Las elecciones me tienen hasta la madre

Jun 22, 2018

Creí que estaría muy entusiasmado dando cobertura a las elecciones conforme se acercara el día, pero ha sucedido lo contrario. A continuación narraré qué es lo que hace sentirme así.

Las elecciones me tienen hasta la madre

Quiero confesar algo a mis lectores: estoy hasta la madre de las elecciones.

Hasta hace unos meses, pensé que en las últimas dos semanas iba a estar escribiendo constantemente sobre el tema, de forma apasionada, una y otra vez, para compartir mis lecturas sobre el proceso electoral. Pero si ustedes se fijan, mis dos últimos artículos ni siquiera trataron de ello. 

En realidad, me ocurre constantemente que cuando quiero escribir algo sobre las elecciones no tengo idea sobre lo que pudiera hablar. Tal vez porque ya analicé demasiado a los candidatos, porque ya hice lo propio con el entorno que rodea a las elecciones, porque siento que ya no hay nada relevante que aportar (y no tiene que ver con capacidades, sino que, día a día, vemos más de lo mismo).

Creo que mucho tiene que ver la calidad de las candidaturas a la presidencia que tenemos. Muchos de nosotros no estamos entusiasmados con ninguno de los candidatos. Algunos están pensando en ejercer el voto útil, a otros nos comienza a pasar por la cabeza incluso la idea de anular el voto. Muchos queremos un cambio y estamos hartos del sistema político actual, pero las opciones que pretenden representarlo (como Ricardo Anaya y López Obrador) dejan muchísimo que desear.

Partimos de ahí, de que, a diferencia de las elecciones pasadas, no hay algún elemento que entusiasme. En 2000 era el cambio de régimen (que terminó decepcionando a muchos, ciertamente); en 2006 lo que conmovió fue la cerrada batalla entre AMLO y Felipe Calderón; en 2012 fue el surgimiento del movimiento #YoSoy132 para protestar contra lo que se venía con el PRI. En 2018 no hay nada, y no lo hay porque tenemos una clase política totalmente desprestigiada a la cual remata esa crisis de representatividad que se propaga por todo Occidente.

Las elecciones se han vuelto muy predecibles. Era predecible que los opositores de AMLO (sobre todo el PRI) fueran a lanzar una campaña de guerra sucia y era predecible que no fuera a funcionar porque estas elecciones trataban sobre un profundo hartazgo y no sobre el miedo. Tal vez la parte más llamativa (si pudiera llamarse así siquiera) fue la guerra entre Anaya y Meade-PRI-Gobierno, pero no era una batalla con el puntero, sino una entre el segundo y el tercer lugar. Hasta el casi inminente triunfo de AMLO se veía predecible. Desde hace tiempo había comentado en este espacio que si ningún partido postulaba a un candidato honorable que representara una ruptura con el ethos político actual, López Obrador no tendría problemas para ganar la elección. 

Los formatos de debate mejoraron bastante, ciertamente, pero no la calidad de los candidatos a los que les quedó grande el escenario. Los formatos novedosos solo sirvieron para exhibir la pobreza de los candidatos que tenemos, quienes prometen hasta lo que no porque no conocen otra forma de llamar la atención de sus electores. Hemos visto a candidatos con tan poca sustancia que las bromas y las mofas son lo que más queda en nuestro recuerdo. Hemos visto a cierto sector de la clase intelectual despojarse de su espíritu crítico para aferrarse ciegamente a un candidato, aunque para ello tengan que torcer la realidad. 

El bajo nivel discursivo del debate, tanto por los candidatos, los estrategas de campaña e incluso los electores, es otra razón por la cual las elecciones me tienen hasta la madre. Ver las redes sociales llenas de fake news que muchos se creen a pies juntillas, los rumores falsos, las mentiras y las calumnias, termina por ser cansado. En unas elecciones se definen muchas cosas y parece que nuestro país no está a la altura de su propia circunstancia.

También es frustante ver la tremenda polarización a cambio de nada, por unos candidatos que poco representan a los ciudadanos. En mi particular punto de vista, me frustra ver cómo personas pierden amigos o se agreden por candidatos a quienes no les importan más allá del voto que van a emitir. Es frustrante la corrección política que parece fomentarse dentro de las discusiones donde criticar a un candidato te garantiza una lluvia de juicios de valor hacia tu persona.

Estas elecciones no entusiasman. Creo, porque muchos reconocemos, que cualquiera que sea el resultado de las elecciones, los problemas de nuestro país van a cambiar más bien poco. Tal vez nos terminemos dando cuenta que es iluso aferrarse a un simple cambio de mando para esperar un cambio.