consideran los terraplanistas porque para sostener que la tierra es plana entonces deben haber muchísimos agentes involucrados en la conspiración como gobiernos, líneas aéreas, comunidad científica y además debe considerarse el entorno en el que se encuentran (en un régimen dictatorial será relativamente más fácil ocultar información que en uno democrático). Estas consideraciones hacen dicha tarea imposible. No es casualidad que las pocas teorías de la conspiración que han resultado ciertas como el MK-Ultra hayan requerido de relativamente pocas personas involucradas en tal actividad. Estas consideraciones también hacen que las teorías de un «nuevo orden mundial» que nos están ocultando sean difíciles de sostener.
Así mismo, podemos tratar entender otras variables que por sí mismas no nos darán algo concluyente pero pueden hacer la hipótesis más plausible. Por ejemplo, podemos tratar de entender el panorama geopolítico porque ello nos puede explicar algo sobre los incentivos (si alguien quiere conspirar, alguien debería tener un incentivo para hacerlo) y sobre las barreras que juegan el papel contrario (la posibilidad de que alguien más me descubra y pague un precio alto por ello desincentiva la acción).
Si sabemos que China y Estados Unidos son, al día de hoy, una suerte de adversarios ¿cómo juega ello con las demás variables? Podemos preguntarnos ¿qué ganan los distintos actores al fabricar un virus o qué reacción tendrían los distintos actores? Si el virus lo fabricó China ¿Por qué Trump no ha dicho que es una conspiración para acabar con EEUU? ¿Por qué la Unión Europea, parte del polo occidental, no ha sospechado absolutamente nada? ¿De verdad pudieron ocultarlo y eliminaron absolutamente todas las pistas para que la comunidad científica no albergara sospecha alguna?
Evidentemente, todas estas preguntas deben de ser contestadas con el máximo rigor posible y no con meras conjeturas que adolecen de lo que adolecen las mismas teorías que los conspiranoicos defienden a capa y espada como por ejemplo: «si el gobierno hizo X (de lo cual no tengo pruebas y es una teoría de la conspiración), ¿el gobierno volverá a hacer X?».
La postura más responsable, a mi parecer, sería partir a priori de la idea de que la teoría es hipotéticamente falsa en tanto no tengamos elementos para decir lo contrario y, con base en los hechos y pruebas que se recaben, dimensionar la plausibilidad que ésta podría tener. Si no tengo ninguna prueba medianamente aceptable entonces descarto que X esté sucediendo en tanto no acumule más pruebas que de menos me hagan decir que hay ciertas posibilidades de que X ocurra y que, al haber cierta plausibilidad, entonces vale la pena investigarlo. Es válido preguntarse, pero es muy distinto preguntarse «¿podrá estar ocurriendo eso?» a afirmarlo o darle una plausibilidad que no tiene porque no tenemos elementos a la mano.
El problema con los fanáticos de las teorías de la conspiración es que no suelen hacer este ejercicio, sino que más bien parecen acumular una gran cantidad de argumentos que no pueden ser validados o acumulan una gran cantidad de correlaciones espurias con algún hecho aislado para así concluir que su tesis es cierta. La necesidad de paliar la incertidumbre, la necesidad de pertenencia y reafirmación terminan sesgando completamente el ejercicio.
Que algo sea plausible nos evoca de nuevo a la incertidumbre, porque hablamos de que algo pudiera estar sucediendo pero no podemos decirlo con certeza. Solo sospechamos, pero no afirmamos. De nuevo, la angustia kierkegaardiana y la necesidad de arrojarse al vacío les viene a muchos. Por eso el conspiranoico afirma, no se pregunta.
Por ejemplo, alguien puede argumentar que el gobierno de EEUU pudo fabricar el virus porque hace dos décadas ellos se encargaron de derrumbar sus torres gemelas, argumento que, dos décadas después, tampoco ha sido comprobado con hechos. Los teóricos de la conspiración suelen acumular este tipo de argumentos porque deducen que el cúmulo de correlaciones espurias o no probadas los lleva a la verdad. Ello es falso. De hecho, han logrado tejer historias muy complejas e intrigantes a través de este tipo de correlaciones que terminan siendo desmentidas, a veces con un simple argumento.
Los teóricos de la conspiración suelen desechar de forma a priori evidencia que ponga en duda su teoría. Si un medio que consideran mainstream publica la información, entonces tiene que ser falsa ya que hay una «gran conspiración». Es cierto que una fuente seria puede, en algún dado caso, llegar a mentir, puede llegar a equivocarse o verse afectada por su sesgo ideológico, sería iluso pensar que ello no sucede, aunque ciertamente las que llamamos «fuentes confiables» suelen ser, valga la redundancia, más confiables de las que no lo son o de las que tienen mala reputación y por ello se les da más valor. Para reducir la posibilidad de recibir información falsa se indaga más sobre el tema, se buscan otras fuentes que lo corroboren o, si es el caso, se analiza el paper del cual se extrajo la información. Otra cosa es afirmar que los medios siempre mienten porque están ocultando una gran maquinación sin probarlo.
Decía que los teóricos de la conspiración no suelen hablar de plausibilidades, sino que aseguran que algo está ocurriendo con base en correlaciones espurias. A parece relacionarse con B, pero no pueden determinar si A provoca B, B provoca A, si ambas variables son ocasionadas por una tercera variable o es una simple y linda «casualidad de la vida» que exhibe su condición espuria porque:
¿Hay una conspiración entre el gasto en ciencia y los suicidios por ahorcamiento o estrangulamiento? ¿Si recortamos el gasto en ciencia reducimos los suicidios? Es obvio que es una coincidencia porque se trata de una correlación espuria, pero un teórico de la conspiración no lo verá así, pensará que le están ocultando algo.
Por último ¿Por qué es importante partir de la idea de que una teoría es hipotéticamente falsa mientras no comprobemos su existencia o, ya de menos, su plausibilidad?
La respuesta la podemos ver en las redes. El hecho de que las personas tejan teorías de la conspiración a partir de cualquier correlación (las cuales o la mayoría de las cuales son falsas) hace que dichas teorías se mezclen con la información veraz. En la práctica, ello crea un clima de fuerte desconfianza a través de la cual la gente termina desconfiando de todo el mundo y de cualquier argumento porque siempre debe haber una conspiración detrás de éste. Si la gente ya desconfía de todos los medios y de todas las personas, entonces ninguna información es más valiosa y confiable que otra y ello es un problema muy grave. Peor, se puede incluso llegar a la conclusión de que la información falsa e intrigante «fake news» termine teniendo más credibilidad que aquella información que debería ser creíble. Los antivacunas y los nefastos efectos de su activismo son un claro ejemplo de ello.
No se trata de asumir que no existen conspiraciones en el mundo, se trata de ser más rigurosos a la hora de investigar aquello que nos hace dudar y sospechar. La duda es completamente sana, preguntarse si el virus fue creado en un laboratorio es completamente válido. El problema es 1) tomar como verdaderas aquellas conspiraciones de la cual no tengo pruebas y 2) crear un ambiente de absolutamente desconfianza y sospechosismo. Todo ello es nocivo para el bienestar de la sociedad misma y, en nuestro caso, puede terminar afectando los esfuerzos para controlar la pandemia que estamos viviendo.
Y para terminar hay que decirlo: tener espíritu crítico no es solo ser crítico con el gobierno o con aquello sobre lo que se desconfía, sino con el mismo paradigma y los métodos a través de los cuales estoy emitiendo mi crítica.