
Acabo de terminar de ver el documental sobre el PRI de Denisse Maerker que está publicada en VIX. ¿Es buena? Sí ¿La recomiendo? Sí. Pero tampoco te esperes una obra maestra. A pesar de ser interesante, creo que el documental tiene algunos problemas y en algunos aspectos se queda corta.
La serie PRI: Crónica del fin resulta interesante no tanto por lo novedoso de su contenido, sino porque ofrece la oportunidad de escuchar a varios protagonistas (sobre todo del viejo partido, algunos con trayectorias turbias) reflexionando sobre su propio declive. No es una joya del género documental, pero cumple con su propósito: narrar la caída de un régimen que durante décadas marcó la vida política del país.
Para quienes disfrutamos de la historia y la política mexicana, mucho de lo que ahí se cuenta es ya conocido. Sin embargo, la serie revela matices que llaman la atención, como el resentimiento que algunos priístas todavía sienten hacia Ernesto Zedillo, a quien acusan de haber detestado a su propio partido. Aunque parciales por razones muy lógicas y seguramente sin revelar todo lo que saben, es interesante escuchar cómo los propios priístas vivieron el declive de su partido y como se esfuerzan (muchas veces sin éxito) en hacer una suerte de autocrítica.
También es valioso asomarse a los conflictos internos entre los dos grandes bloques del PRI que fueron fundamentales en la ruptura de este partido: los tecnócratas y los revolucionarios o estatistas. Esa fractura explica en buena medida la posterior consolidación de la izquierda como oposición desde la escisión de los «revolucionarios» de la mano de Cuauhtémoc Cárdenas y la posterior absorción de los cuadros por parte del régimen de López Obrador, el cual, paradójicamente, al llegar al poder terminó heredando varias de las viejas prácticas priístas que hoy siguen vigentes.
El último capítulo me parece el más sólido, pues aborda con claridad la candidatura y el gobierno de Peña Nieto, al cual se muestra como un personaje que trajo un paquete de propuestas ambiciosas (Pacto por México) pero que tuvo varios desaciertos políticos (producto, mencionan los testigos, de su inexperiencia) así como escándalos que terminaron descarrilando su presidencia para, desde ahí, trazar la línea directa hacia el estado actual del PRI: un partido disminuido, sin proyecto ni liderazgo, cuyo resurgimiento luce cada vez más improbable.
Aunque como dijo el Jefe Diego cuando Denisse le preguntó si el PRI estaba muerto: el PRI se quitó la chaqueta tricolor para ponerse la moradita.

En ese cierre radica, quizás, la mayor virtud de la serie porque deja ver que el colapso es contundente y, como dijera Juan Villoro parafraseando a Marx en el El 18 de brumario de Luis Bonaparte, repitieron su historia primero como tragedia y luego como farsa. Las reflexiones finales del Jefe Diego y Marcelo Ebrard son contundentes.
Sin embargo, el documental queda lejos de ser exhaustivo y por momentos se queda corto. Elude, por ejemplo, la relación simbiótica entre el PRI y los medios de comunicación, particularmente Televisa, y que se repitiera en la campaña de Enrique Peña Nieto. No es un detalle menor, y menos aún cuando la serie es producida y difundida precisamente por esa empresa. Esto es algo paradójico, ya que uno de los puntos fuertes de la serie es el acceso al acervo histórico que tiene Televisa que nos permitió ver varias escenas que no habíamos visto, al menos en Internet u otro tipo de documentales.
Tampoco se profundiza del todo en episodios cruciales como el asesinato de Colosio, el de Ruiz Massieu, la devaluación de 1994 o la represión del 68, que aparece apenas mencionada de forma superficial y que fue muy importante ya que este evento fue, a mi parecer, una de las primeras fisuras que comenzaron a aparecer en el priismo. Creo que los documentales de Enrique Krauze sobre los presidentes que fueron transmitidos ya hace tiempo (y que pueden encontrarse en YouTube) hacen una mejor cobertura de estos temas.
Entiendo que la intención era concentrarse en la erosión del partido, pero un contexto más amplio habría fortalecido la narrativa, sobre todo para aquellos que no conocen tanto de su historia. Un capítulo adicional para situar los orígenes del PRI, y explorar esos episodios clave habría hecho la diferencia, especialmente para las nuevas generaciones que se acercan por primera vez a esta historia.
En suma, PRI: Crónica del fin es una serie recomendable que pasa la prueba, pero limitada como para convertirse en «el documental» que nos transitara de las épocas «gloriosas» del PRI al ocaso de un partido que moldeó al México moderno y que hoy parece condenado a ser apenas una sombra de sí mismo.






