Lée esto antes de decirle pendejo al que no va a votar como tú Pt 2

May 27, 2018

Las propuestas por sí mismas no impactan en las elecciones. Son más bien las emociones que ellas evocan y la narrativa que nos cuentan lo que determina la intención de voto.

Lée esto antes de decirle pendejo al que no va a votar como tú Pt 2

Te recomiendo encarecidamente leer la primera parte de este artículo si no lo has hecho. Dale click aquí. 

Habiendo dicho todo lo que dije en la primera parte de este artículo, que un voto no sólo representa para el individuo un simple voto sino que, además, representa una forma de reafirmación de sus creencias y valores, entendemos que, en muchos casos, el elector estará poco dispuesto a cambiar su preferencia. 

Quienes cambian su preferencia suelen ser aquellos que piensan que ningún candidato termina de representar sus creencias y valores de forma suficiente y mucho más que los otros. Es en estos casos cuando la gente puede estar más dispuesta a revisar y analizar las propuestas de gobierno y que estas terminen marcando una diferencia. Pero eso no significa que siempre lo hagan así, ya que lo que puede terminar determinando su voto es alguna estrategia de campaña que termine moviendo su emoción.

Las propuestas por sí solas no ejercen casi influencia alguna sobre el elector, más bien lo hacen en la medida en que estas sean capaces de transmitir una emoción, un valor o ideario al elector. Recortar los servicios de salud a la mitad no le dirá nada hasta que se imagine en su cabeza (o que le cuenten) cómo podría sufrir al no seguir recibiendo el tratamiento que recibía en las instituciones públicas. Las propuestas de un candidato en su conjunto suelen generar una narrativa que, a la vez, le da sustancia y lo define, ya que a través de estas elector puede determinar a dónde quiere llegar o qué afinidad política tiene el candidato. Y si esta «sustancia» empata con las creencias y valores de un sector del electorado, se traducirá en votos en las urnas. 

Ricardo Anaya y López Obrador, en este sentido, le dan un trato muy diferente a las propuestas, lo cual nos explica por qué aparecen como aparecen en las encuestas. Varias de las propuestas de Ricardo Anaya pueden parecernos sensatas, pero su equipo de campaña ha tenido dificultades para traducirlas en emociones y, peor aún, no nos cuentan una narrativa creíble: nadie sabe quién es Ricardo Anaya a través de sus propuestas. Con López Obrador sucede lo opuesto, podemos cuestionar la validez de sus propuestas pero en su conjunto (sí, incluyendo las más absurdas como lo es la cancelación del aeropuerto) sí crean una narrativa sólida: de un López Obrador que se presenta como antisistema y como la opción de cambio ante un régimen de corrupción como el actual. La gente no quiere datos, quiere emociones. 

Si el individuo fuera enteramente racional como algunos sugieren, diseccionaría las propuestas, le daría un valor a cada una de ellas, las pondría en una balanza y determinaría, con base en una evaluación o puntaje final, quien es el candidato idóneo. Pero esto no sólo no sucede así, sino que este ejercicio sólo podrían hacerlo aquellos individuos con alguna psicopatía o algún impedimento para tener emociones. Es imposible que nuestras creencias, nuestros valores y nuestro estado de ánimo no afecten nuestra intención de voto.

Esperar a que la gente sea completamente racional a la hora de elegir su voto (con la connotación que se le da) y analice las propuestas a profundidad, es como si se nos apareciera un tigre y, en vez de asustarnos y correr, nos pusiéramos a evaluar los pros y los contras de las acciones que podríamos realizar. 

Las emociones juegan un papel muy importante cuando los candidatos nos transmiten las propuestas. Las propuestas de AMLO no sólo generan incertidumbre en un sector por los errores en el planteamiento de varias de ellas, también están acompañadas de una oratoria muy torpe y lenta que refuerza la impresión de que sus propuestas están mal planteadas. La propuesta de la Renta Básica Universal de Ricardo Anaya es un gran ejemplo de esto que digo: su propuesta no tiene mucho sustento ya que es una medida de la cual sólo se han hecho pruebas piloto en sectores muy específicos de algunos países, pero además las cuentas no cuadran. Si López Obrador la hubiera propuesto se hubiera reforzado la idea de que es un demagogo que no sabe nada de economía, pero ésta no generó tanta incertidumbre ya que Anaya fue elocuente al comunicarla, casi como si se tratara de algo novedoso o sofisticado. La medida fue criticada por varios expertos pero no necesariamente por el grueso de la población. Hoy, nadie está pensando en «no votar por Anaya» porque su propuesta nos podría llevar a una crisis económica. 

