Meade y la cámara de eco del PRI

Feb 18, 2018

Parte del fracaso de la campaña de Meade tiene que ver con la incapacidad que tienen en el PRI de observar y entender lo que está pasando fuera de su burbuja de halagos y aplausos.

Meade y la cámara de eco del PRI

Cuando se habla de los «cuartos de guerra» donde se organizan y operan las campañas electorales, hay quienes piensan que quienes lo integran suelen ser las personas más especializadas, técnicas y objetivas quienes están desarrollando estrategias maquiavélicas con el fin de posicionar a su candidato y hacer que gane las elecciones. Como si se tratara de algo muy sofisticado.

En realidad, eso es tan sólo una verdad a medias (o tal vez menos que eso). En la práctica, las pasiones, las filias y las fobias suelen afectar las decisiones que se toman allá dentro. 

Esa es una de las razones por las que se suelen contratar asesores extranjeros: al no tener alguna simpatía partidista, pueden desarrollar estrategias o dar asesorías desde una perspectiva más objetiva, aunque a veces ello no es suficiente ya que siempre tienen que lidiar con los coordinadores de campaña o con el propio candidato

Una de las razones por las cuales la campaña de José Antonio Meade no levanta es esa: yo ya venía advirtiendo que dentro del PRI viven en una burbuja, en una «cámara de eco» donde todos se aplauden, donde todos se dicen a sí mismos lo grandes, lo fuertes y lo reformadores que son: así, es imposible analizar, de forma objetiva, el contexto en el cual se desarrollan las campañas y, por tanto, no se puede esperar que desde ese punto se tomen buenas decisiones.

Los estrategas suelen mandar a hacer costosos estudios de percepción donde se evalúan, entre muchas otras cosas, las fortalezas y las debilidades del candidato y cómo es que, a partir de estas, se puede construir una narrativa con el fin de posicionarlo de tal forma que obtenga la mayor cantidad de votos. Se suelen hacer estudios cuantitativos (en campo) y cualitativos (cámara Gesell). Que a Meade lo hayan querido vender como ciudadano, que López Obrador se ría de sí mismo o que Ricardo Anaya presuma hablar tres idiomas es producto de ello, de un muy meticuloso análisis de su perfil y del contexto en el que se encuentran. Hay que resaltar las cualidades y tratar de disimular los defectos lo más posible.

Pero lo que arrojen los estudios no es garantía de nada si quienes son parte de la campaña insisten en vivir en una realidad alterna y son incapaces de empatizar con el electorado. Con toda seguridad, esos estudios arrojaron que la marca PRI está muy devaluada y se ha convertido en un lastre; lo saben, pero son incapaces de empatizar con ello. 

Por eso es que la construcción de la figura de José Antonio Meade como ciudadano se ve tan artificial y sobreactuada, a pesar de que ciertamente Meade es más decente e íntegro que la mayoría de los políticos priístas. Saben que la mayoría de la gente detesta a su partido, pero no entienden que la mayoría de la gente detesta a su partido. No es lo mismo.

Por eso creen que presentarlo como ciudadano y decirle que a le diga a los líderes sindicales que lo «hagan suyo» para ganarse a las estructuras no será un problema (parece que no logró ninguna de las dos cosas), por eso es que Ochoa Reza cree, ingenuamente, que su discurso tiene un efecto positivo y que a nadie le parecerá cínico ni mentiroso. 

Las posibilidades de triunfo de José Antonio Meade son cada vez menores, y lo seguirán siendo en tanto no abran sus mentes obtusas y no dejen del lado esos delirios de grandeza en los cuales creen ser el «partido fuerte».