Está de moda en las redes sociales hacer juicios categóricos de políticos con base en alguna fotografía o video en los que aparecen con algún «innombrable». Javier Duarte es el de moda: si Margarita se tomó la foto con él entonces es cómplice, si lo hizo Meade también, si López Obrador se tomó la foto con Abarca entonces es casi el autor intelectual de la masacre de Ayotzinapa.
A mi parecer, ese tipo de juicios son absurdos y tan sólo reflejan un profundo desconocimiento de lo que la política es.
-Pero velos, hasta se están riendo, seguramente están planeando un atraco ¡no seas ingenuo!
Primero, una fotografía no explica el contexto en la que esta se tomó.
Segundo y más importante, un político, por más honorable que sea, tiene que establecer relaciones y entablar diálogo con varios políticos si es que quiere gobernar. Porque aunque dicho político sea sabedor de que su contraparte es un «corruptazo», no tiene los recursos para procesarlos y, mientras ese corruptazo se encuentre en su puesto, el político no puede romper cualquier tipo de relación así nada más porque a él no le toca impartir justicia, sino cumplir sus funciones como servidor público.
Javier Corral ha denunciado que el gobierno de Peña Nieto está negando recursos al Gobierno de Chihuahua por perseguir a César Duarte y procesar a altos cargos del PRI que desviaron dinero para las elecciones del año pasado. Está en posición de hacerlo ya que su gobierno se está viendo afectado por estas represalias. Pero hasta Javier Corral se tomó la foto con Peña Nieto. Evidentemente Corral sabe que Peña es un político corrupto, pero es Presidente de la República, y sabe que lo mejor que puede hacer para gobernar su estado es mantener una relación cordial. Corral hace la denuncia porque dicha relación cordial, después de las represalias emprendidas por el gobierno, ya no tiene razón de ser. Vaya que Corral es un gobernador valiente porque se está enfrentando al sistema. Pero ¡se tomó la foto con Peña Nieto!
Es más, que un presidente vaya a un estado cuyo gobernador es corrupto y entable diálogo con él no es algo reprobable per sé. De hecho, en varios casos es necesario, ya que no es él sino los órganos de justicia los que se deben de encargar de procesar al gobernador. Un problema sería si el presidente protegiera a dicho gobernador o le otorgara inmunidad.
Al final, la política es eso, política, no un capricho. Los políticos deben aprender a llevarse con sus antagonistas y tener, cuando mínimo, una relación de respeto. La diplomacia es esencial dentro de la política y sólo se debe recurrir a la confrontación directa cuando es explícitamente necesario. En todos los países democráticos, los políticos de las diferentes facciones, a pesar de que sus posturas políticas son irreconciliables, pueden tener la capacidad de dialogar o incluso de salir a comer. En Estados Unidos atribuyen la parálisis que se ha vivido en el congreso, en parte, a que anteriormente los senadores vivían en Washington con sus familias y eso fomentaba una mayor convivencia entre los políticos y sus propias familias. Cuando eso dejó de ser así, la capacidad para llegar a acuerdos se hizo más estrecha.
Al final, el trabajo de un político es servir a sus gobernados, no «aplicar la ley del hielo» o «cortarla», y por tanto se les debe evaluar por su probidad y por sus resultados, no por una mera foto cuyo contexto, en la mayoría de los casos, se desconoce.