Pero justamente este mismo ejemplo es muy bueno para explicar por qué una propuesta, si no tiene un contenido en general, no tiene impacto. La propuesta no generó reacciones negativas porque la elocuencia de Ricardo Anaya logró disfrazar sus carencias, pero tampoco logró generar reacciones positivas porque Anaya nunca logró subirla al terreno de las emociones, todo quedó en un terreno racional, como si un académico estuviera explicando a sus alumnos por qué cierta política es útil. 

La narrativa que crean los candidatos es la que genera que muchos electores simpaticen con ellos o los desprecien (como suele ocurrir con López Obrador en ambos casos). Como los individuos no somos iguales, no pensamos todos de la misma forma y no compartimos exactamente los mismos valores, no todos haremos el mismo juicio de una misma narrativa. Algunos valorarán más el sentimiento de esperanza en el discurso de López Obrador en tanto que otros tenderán a preocuparse por la incertidumbre. Algunos se preocuparán más por la demagogia de AMLO que por la falsedad que transmite la narrativa de Anaya o viceversa. 

La misma narrativa nos explica por qué los embates hacia López Obrador no afectan mucho en las encuestas. Después de más de 12 años de campaña, López Obrador ya tiene una narrativa definida y los electores ya se hicieron una idea clara de ella. Además, AMLO tiene la suerte de que esa narrativa embone con el contexto actual de hartazgo y resentimiento hacia el gobierno. En cambio, Ricardo Anaya y Meade están obligados a construirla dentro de las mismas elecciones pero no han sabido cómo (a Meade le afecta sobremanera el lastre llamado PRI que lo limita y Anaya no ha encontrado la fórmula). Pero la narrativa no es una simple estrategia de publicidad, la mercadotecnia ayuda a venderla, a ponerle un empaque atractivo y a enclavarla dentro del contexto actual mas no a crearla (es muy evidente cuando es creada y diseñada de forma artificial por publicistas o estrategas políticos). La narrativa, decía, proviene de las propuestas que, a su vez, provienen de las ideas, y damos por sentado que las ideas nos hablan de las convicciones y las creencias del candidato.

La narrativa empata con la esencia del candidato (lo cual tiene que ver con su historia tanto personal como política, su personalidad y, a veces, hasta con su lenguaje corporal y su forma de expresarse) y si no lo hace, entonces pierde credibilidad. 

Como decía en la primera parte, que necesariamente estén entremezcladas subjetividades y emociones no implica que no podamos ejercer un voto más informado. Las mismas emociones incluso, bien entendidas, podrían ayudarnos a ello. Hay qué hacer el ejercicio opuesto, bajar las emociones al terreno de la razón, entender por qué cierto candidato evoca ciertas emociones. Las emociones no son un defecto o algún lastre, por el contrario, tienen una función y nos pueden servir como una guía, así como lo ocurre en nuestra vida diaria. No se trata de eliminar la emoción frente a la razón, sino de complementarlas y de hacer que una sirva a la otra.

Si un candidato te causa repulsión, podrías preguntarte exactamente por qué. Puede ser que lo percibas como una figura corrupta y eso te cause molestias, pero luego podrías preguntarte ¿cuáles son los argumentos por los cuales lo percibes de esa forma? ¿Tienen sustento esos argumentos? Un ejercicio de empatía hacia las emociones y argumentos de los demás también podría ayudarte a ejercer un voto más informado porque de esa forma puede que conozcas información que antes siquiera habías considerado y tendrás más elementos para hacer un juicio.

Eso no hará que todos «descubran» que un candidato sea la mejor opción de forma unánime. No sólo porque, en muchos casos, es más difícil y complejo determinarlo de lo que pensamos, sino porque los elementos subjetivos (aquellos determinados por las creencias, la historia de vida o hasta la genética) no pueden deshacerse del todo. Pero este ejercicio sí hará que tengas más posibilidades de hacer una buena elección.

Porque créeme, hasta los más doctos y cultos se han llegado a equivocar a la hora de apoyar a algún candidato o movimiento. Y no por equivocarse son «unos pendejos».