Hace unos días, en uno de esos programas de revista de TV Azteca, los conductores compartían los videos más chistosos que habían visto en Youtube. Ese simple hecho, que puede parecer tan inocente, se convierte en clara muestra de que la conversación ya no está en la llamada «caja idiota» sino en los contenidos que se producen en la plataforma propiedad de Google.
Hasta bien entrado el nuevo milenio, muchas personas soñaban con desfilar en los pasillos de Televisa para ser conductores, cantantes o actuar en una telenovela. Lo que ocurría en la televisión era el tema de conversación del siguiente día: la final de la novela, la última noticia que transmitió Hechos con Javier Alatorre, la nueva serie que van a «pasar por el canal 5».
¿Y quién habla de eso? Más allá de los deportes donde las televisoras tradicionales ostentan todavía los derechos de transmisión (aunque poco a poco se han ido al cable) ¿cuándo se habla de lo que ocurre en la caja idiota? Ello ocurre en contadas ocasiones, y cuando ocurre, la misma conversación se lleva al propio Internet para que ahí se desarrolle.
¿O quién espera al telediario deportivo de la noche para ver todos los goles del partido cuando los puede ver en Youtube minutos después de que haya concluido? En ese momento, la televisión, productora y transmisora de los contenidos, pierde el monopolio y la conversación se lleva a las redes donde los usuarios interactúan y reinterpretan los contenidos. Lo que era un contenido televisivo, en minutos ya es un video en un canal de Youtube (aunque sea el canal oficial de la televisora). La televisora poco a poco se convierte en uno de tantos productores que hay en Youtube. Ahí la gente ve los resúmenes de los programas, porque ahí los tiene a la mano, disponible a la hora que sea y donde sea.
La televisión ha perdido prácticamente el control de la conversación y poco a poco, sin reconocerlo, se ha venido convirtiendo en una parasitaria de la conversación que ocurre en Internet. En las transmisiones recurren al hashtag de Twitter o a las votaciones en Facebook, como para tratar de jalar algo de la conversación que ocurre allá, porque saben que ya no tienen el monopolio de la atención del usuario.
Como menos que nunca los televidentes ven los anuncios (apenas se van a comerciales y el televidente se pone a ver su Facebook), las televisoras recurren en demasía al product placement y a las tácticas publicitarias similares para vender espacios. Los comentaristas de deportes anuncian más productos que nunca y hasta narran «goles patrocinados». Y tarde que temprano ni a eso podrán recurrir para que sus ingresos dejen de desplomarse.
Y como la televisión se ha vuelto casi irrelevante, entonces el sueño de las y los jóvenes ya no es salir en la tele, sino ser youtuber y producir sus propios contenidos. Los sueños están donde está la atención, donde está la atención está también el dinero e incluso el poder. Y la atención, hoy por hoy, no está en la televisión, está en Youtube.
Y todos lo saben. Los estudios cinematográficos lanzan ahí los trailers de sus nuevas películas. Los anunciantes gastan menos en pagarle a Televisa y más en pagarle a Google Adwords para insertar anuncios muy bien dirigidos y segmentados en los videos de Youtube. Algunos de los periodistas «recortados» por la crisis financiera que pasan las televisoras busca hacerse un espacio como Youtubers, desde donde opinan o comparten sus videocolumnas.
Ya no se habla de rating, se habla de likes, de views y de suscripciones. Ya no es el «sintonícenos a las 10 de la noche el Canal de la Estrellas», sino el «dale like y suscríbete a mi canal».
El emporio de Youtube, con sus algoritmos cada vez más sofisticados, se encarga de que los otrora homo videns (como les llamaba Giovanni Sartori), ahora convertidos en homo youtubens, vean lo que quieren ver. A Youtube le encantan los números y los datos, tanto que cada vez se vuelve más capaz de anticiparse a lo que quiere ver el usuario.
