Después del polémico infomercial gubernamental que se aventaron Andrea Legarreta y Raúl Araiza, las críticas no han dejado de llover. Ciertamente, el diagnóstico en lo general que hicieron de la devaluación del dólar (leyendo el teleprompter) no fue del todo desacertado: No erran al decir que nuestra moneda se ha depreciado mayormente por razones externas a nuestro país. El problema a mi parecer no fue el diagnóstico, sino el énfasis que le dieron, donde menospreciaron los efectos negativos y encumbraron los positivos hasta el exceso con el fin de que el Gobierno saliera bien parado. Eso molestó a la sociedad, agregando a ésto el hecho de que era de notarse que no tenían el mínimo dominio del tema.
Lo más penoso fue la reacción de Raúl Araiza a la hora que lo entrevistaron para que diera su punto de vista sobre las críticas. Y no, la intención de este artículo no es hablar de chismes de lavadero, sino que más bien pretendo tratar de explicar ciertos mitos y paradigmas, aprovechando esta circunstancia. El «chínguele más» de Raúl Araiza, como respuesta a los cuestionamientos de la persona que lo entrevistaba, refleja mucho de esos paradigmas que tenemos dentro de nuestra sociedad. Es decir, Raúl Araiza asume que el tiene más dinero que los demás, porque básicamente, los demás son flojos. Su «diagnóstico» no sólo es errado, es insensible. El problema es que en así piensan muchos, y algunos de ellos son tomadores de decisiones que influyen en la vida política del país.
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Para desmentir éste argumento en lo general, voy a traer a colación la siguiente tabla. Aquí podrás ver el número de horas diarias que trabajan los habitantes de los países miembros de la OCDE, conformado casi exclusivamente por países desarrollados, y al cual nosotros logramos entrar porque en tiempos de Salinas se creyó que nuestro país iba directo al desarrollo. ¿Qué logras deducir de esa gráfica?
La respuesta es obvia. En México le «chingamos más» que en todos los países desarrollados. Nuestro país no está necesariamente atrasado porque esté conformado por «habitantes güevones», lo está por muchos problemas estructurales producto de malas decisiones que se han tomado a través de la historia, por paradigmas culturales (que pueden ser causa o efecto de dichos problemas estructurales), por un mayor índice de corrupción, impunidad, baja productividad, atraso tecnológico, rezago educativo, la dependencia a los rescursos naturales como el petróleo. En resumen, se trata de un problema multidimensional que no puede reducirse al mito del mexicano durmiendo en un nopal.
Es cierto que en México hay mucha gente mediocre, pero eso no es privativo de alguna clase social. Tan lo es el pobre que duerme en una hamaca, como lo es el junior que dilapida los recursos de su papá en fiestas, mujeres y drogas.
Si bien, tenemos que considerar que el esfuerzo es una virtud muy importante si se quiere trascender en la vida, también tenemos que admitir que no es el único factor. En su libro «Outliers«, el sociólogo canadiense Malcolm Gladwell, pone entredicho el arquetipo del self made man estadounidense, el cual presupone que sólo con base en esfuerzo y tenacidad, los norteamericanos de éxito han construido su propia vida y han emergido desde abajo para crear un capital importante y sobre todo, un nombre.
Si bien, una constante en la biografía de estos personajes es el esfuerzo (Bill Gates, Steve Jobs), a éste se tuvieron que sumar varios hechos circunstanciales para que lo pudieran lograr. Por ejemplo, los recursos que tuvieron a la mano (buena educación, personas clave que conocieron de forma fortuita). Incluso Bill Gates tuvo la fortuna de nacer en 1955, ni muy viejo para comenzar su vida productiva cuando las tecnologías de la información todavía no irrumpían, ni muy joven como para insertarse en la vida laboral cuando dichas tecnologías ya tenían la suficiente madurez. Curiosamente tanto él, como Steve Jobs, y demás entrepreneurs que construyeron las empresas de software más importantes tienen casi la misma edad. El timing fue importante.
Bill Gates también tuvo la fortuna de asistir a Lakeside, una escuela privada en Seattle que tenía su propia computadora de nueva generación (cuando las demás escuelas, tenían ordenadores arcaicos de tarjetas donde era mucho más lento y difícil programar) donde pudo practicar por horas. Sin esa circunstancia, muy posiblemente no habríamos escuchado de Bill Gates.
Ahora regreso a México. Muy posiblemente en casa de tus papás tienen o tuvieron una señora del aseo viviendo en tu casa como mínimo 5 días a la semana. Su vida consiste en estar en tu casa limpiando toda tu mugre durante 8 horas al día. Mientras tú tomas pastillas multivitanímicas para no dormirte mientras estás pegado a la pantalla, o mientras conduces para ir a visitar a un cliente porque sientes que no tienes la suficiente energía, una señora del aseo hace trabajo físico durante tu misma jornada laboral, cuando mínimo. Ella no tiene motivación alguna para «ascender» y trabaja porque tiene que hacerlo; su trabajo es monótono, rutinario, aburrido, y sobre todo es muy cansado. Te reto a que intentes hacer una jornada de limpieza en tu casa, lavando y trapeando todas las recámaras, cocines 3 veces y laves la ropa.
