¿Por qué entre las generaciones no nos entendemos? ¿Por qué señalamos a unos como arcaicos o retrógradas y a otros les acusamos la incapacidad de seguir los roles que esperábamos que siguieran?
Partamos desde el principio: los seres humanos construimos nuestra percepción del mundo de forma subjetiva con base en nuestra educación y nuestra experiencia: con lo que recibimos de los medios, de las corrientes filosóficas vigentes y dominantes. Es esa construcción la que nos separa del hombre primitivo en estado de naturaleza. Es esa construcción paradigmática que, con todos sus defectos, nos permite vivir en una sociedad siguiendo reglas y apegándonos a un sistema de valores.
La sociedad y la cultura, tal y como se nos manifiestan, moldean esa percepción de la realidad que tenemos. Es a partir de esa construcción paradigmática desde donde hacemos juicios y desde donde construimos nuestros anhelos.
Es cierto, no todos construimos la realidad de la misma forma ni necesariamente nos exponemos a la misma información o sistema de valores (basta ver las distintas ideologías y formas de pensar que coexisten en nuestro mundo). Pero es claro que, por encima de esta multiplicidad, hay un relato más dominante, de tal forma que podemos distinguir las diferencias entre los paradigmas de nuestra generación y las generaciones pasadas. Incluso uno se puede percatar de que, en una sociedad tan globalizada y occidentalizada como la nuestra, existen algunas reminiscencias o patrones de ese paradigma (propio del sistema occidental) en sociedades no occidentales.
Como la cultura y la sociedad no son cosas rígidas sino que van mutando de forma progresiva a través del tiempo, una persona joven y una persona mayor no construyen su realidad a partir de la misma sociedad y cultura, sino desde una relativamente distinta, lo que quiere decir que no perciben la realidad exactamente de la misma manera, y lo cual es el origen del conflicto generacional.
Todos estos términos como «baby boomers«, «generación x» o «millennials» son básicamente formas de categorizar a la sociedad con respecto al paradigma de su tiempo. Tal vez sean un tanto arbitrarios, pero su mera existencia y uso explica que tenemos la capacidad de distinguir que los seres humanos crecemos bajo ciertos paradigmas típicos de nuestro tiempo.
Los jóvenes y los mayores caemos en el error de juzgarnos como asumiendo que todos operamos bajo el mismo paradigma, lo cual nos lleva a la contundente resolución de que el otro está mal y no comprendemos «cómo es que no entiende y agarra la onda», y como dice el Abuelo Simpson, si no entendemos esto, al crecer nos vamos a ubicar en el mismo dilema que los grandes a los que cuestionamos y nuestros hijos serán los jóvenes que nos cuestionarán.
Ciertamente, ambos paradigmas (el de los mayores y el de los jóvenes) no son completamente diferentes. No se trata de un rompimiento, sino que una es una derivación de la otra y la última no se termina de explicar sin la anterior (prueba de que no existe ese rompimiento por completo es la transmisión de valores de la gente mayor a la gente joven). Un paradigma es una acumulación histórica de conocimiento, de significantes, de conceptos, de valores que se someten al avance del tiempo, cuya mayoría permanecen pero algunos otros cambian.
Pero, aunque uno sea casi en todos los casos una derivación del otro, los paradigmas no serán lo suficientemente iguales como para que ambas generaciones puedan entenderse sin necesidad de comprender que no perciben la realidad de forma idéntica.
Y en una posmodernidad tan cambiante como la nuestra, donde el continuo cuestionamiento de los propios paradigmas se suma al vigoroso avance de las tecnologías que han modificado de manera abrupta los canales de comunicación y, por ende, la forma en que se transmite la información y los valores, hace que este contínuo y progresivo cambiar del paradigma sea más veloz y más agitado, con lo cual es muy posible que una generación se sienta aún más alienada con respecto de la otra.
Dicho esto, la única forma en que el joven y el mayor podrán entenderse es a partir de la empatía, de ponerse en el lugar del otro, de tratar, en la medida de lo posible, de entender el paradigma del otro y simular que están percibiendo la realidad a partir de éste.