Me di a la tarea de leer el libro «El Socialismo del Siglo XXI» del alemán Heinz Dieterich ya que sería, de alguna forma, el fundamento teórico de los populismos latinoamericanos de nuestra era, en especial de Venezuela, y porque quise contrastarlo con lo que está ocurriendo en México (buscando similitudes y diferencias).
La verdad, a pesar de las evidentes contradicciones de estos regímenes, yo me esperaba una obra un tanto más concisa y sofisticada (algo que se puede encontrar en Marx contextualizándolo en su tiempo), pero, en vez de eso, me encontré una fundamentación a medias y blandengue, forzada, algo improvisada y que falla en los puntos más básicos.
No dudo que Dieterich tenga conocimientos en sociología o filosofía, pero me parece claro que no logró construir una propuesta concisa, mucho menos para la relevancia histórica que él pensó que iba a tener. Ciertamente, el Socialismo del Siglo XXI ha sido lo suficientemente importante como para haber sido relevante en América del Sur en las últimas dos décadas, pero ciertamente no hay visos de que vaya a sobrevivir por mucho tiempo, ya no digamos de expandirse a través del mundo como él pensó que podría ocurrir.
Desde el inicio uno se encuentra con problemas con este libro. Dieterich parte de hacer un análisis geopolítico para entender el contexto en que se inserta esta propuesta. Él afirma que el modelo capitalista se estaba agotado y que los desarrollos tecnológicos y sociales tirarían hacia un modelo poscapitalista como el que propone.
En 2003, fecha de publicación del libro, él creyó que la hegemonía estadounidense se iba a consolidar, e incluso se atrevió a decir que China iba a ser una «neocolonia» de Estados Unidos. Subestimó groseramente a los gigantes asiáticos que en ese entonces ya crecían a toda velocidad e incluso tuvo la osadía de decir que la hegemonía occidental capitalista post 9/11 era una reedición del fascismo comparando a Franco con Aznar.
Dieterich tuvo la osadía de decir, en contra de toda la evidencia empírica y malinterpretando a Pareto, que para que alguien gane en el capitalismo alguien tiene que perder: es decir, cree que se trata un juego de suma cero. Dice que el capitalismo ha creado mucha pobreza (cuando la pobreza extrema global más bien se ha reducido). Y si bien podemos hablar de desigualdad, injusticia o de concentración de la riqueza en unas pocas manos, la verdad es que el número de pobres se ha reducido con el paso de los años:
Como Dieterich cree que el capitalismo es un juego de suma cero, entonces subestima la creación de valor que el capitalismo puede producir, lo cual, a su vez lo lleva a descartar este componente dentro de su propuesta, en específico eso que llama economía de equivalencias. Por ello cree que los sueldos se deben de establecer no en la productividad, sino en el número de horas trabajadas. Lo importante no es el valor que creas con tu trabajo, sino que trabajes x número de horas y se te pague en consecuencia.
Dieterich falla en lo mismo que la gran mayoría de las propuestas socialistas han fallado: él parece creer que la dinámica del capitalismo del siglo XXI es igual a la del descrito por Marx del siglo XIX. Cree que seguimos enclavados en una era meramente industrial cuando al día de hoy vivimos más bien dentro de una economía de conocimiento. La dinámica es muy distinta, e incluso basta contrastar la alienación descrita por Marx con «La Sociedad el Cansancio» descrita por Byung-Chul Han para contrastar los que se considerarían efectos adversos del capitalismo del siglo XIX y el siglo XXI en el individuo.
Básicamente, a lo que aspira es a volver a intentar un modelo que ya ha fracasado en numerosas ocasiones cambiando algunas cosas en la forma pero no en el fondo. Rehuye del socialismo soviético al decir que era un régimen antidemocrático pero copia muchos de los mismos vicios que lo llevaron al colapso, sobre todo porque no parece haber entendido los mismos cambios tecnológicos que derivarían en un cambio de modelo económico. Dice que el Internet y las computadoras ayudarán al establecimiento de éste modelo, pero en su tesis descarta casi por completo el conocimiento como creador de valor y se enfoca a dinámicas industriales en gran parte rebasadas por el paso del tiempo.
Para colmo, su modelo ni siquiera ha sido bien implementado y existen diferencias con el chavismo sobre el que buscó influir (y lo hizo, de hecho). Su deseo de establecer una «democracia participativa» donde, a través de consultas y referendums el pueblo tendría voz y voto sobre los asuntos públicos en vez de ser indirectamente representados se pervirtió en la práctica para convertirse en consultas a modo para fortalecer la legitimidad del líder como ocurrió en Venezuela. ¿Les suena?
Por último, podría decir que sí encontré algunos puntos comunes con el gobierno de AMLO, sobre todo el que tiene que ver con las consultas ciudadanas y que van en este mismo sentido o el discurso «antineoliberal», aunque la definición de AMLO es un tanto diferente a la de Dieterich. La de AMLO es muy peculiar y difiere a la de Dieterich más cercana al uso más común que se le da.
Sin embargo, existen otros puntos de su gobierno que más bien difieren del Socialismo del Siglo XXI que plantea Dieterich. Por ejemplo, AMLO no sostiene un discurso antiimperialista e incluso su postura reacia a la ciencia y las políticas de austeridad irían en contra de las aspiraciones de este modelo.