Cuando los urbanistas de finales de siglo XIX e inicios del XX terminaron de trazar las calles y avenidas de varias de las ciudades más importantes, nunca pensaron en que el automóvil iba a convertirse en un medio de transporte masivo accesible a las masas. Ellos pensaron que éstos serían utilizados solamente por las clases más acomodadas mientras que la mayoría de la gente lo haría por medio del transporte público (tranvías, autobuses, y demás). Inesperadamente llegó Henry Ford con su mítico Ford T, quien inició la fabricación de autos en serie, lo cual redujo considerablemente los costos de los automóviles, y así, muchas personas pudieron comprar el suyo.
Los urbanistas no lo previeron. A partir de ahí, más como medida correctiva y de improvisación, trataron de solucionar el problema. Freeways, segundos pisos, nodos viales. Había que buscar la manera de que todos los autos cupieran en la ciudad. El automóvil era el rey y el «motor del progreso», las automotrices y las petroleras veían como sus ingresos se disparaban. Parecía ser un contrasentido restringirlo. Las ciudades se tenían que adaptar a los autos, no los autos a las ciudades.
Después, los urbanistas toparon con pared.
A partir de 1973, producto de la crisis petrolera, aparecieron las primeros intentos para desincentivar el uso del automóvil en favor de otros medios de transporte. Fue hasta 1994, en ciudades como Reikiavik (Islandia), Bath (Reino Unido) y Le Rochelle (Francia), donde se implementó por primera vez el día mundial sin automóvil, iniciando así un cambio de una cultura centrada en el automóvil, a otra que opta por transportes alternativos.
Varias ciudades han decidido desplazar al auto como medio principal de transporte. Sobre todo aquellas ubicadas en Europa, donde estacionamientos públicos se han convertido en parques. Londres decidió cobrar un impuesto a los automóviles que decidieran ingresar a las zonas céntricas de la ciudad. La torre más alta de esa ciudad, The Shard, tan solo tiene 48 cajones de estacionamiento para más de 70 pisos. Ciudades de España y Corea del Sur han dinamitado sus freeways para construir ahí parques públicos. Muchas otras han instalado sistemas públicos de bicicleta y han mejorado su transporte público, tanto en calidad como en cobertura.
Esas ciudades entendieron que el automóvil ya no podía ser el rey. Estrés, tráfico, contaminación, traslados más extensos, disminución en la calidad de vida. Entonces decidieron desincentivarlo, y hacer «más ciudad» con esos espacios. Es decir, bajar a la gente del auto para crear ciudades más vivibles.
El #DiaMundialSinAuto tiene ese propósito, el de crear una cultura que se aleje del «autocentrismo». Lamentablemente los pocos que dejan el automóvil ese día son los políticos.
Mientras que las políticas públicas para desincentivar el uso del automóvil siguen siendo tímidas, todos los días, en las principales ciudades de México, el #DíaMundialSinAuto sirve para que los políticos se den baños de pueblo. Todos los 22 de septiembre, los políticos más prominentes, alcaldes, gobernadores, o quienes ven la campaña electoral cerca, se bajan del auto por un día y se trepan al camión, no sin olvidar su ejército de fotógrafos, community managers, y de seguridad, los cuales deben de estar siempre detrás de la escena. Que se vea que detrás del alcalde hay una señora que carga su bolsa de naranjas. -quítese la corbata, señor alcalde, para que se vea que es de pueblo-.
En la vida real, las políticas públicas implementadas con el fin de desincentivar el auto en México tienden a ser producto de la presión de la sociedad civil. Las vías recreativas que se establecen los domingos en algunas ciudades importantes del país, los servicios de bicicleta pública, y las ciclovías, fueron en gran parte idea de ciudadanos que decidieron «importar» modelos de otros países. En realidad, siguen siendo escasas las estrategias iniciativa de los gobiernos (ya que ellos los diseñen o que contraten a un grupo de expertos).
Los políticos se toman la foto. Pero en realidad, pocos de ellos han impulsado programas que desincentiven el automóvil en la ciudad. Las principales ciudades como la CDMX, Guadalajara y Monterrey sufren de problemas de tráfico que indice desfavorablemente en la calidad de vida de los ciudadanos. Los gobierno no han hecho lo suficiente, y tampoco han hecho mucho para sensibilizar a una población que sigue pensando que los automovilistas tienen más derechos y que son capaces de organizarse para evitar la construcción de una ciclovía.
Las fotos de los políticos en el camión o en la bici son muchos, las políticas públicas no son tantas. En cuestión de movilidad falta muchísimo para hacer. Máxime cuando se sigue pensando que el transporte público es para «los jodidos», y que algunos sectores acomodados de la sociedad no están dispuestos a compartir asiento con «la raza».