¿Quieres que sea sincero? Posiblemente muchos no podríamos ni física ni mentalmente con un trabajo así. Así que por el esfuerzo no va. Realmente, si hablamos de desgaste, una muchacha «sí le chinga».
Si conversas con la muchacha, si analizas la ortografía y la redacción que ella tiene, y te platica de sus aspiraciones, verás que la diferencia entre ella y tú muy posiblemente no radique en la cantidad de esfuerzo invertido, sino tanto en las oportunidades como en los paradigmas que ella tiene debido a la educación que ha recibido y a los condicionamientos culturales propios de su clase social.
Sí, me ha tocado ver a señoras del aseo flojas, pero igualmente me ha tocado ver a personas en una posición acomodada que son igual de flojas, y se permiten vivir en la opulencia. Naturalmente una persona floja tiene más posibilidades de descender en el escalafón social, mientras que una persona que se esfuerza tiene más posibilidades de ascender en él. Pero ahora vamos a ver estas dos gráficas:
Esta tabla trata sobre la movilidad social en México:
Y estas dos, nos hablan de la movilidad social de nuestro país comparada con otros países:
Fuente: (Fundación ESRU)
Empezaré explicando la primera: en los valores de la izquierda aparece el índice socioeconómico del hogar de origen de una persona (es decir, el hogar de sus padres) que está dividido en quintiles (que es la mejor manera que existe en la actualidad para explicar la desigualdad, por encima del tan usado coeficiente de GINI), y en los valores superiores aparece el índice socioeconómico actual de dichas personas.
Tan sólo la mitad de la gente que se ubica en el nivel más bajo, logra subir a otro quintil y la mayoría sólo sube uno. De igual forma, los que crecen dentro del quintil superior (los más ricos), se mantienen ahí, y si caen, generalmente lo hacen sólo al quintil inmediato inferior. La movilidad social en nuestro país es baja, sobre todo cuando hablamos de los extremos: Los pobres no tienen los recursos suficientes para poder prosperar, mientras que varios de los más ricos lo siguen siendo porque parte nuestras élites se alimentan de condiciones monopólicas (tanto en el sector público como privado) más que de un entorno altamente competitivo. En cambio la clase media, que suele no tener tantos privilegios, pero a la vez tiene recursos suficientes como para competir, puede moverse de forma más fácil de un escalón a otro (aunque aún así, la movilidad sigue siendo rígida). Y sabe que si no quiere quedarse rezagada «le tiene que chingar».
La segunda y tercera gráfica las coloqué para poner los resultados de la primera en contexto, donde se muestra que en México tenemos una menor movilidad social que en otros países donde más de la mitad logra dejar de pertenecer a la base de la pirámide social. Mientras que la mayoría de las élites en nuestro país conservan su posición (59%), en Estados Unidos menos de la mitad la conserva. El dinamismo empresarial y un mercado abierto hace que exista un gran número de actores que suben y bajan dentro de la pirámide social, mientras que los pobres al estar mejor preparados, tienen mayores posibilidades para ascender.
Si los pobres, son pobres porque quieren ¿Por qué en algunos países tienen mayores posibilidades de ascender? Porque más bien se trata de un fenómeno estructural y multidimensional, y no se trata tanto de «cuanto le chingamos».
Raúl Araiza asume que la mayoría de las personas ganan mucho menos que él porque no le chingan. Pero las estadísticas nos arrojan lo contrario, en México «se le chinga más» a la vez que se tienen menos posibilidades de ascender o descender en el escalafón social. Seguramente Raúl Araiza se ha esforzado para llegar a donde está, pero también seguramente tuvo circunstancias favorables a la mano, que muchos otros no tuvieron, y que aprovechó para lograr trascender (aunque tendríamos que referirnos al término económico, porque no creo que como actor, artista o conductor tenga algún talento relevante).
Muchos siguen viendo el problema de la pobreza (o incluso suelen generalizar con aquellas personas que pertenecen a quintiles más bajos que el suyo) como algo relacionado con la flojera y no como consecuencia de los paradigmas (tanto de las personas bien acomodadas, como clasemedieros y pobres) y diversos problemas estructurales enraizados en nuestro país.
No se trata de promover una lucha de clases, ni de satanizar a los ricos (que ciertamente crean empleos) ni glorificar a los pobres. Se trata de generar consciencia para tratar de resolver nuestros problemas con base en hechos y no con base en mitos o tabúes.
Tenemos que pensar en mejorar la calidad de la educación de nuestro país, tenemos que pensar en acabar con los privilegios, los de la clase política (como el Partido Verde, gracias al cual Raúl Araiza ha ganado dinero por el concepto de spots ilegales), los de los monopolios privados (como los de la Televisa que también le da chamba), y los públicos (Pemex, CFE y esos que tanto alaban los de la izquierda nacionalista mexicana) para después pensar sí, en una división de clases (que naturalmente sería más tenue) basada más en el mérito y el esfuerzo, y menos en privilegios o paradigmas.
Y no Araiza, no fueron los de «izquierda elevada» los que se molestaron, ni fueron tres idiotas. Fueron muchos, demasiados diría yo.