Las televisoras te ponían los contenidos que ellos querían y que creían que iban a funcionar mejor para vender más espacios a los anunciantes a mayor precio. Youtube no. En teoría el usuario elige lo que quiere ver, pero la plataforma se anticipa al usuario cada vez con mayor precisión: ¡así que te interesan mucho los videos de música latina! Pues aquí te va otro bonche para que pases más tiempo en mi plataforma y veas más de esos anuncios patrocinados que me generan ingresos.
El Youtube Rewind de 2019 (al que tantas críticas le llovió) es un claro ejemplo de la esencia de Youtube: los números, los likes, la popularidad, porque todos ellos se traducen inevitablemente en recursos económicos. Se crea una paradoja, porque por un lado pareciera que la producción de contenidos se descentralizó: cualquier persona puede crear lo que quiera en la plataforma libremente, pero por otro lado, Youtube como plataforma se convierte casi en un monopolio que almacena, concentra y monetiza todas tan heterogéneas y diversas producciones.
Técnicamente en Youtube tenemos centenas de miles de televisoras (la gran mayoría pequeñas) cuyo set no es un gran complejo sino un pequeño estudio adaptado pero que están, de alguna forma, controladas por sus tentáculos de Youtube. Y si bien Youtube no decide qué contenidos deben publicarse, sí marca reglas o pautas que afectan la forma en que los contenidos se producen. Las pequeñas producciones caseras han pasado con el tiempo a convertirse en producciones más sofisticadas donde ya incluso se crean empresas dedicadas a administrar a varios creadores de contenidos. Con el tiempo, las barreras de entrada para cualquier aspirante a youtuber crecen: se requiere más dinero para competir con producciones más elaboradas (mejores cámaras, audio profesional, un estudio), los nichos de mercado están cada vez más saturados y competidos. Así, poco a poco la creación de contenidos empieza a concentrarse en menos manos: en aquellas que tienen la capacidad de invertir más dinero en crear producciones profesionales casi análogas a lo que era la televisión profesional.
Pero el mandón, el que concentra el monopolio dado que en su plataforma es donde ocurre todo, es Youtube. Si Youtube decidiera apagarse, este ecosistema desaparecería casi por completo y tendría que conformarse con unas de las pocas alternativas que no ofrecen un ecosistema tan flexible como Youtube, con lo cual muchas producciones desaparecerían (me viene Facebook a la mente). Basta con que Youtube cambie algunas de sus reglas para modificar el ecosistema, para hacer que quienes ganaban mucho con ello ya no ganen tanto y viceversa. Basta un cambio en el algoritmo (propenso, como cualquier algoritmo que le da a la gente lo que quiere, a crear cámaras de eco) para cambiar las reglas del juego. No es poco común que muchos Youtubers se quejen: que ya les está costando trabajo seguir con el proyecto porque Youtube los está desmonetizando por decir alguna frase políticamente incorrecta como «ok Boomer» (sí, sucedió) mientras otros ven un gran incremento de ingresos de la nada y sin saber por qué.
Hoy podemos hablar del homo youtubens, del individuo cuya opinión ya no es influenciada por la televisión, sino por Youtube, por lo que producen los demás ¡oh, pareciera ser el epítome de la ciudadanización y la democracia de la información! Aunque tampoco nos engañemos tanto, porque quien tiene más recursos será más escuchado y ejercerá una mayor influencia.
Ya no es la televisión esa «ventana a lo que acontece el mundo», es Youtube (y ciertamente, en menor medida, otras plataformas). Ahí es donde sucede todo, ahí es donde los contenidos multimedia circulan y se propagan. Ahí es donde se llevan a cabo cada vez más transmisiones. Youtube es la nueva televisión, más interactiva y donde los usuarios, en teoría, son los que crean los contenidos.
Youtube es donde sucede todo. No es el canal de las estrellas, son centenas de miles de canales de algunas estrellas que brillan mucho y otras no tanto.