Todos somos posmodernos

Ago 20, 2019

En la era posmoderna es difícil dejar de ser posmoderno. Ya nadie cree en los grandes relatos, sino que cada quien construye su propio relato personal para interpretar la verdad.

Todos somos posmodernos

Ana fue a misa el domingo. No siempre va, pero trata. El miércoles fue al Reiki porque estaba muy estresada tratando de terminar su tesis sobre la historia del liberalismo económico (que ella defiende a capa y espada) en México. La otra vez subió una imagen sacada de una fan page feminista que hablaba sobre el número de mujeres violentadas en el último año mientras leía a Séneca, un filósofo estoico con el que se ha identificado mucho.

El individuo de hoy ya no se explica el mundo por medio de una gran narrativa que le explique la realidad y le dé un sentido a su vida. Pareciera que a la gran mayoría de los individuos de nuestra época los metarrelatos le son insuficientes. Por ello es que, de forma pragmática, adoptan lo que le es conveniente de cada uno de ellos para formar su propio relato y así funcionar en el mundo. En este sentido Lyotard tenía razón cuando anunciaba el fin de dichos metarrelatos.

Para el individuo de nuestros tiempos ya no hay una verdad universal, sino verdades propias que arma a través de su experiencia, como si la realidad fuera algo parecido a un mueble armable de Ikea. Ya no existe un marco de referencia absoluto, sino que cada quien construye su mundo y lo que único que pervive como absoluto es la idea de la dignidad del ser humano y los valores esenciales que se desprenden de esta idea (por ejemplo, que robar o matar es malo, que ayudar al prójimo es bueno). Los grandes relatos como el liberalismo, el cristianismo o el marxismo ya han dejado de ser absolutos para los seres humanos (incluso para muchos de quienes dicen profesarlos). Así, el sujeto, de forma pragmática, toma un poco de aquí y un poco de allá para construir su propia realidad y desde ahí tratar de entender al mundo y funcionar en él.

Es como si esos metarrelatos ya no fueran suficientes para explicarse el mundo, como si el ser humano se hubiera percatado de que el mundo es lo suficiente complejo como para enmarcarlo dentro de ellos. Incluso los que dicen aborrecer el posmodernismo (aunque en realidad se refieran a los excesos de algunas corrientes filosóficas posmodernas) no son ajenos. Tomemos a un conservador católico que defiende una postura libertaria en el terreno económico. Las dos epistemologías pertenecen a dos metanarrativas distintas que en algún punto son incompatibles entre sí: ¿o quién se osaría a encontrar puntos de convergencia entre la filosofía de Ayn Rand y el personalismo característico de la doctrina católica del siglo XX? Esto sin ignorar las otras epistemologías a las que puede recurrir para explicarse otras cosas. Incluso figuras mediáticas como Jordan Peterson, quien arremete contra ese posmodernismo anteriormente mencionado, son posmodernas. Basta analizar cómo es que Peterson ha creado su propia narrativa a través de distintas influencias que parten de metanarrativa disímiles.

Por eso el individuo ya no tiene héroes como sí los tenían nuestros antecesores. No es que no admire a nadie, es que si bien sigue teniendo personas que lo inspiran, asume que ellos son o eran también imperfectos, los despoja de su aura mítica y los percibe como meros hombres de carne y hueso.

Por eso también es que se percibe que los partidos políticos se han vaciado de ideologías. Es ingenuo esperar que si el individuo ha dejado de explicarse la realidad por una gran narrativa, un partido no haga lo mismo. Basta a ver a los líderes más polémicos de nuestro continente como Donald Trump, Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro de Brasil quienes, a pesar de que a algunos les puedan parecer distintos, coinciden en ser posmodernos. Si bien, el pragmatismo es algo que ha sido constante y consistente dentro de la política, a diferencia de los políticos de antaño ninguno de ellos está sujeto a un metarrelato ni se definen como algo. El político en cuestión toma un poco de aquí y un poco de allá.

Paradójico también es que sea algún movimiento como el feminismo (al que en muchas ocasiones se le señala como posmoderno por la influencia que algunos de los filósofos llamados posmodernos tienen sobre algunos sectores de este movimiento) sea lo único parecido a un metarrelato que esté ganando relevancia (mientras insistimos en que el liberalismo y el cristianismo están en crisis, y que el comunismo ya es casi una mera reliquia). Pero ni siquiera es que el feminismo pretenda explicarse la realidad por completo como lo harían el cristianismo y el marxismo, por lo cual señalarlo de forma estricta como un metarrelato estaría muy a debate.

Lo que importa en nuestros tiempos es el pragmatismo, lo que importa es funcionar en el mundo, un mundo, como diría Bauman, muy líquido y cambiante, donde varios relatos confluyen a la vez como si distintas sustancias acuosas fluyeran por el mismo río, donde la única convicción que mantiene un punto de referencia es la idea de la dignidad humana.

Y para finalizar, no son pocos quienes dicen que se trata de una crisis, otros dicen que se trata de una suerte de progreso ya que añade una capa más de abstracción sobre la forma en que interpretamos la realidad. Tal vez ambas tesis sean ciertas de cierta forma. Estamos en un periodo de crisis porque al darnos cuenta de la vasta complejidad de la realidad nos ponemos de frente a un mundo caótico y cambiante que no entendemos. Es como la crisis de un adolescente que no sabe quién es, no se siente comprendido y se pelea con sus padres, que intenta emanciparse pero todavía no lo logra porque es presa de sus emociones.

En este caos percibimos todo como relativo porque todavía no entendemos el orden que está por encima de ese caos. En este sentido, sería ilusorio pensar que nuestra especie vaya a retornar de la posmodernidad a una etapa anterior. Más bien tendríamos que esperar lo contrario, que el ser humano supere la posmodernidad, no que retorne de ella. El adolescente no puede regresar a la niñez, tiene que convertirse en un adulto.