La interseccionalidad es un enfoque acuñado por Kimberlé Williams Crenshaw, según el cual todo el ser humano puede tener algún privilegio que lo sitúa como un opresor o no tenerlo, lo cual lo sitúa como un ser oprimido, y de ahí se desprenden diversas categorizaciones binarias para señalar dichos privilegios: «blanco vs negro», «heterosexual vs homosexual», «rico vs pobre», «hombre vs mujer». Este enfoque es utilizado dentro de sectores radicales del feminismo y de otras causas como la lucha racial. La apuesta es deconstruir, muy a la derridiana, estas categorizaciones para acabar con dicha opresión.
El problema de este enfoque es que asume a priori que en absolutamente todos los casos quien encuentra dentro de la condición «dominante» de esa categorización adquiere un status de privilegio. Así, la intereseccionalidad es incapaz de ver la complejidad de estas relaciones. Por ejemplo, este enfoque no tiene la capacidad de decirnos por qué Oprah Winfrey (mujer afroamericana) se encuentra en una posición más privilegiada que un hombre blanco que perdió su trabajo, de esos que votaron por Trump (y quien tiene más «privilegios» que Oprah).
La interseccionalidad también opera dentro del terreno religioso. Se considera que en Occidente la religión dominante es el cristianismo, de lo que se desprende que mantiene una condición de opresor frente otras religiones que no son dominantes como el Islam, y que en este caso se le considera como el oprimido. Esto lleva a muchas contradicciones, en especial que un occidental no pueda criticar el machismo inherente a la religión islámica porque, al estar opinando desde su privilegio, está teniendo una actitud «islamofóbica».
Con los lamentables atentados en Sri Lanka contra los cristianos nos podemos dar cuenta de las falencias de este enfoque. Esos cristianos no vivían en una condición de privilegio; al contrario, ello explica que hayan sido asesinados. Pero como en Occidente el cristianismo es el dominante, entonces para algunos de los defensores de este enfoque, es políticamente incorrecto defender a los cristianos que fueron producto de estos asesinatos y apelarán a los privilegios históricos del cristianismo.
Mucho se le debe a la interseccionalidad el hecho de que en Occidente esté de moda culpar al cristianismo de todos los males (aún por los errores que sus iglesias cometieron hace ya varios siglos) porque al ser la religión dominante entonces se le considera opresora y, por el contrario, abrazan con los brazos abiertos a todos los musulmanes, simplemente porque, al ser minoritarios, se encuentran en una condición de oprimidos, pasando por alto las atrocidades que varias organizaciones islámicas (como el Estado Islámico o Al-Qaeda) han llegado a hacer, de las cuales ciertamente no son culpables la mayoría de los musulmanes, así como la mayoría de los cristianos no son culpables de los que otros han llegado a hacer.
Criticar este enfoque no significa, de ninguna manera, negar o hacerse de la vista gorda sobre lo que los afroamericanos, los homosexuales o los pobres pueden llegar a vivir ni desconocer que muchas veces han sido oprimidos. Pero reducir una realidad compleja en categorías binarias muy rígidas solo tenderá a «tribalizar» a la sociedad, dividiéndola en dos bandos que terminarán rompiendo cualquier puente de diálogo. Esto suele ser patente incluso en algunos centros académicos de EEUU donde a un blanco no se le deja hablar por estar en su condición de privilegio.
También es un error reducir un análisis de algo tan complejo, que debe desmenuzarse y matizarse como las relaciones humanas, a meras relaciones de opresor – oprimido. Una visión así no permitirá construir ninguna forma de jerarquía porque se asume que cualquier jerarquía implica una condición de opresor-oprimido. Por lo tanto, será imposible, desde la interseccionalidad, construir un sistema de organización humana donde toda su diversidad pueda incluir ya que terminará inevitablemente aislando a las diversas categorizaciones.