Mi escepticismo con el lenguaje inclusivo

Jul 13, 2019

Vivimos en una sociedad donde todavía hay discriminación hacia la mujer y hacia los gays, donde todavía existen conductas normalizadas y arraigadas. Pero, ¿es el lenguaje inclusivo la solución?

Mi escepticismo con el lenguaje inclusivo

Hace algunos años, en algunos círculos se comenzó a utilizar el «todas y todos» para referirse a un grupo de personas y así hacer énfasis en que éste está compuesto por mujeres y hombres.

Luego, para economizar (aunque solo en el lenguaje escrito y no el hablado) se comenzó a utilizar el arroba. Ej: tod@s. Pero el arroba cayó en desuso ya que solo se refería a mujeres y hombres y no se incluía a otras identidades de género. Entonces se optó por la x: Ej: todxs.

Evidentemente, estos cambios en el lenguaje, bienintencionados en la teoría posiblemente, se mostraron muy ineficientes. Pronunciar la palabra «todxs» es un gran problema. ¿Cómo se pronuncia o cómo se dice? ¿Todcs? ¿Todos y todas? ¿Todes? Y es un gran problema porque no solo rompe abruptamente con las reglas de la gramática, sino que hace todo mucho más complejo.

Luego llegó el «todes», donde se utilizaría la «e» para usar el idioma de forma neutra. Efectivamente es más eficiente que las otras propuestas anteriores porque ya hay una consonancia entre la escritura y la pronunciación, pero sigue siendo menos eficiente que el modelo original. Ello nos obligaría a utilizar tres géneros (masculino, femenino y neutro) en vez de dos (masculino y femenino) y a hacer muchas modificaciones a un idioma al que estamos habituados. Es decir, sigue haciendo más complejo un idioma como el español que ya de por sí se caracteriza por ser muy complejo.

El argumento para hacer estos cambios gramaticales es que nuestro idioma utiliza el género masculino como género neutro. Es decir, decimos «todos» para referirnos tanto a las mujeres como a los hombres. Se dice que ello reforzaría una cultura patriarcal (donde el hombre tiene es el género principal y la mujer el género secundario, o «el otro» como lo llamaría Simone de Beauvoir). Se argumenta que el lenguaje cambia la realidad y, por tanto, si implementamos un lenguaje más inclusivo, ello se va a reflejar en la práctica. De aquí se desprenden los siguientes problemas:

El primero es el que ya mencionamos, el de la practicidad y la eficiencia. El lenguaje no es rígido, evoluciona con el tiempo y generalmente lo hace por cuestiones de practicidad. El problema es que los modelos inclusivos propuestos hasta la fecha son más complejos y menos prácticos. Esto es un gran problema porque dentro de todas las causas sociales son los modelos prácticos y eficientes los que sobreviven. Hace unos meses expliqué el distinto resultado de las dos grandes propuestas de la Revolución Francesa para transmitir los valores republicanos: el sistema métrico decimal y el calendario republicano. El primero se popularizó tanto que lo utilizan casi todos los países del mundo. El segundo fue eliminado por Napoleón porque era poco práctico y no podía exportarse a otros países (ya que su configuración del calendario tomaba las particularidades de Francia).

El lenguaje inclusivo es promovido desde distintas instancias e incluso algunas organizaciones lo utilizan. Sin embargo, no parece usarse más allá de esas mismas instancias o por quienes están comprometidos con las causas que lo promueven (movimientos feministas, colectivos LGBT+ etc). Si pudiera hacer una comparación, alguna referencia o algo parecido a un test A/B, podría referirme al «holi» que muchos jóvenes han comenzado a utilizar informalmente ne lugar del «hola». A diferencia del lenguaje inclusivo, el «holi» se ha popularizado sin necesidad de recursos o promoción alguna, es una moda que se ha propagado de forma orgánica, algo con lo que el lenguaje inclusivo ha tenido muchas dificultades.

La eficiencia no es el único problema. También es cuestionable su efectividad para lograr modificar en la práctica las estructuras sociales y las conductas para aspirar a una mayor equidad de género e integrar a personas con otras preferencias sociales dentro del ethos social. Turquía no es una nación reconocida por ser campeona en equidad de género, la cultura nipona tampoco parece destacarse por ello. y se encuentra muy rezagada en comparación con la mayoría de los países desarrollados, y esto a pesar de que ambos países coinciden en que sus lenguas tienen género neutro.

Si bien en nuestro idioma el masculino se utiliza como género neutro, es cierto que también hay algunas palabras femeninas para referirnos a un conjunto de personas sin distingo de su sexo (en el entendido de que en nuestro idioma los sustantivos tienen género). Hablamos de «la sociedad», «la humanidad», «la organización», «la patria».

¿Es posible discriminar a alguien con el uso del lenguaje? Evidentemente sí. Pero no es lo mismo el uso del lenguaje que la estructura gramatical. El uso del lenguaje deriva de la forma en la que pensamos y nuestras actitudes. Básicamente el lenguaje en sí no es el problema, sino nuestros pensamientos y nuestras actitudes mismas. El problema no es que el masculino sea el género neutro, sino que invisibilicemos a las mujeres o las discriminemos con nuestros actos. Hay prácticas que sí se podrían cambiar y que no tienen que ver con la estructura gramatical sino con el uso de conceptos, por ejemplo decir «ser humano» en vez de «el hombre» a la hora de referirnos a nuestra especie en el entendido de que con «el hombre» se puede entender solamente al género masculino.

A mi parecer, no es la estructura del idioma la que modifica la realidad. Es la realidad la que termina modificando su estructura por cuestiones de eficiencia. Muchos de los eufemismos que utilizamos y el desgaste que muchas veces sufren con el tiempo puede ser prueba de ello (en muchos casos terminan adquiriendo el tono peyorativo que tenía el significante original que sustituyeron) ya que nos servimos del lenguaje para expresar lo que expresamos y sentimos, y si nuestros prejuicios no cambian, no nos detendremos por la inclusión de un eufemismo, sino que terminaremos corrompiéndolo como lo hicimos con la palabra original.

¿Hay equidad de género en la actualidad? No. todavía no llegamos a ello y falta un gran tramo por recorrer ¿Existen todavía conductas normalizadas que afectan a la mujer? Sí. ¿Hay discriminación hacia personas del mismo sexo? También. ¿El cambio de la estructura gramatical abonará a combatir esos problemas? Sobre ello es sobre lo que guardo cierto escepticismo.

En un mundo libre, no le puedo decir a la gente que use lenguaje inclusivo o no (ni es mi intención siquiera), respeto el derecho de las personas a usarlo así como espero respeto a mi derecho a opinar. Simplemente dudo de su eficacia, aunque comparto los fines que busca (Ia equidad de género y la inclusión de personas con otra orientación sexual en la sociedad). En este sentido, si con el tiempo logra socializarse una suerte de lenguaje inclusivo o algo parecido de tal forma que termine siendo norma de la lengua, ello será entonces resultado de los cambios sociales a los que el lenguaje se adaptó para hacerse más eficiente, no al revés. Al final, el lenguaje termina modificándose de forma progresiva y orgánica para responder a las necesidades de una sociedad dada que habla dicho idioma.

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