Conforme evolucionamos como sociedad, las prioridades cambian. Cuando una necesidad ha quedado satisfecha, se necesita saciar otra ulterior. Los humanos nunca vamos a terminar de vivir en el proceso de la satisfacción de alguna necesidad, porque básicamente le da sentido a nuestras vidas y es parte de la supervivencia de nuestra especie.
La famosa pirámide de Maslow que tantas veces nos repitieron en la escuela es un ejemplo de lo que trato de explicar. Si tus necesidades primarias de alimentación han quedado satisfechas, luego entonces tienes que satisfacer tus necesidades sociales y luego entonces, tu necesidad de autorrealización.
Una porción de los seres humanos ya hemos satisfecho nuestras necesidades primarias: tenemos comida, techo, tenemos amigos, tenemos un sueldo, nos sentimos aceptados en un grupo social. Entonces se vuelve importante tratar de satisfacer otras, entre ellas está preocuparnos por nuestros semejantes, por medio de donativos a quienes han sido víctimas de un desastre natural o participando en organizaciones civiles. De la misma forma nos volvemos más conscientes de nuestro entorno. Nos preocupamos por la naturaleza y por la fauna. Suena paradójico, pero vivimos en una época donde hemos tomado más conciencia por nuestro entorno que nunca.
Si crees que nuestros antepasados, quienes eran nómadas y se organizaban por medio de tribus, coexistían armoniosamente con la naturaleza, estás muy equivocado. De hecho, cuando el homo sapiens se extendió dentro del mapa mundial, devastó lo que encontró a su paso y modificó ecosistemas. Abundan hallazgos arqueológicos que lo dejan patente. Cuando nuestra especie llegó a lo que ahora es Australia, acabó con la mayoría de las especies que se encontraban ahí. Y toda esa devastación se hizo «a mano» (con manos flechas y palos), no contábamos con tecnología alguna en ese entonces.
Gracias a que gran parte de nuestras necesidades primarias están satisfechas, podemos preocuparnos por los que no lo han hecho, podemos enviar donativos para acabar con la malaria en África, o podemos adoptar un niño de algún otro país que se encuentra en condición de pobreza. Voy más allá, somos capaces de crear movimientos para proteger a nuestra naturaleza y nuestro entorno. Esto no existía en esa prehistoria que muchos anhelan e idealizan. Nuestros antepasados se tenían que preocupar por sobrevivir.
Pero dentro de estos progresos producto de nuestra evolución como especie, hay causas que se pueden desvirtuar, al punto de querer colocar a otras especies al mismo nivel que el del ser humano, o incluso por encima.
Ninguna persona en sus cinco sentidos y que tenga una psique sana puede negar que debemos respetar nuestro entorno. Una persona que golpea a un perro y se congratula de ello es una persona que seguramente tiene algún desorden mental, y es una persona que tiene más posibilidades de ejercer violencia sobre otra. Una persona normal no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de un perro, un caballo, o un gato.
Pero cuando estamos hablando de derechos, estamos hablando de otra cosa. Un animal no puede tener derechos.
Y no puede, porque para tener, valga la enorme redundancia, derecho a «tener derechos», se debe ser parte de una comunidad que vive bajo un contrato social. Cuando una persona vive en una comunidad, acepta perder ciertas libertades (como la libertad de matar, robar o lastimar la integridad de otra persona) a cambio de la adquisición de ciertos derechos, de tal forma que un conjunto de personas pueda coexistir pacíficamente dentro de una comunidad y le sea más conveniente integrarse a ésta.
Los derechos son parte de ese contrato social, el individuo sabe que los tiene y puede exigir que se le respeten. Pero al mismo tiempo, sabe que bajo ese contrato social tiene obligaciones, como no afectar los derechos de terceros, pagar impuestos, entre otros.
Un animal, por ejemplo, un perro, no puede tener derechos en tanto no está sujeto a contrato social alguno. Si un perro muerde a otra persona o se roba las croquetas del perro vecino, no hay ley alguna que haya infringido (naturalmente un perro que sea peligroso puede ser «dormido» con el único fin de que no ponga en riesgo la integridad de las otras personas), no tiene que pagar impuestos. El perro se limita a obedecer a su amo, pero lo hace por instinto.
Nuestros antepasados no fueron amigables con el entorno, por el contrario, a su llegada, destruyeron ecosistemas y desaparecieron muchas especies.
No sólo eso, el perro no es consciente de «sus derechos», ni mucho menos sabe que tiene obligaciones. El perro actúa por instinto, el perro no tiene la capacidad de votar ni de dar su opinión sobre los derechos u obligaciones que se le han adjudicado. Cierto, un bebe no es consciente de sus derechos, pero éste vive bajo la tutela de sus padres (que responden por él) quienes se encargarán de procrear al niño que crecerá, y se convertirá en un ciudadano sabedor que vive en una comunidad que se rige por medio de un contrato social.
Cierto que hay animales como los chimpancés y los delfines que tienen altas capacidades cognitivas, y tienen, de acuerdo a científicos, algún modo de conciencia. Pero es una conciencia muy limitada comparada a la de los seres humanos. Por ejemplo, un chimpancé puede comunicarse con otro y por medio de símbolos y sonidos decirle «cuidado, viene un león», también puede solucionar problemas matemáticos simples. Pero el Chimpancé no es capaz de desarrollar un lenguaje complejo y entenderlo. Un chimpancé no se puede sentar en la mesa para hablar derechos o leyes. El chimpancé tiene alguna forma de conciencia, pero no es consciente de su derechos u obligaciones tal y como nosotros los concebimos.
Tampoco es necesario que un animal tenga «derechos» para que el ser humano respete su integridad. Claro que se pueden poner penas a los humanos que atenten la integridad de animales como perros o gatos. Claro que se puede evitar la cacería y matanza discriminada de animales. El problema no es el fin que buscan estos movimientos con los derechos que pretenden darles, que básicamente es que estos seres vivos gocen de una mayor protección, el problema son las formas, el problema es querer tratar de subir a los animales al nivel de los humanos.
La verdad es que ninguna especie hace eso. Una especie por naturaleza protege antes a los suyos que a los demás, a quienes cuya cadena de ADN es más similar a la propia. Por la misma razón por la que los humanos tendemos a preocuparnos más por nuestra familia nuclear que por nuestros primos, y más a nuestros primos que a la gente desconocida.
Eso, claro, no significa que tengamos que devastar a la naturaleza como lo hemos venido haciendo. Tenemos que aprender a respetarla.
Pero en pleno siglo XXI hay muchos seres humanos que viven en condiciones de esclavitud, personas que no tienen derechos, o personas cuyos derechos no se le respetan. Es un contrasentido dotar a otra especie de derechos sin tener siquiera la capacidad de garantizar los nuestros.
Por eso, antes de hablar de derechos de los animales, o catalogar como «personas no humanas» a ciertas especies como los delfines o los chimpancés con el argumento de que tienen una mayor inteligencia que las demás especies y poseen algún modo de conciencia, tenemos que hablar de nuestros derechos, de los derechos de muchos que son violados día a día, personas asesinadas por su forma de pensar, por su creencia religiosa o su preferencia sexual; personas que son privadas de la libertad, que son utilizadas como mercancía sexual dentro de redes de tratas de personas.
Estoy de acuerdo en que debemos proteger a la fauna y debemos de ser respetuosa con ella. Pero en cuanto a derechos hay prioridades, y de acuerdo a la naturaleza, la prioridad de la especie, es la especie misma.