Así te van a lavar el cerebro en las elecciones presidenciales pt 2

Ene 7, 2018

Para que una estrategia sofisticada y manipuladora funcione, es importante que el diagnóstico sea el correcto. El problema es que ese es el gran problema para los partidos.

Así te van a lavar el cerebro en las elecciones presidenciales pt 2

En el artículo pasado hablé de todas las estrategias que podrían llevar a cabo los partidos políticos para manipular la opinión pública y obtener el número posible de votos. Ya que todas las opciones se han vaciado ideológicamente, cualquier cosa se vuelve válida para ellos (como las alianzas con partidos políticos de ideología antagónica). No se trata de convencer al electorado sobre quien tiene mejores propuestas y por qué son las mejores, se trata de narrar una historia, de crear personajes, de alienar a la sociedad con la finalidad de obtener el poder en el 2018.

En el 2018 no veremos debates ni contrastes de ideas, eso será algo muy secundario si bien nos va. Veremos descalificaciones, los candidatos te recordarán una y otra vez cómo es que el PRI ha sumido a México en la corrupción o cómo es que si llega AMLO convertiría a México en Venezuela. Apelarán a las emociones más viscerales por lo cual lo verdadero del mensaje es lo que menos importa, no importa que sea falso en tanto mueva las elecciones del electorado (sobre todo aquel que no se encuentre muy informado). Los equipos de comunicación podrían esparcir por medios como Whatsapp mensajes como los que siguen (vaya, sabemos que los grupos de los tíos no son precisamente una arena de alta discusión política):

  • López Obrador se reunió en privado con su amigo Nicolás Maduro para convertir a México en Venezuela si gana
  • Si José Antonio Meade gana las elecciones, censurará Facebook y Whatsapp
  • Ricardo Anaya acordará con Donald Trump la construcción del muro

Los argumentos que mostré como ejemplo son absurdos, pero pueden ser muy efectivos si de mover emociones se trata, en especial las emociones de aquellos que no tienen muchos conocimientos en política. Muchos detectarán lo absurdo de los mensajes, pero otros tantos podrán creérselo y así dejarse influir. Basta con que algunos lo hagan, su voto vale lo mismo.

Pero toda esta maquinaria propagandística que se quiere ejecutar con la ayuda de herramientas digitales, de inteligencia artificial y de neurociencia, no es completamente infalible, porque no está completamente automatizada. Es decir, la inteligencia artificial no crea por sí misma las premisas (inputs) sobre las cuales trabajará, sino que le serán dadas por seres humanos (naturalmente de los equipos de comunicación de campaña) que han llegado a una conclusión.

Y cuando los seres humanos (en forma de candidatos o asesores partidistas) trabajan sobre esas premisas pueden llegar a ser muy torpes. Si ellos no hacen un buen diagnóstico del entorno y las circunstancias en las que se encuentran todo lo demás pueda fallar, por más sofisticado que sea:

Por ejemplo, el equipo de campaña del PRI puede crear algunos mensajes que son enviados estratégicamente a sectores muy específicos de la sociedad para generar un efecto determinado en cada uno de estos. La inteligencia artificial se encarga de entregar esos mensajes a dichos sectores, pero son los seres humanos quienes tejen esa relación entre el tipo de mensaje y el sector al que se envían. El equipo de campaña del PRI puede ignorar o subestimar algunas variables como el encono que la gente tiene a su partido, por poner un ejemplo. Hecho esto, la estrategia no obtendrá los resultados que habían pronosticado.

El problema de los partidos es que siguen trasladando las viejas formas de hacer política al mundo digital. Han aprendido a usar las redes sociales y ya conocen su alcance mediático, pero no han aprendido a utilizarlas para establecer canales de comunicación con sus potenciales electores. Basta ver a los priístas en Twitter quienes entre ellos se alaban por medio de mensajes acartonados propios de una ceremonia partidista de los setentas: «Nuestro candidato Meade, todos estamos unidos con usted, la CNC y la CNOP le agradecemos» como si eso fuera a tener algún efecto fuera de sus círculos. Fuera de dichos círculos son cínicos, parece que «no entienden que no entienden», le pagan a un periodista como Joaquín López Dóriga cuya reputación dentro de las redes es bastante mala a que presuma a Juana Cuevas haciendo el súper: el canal y los receptores fueron los equivocados. 

Es muy posible que quien gane sea quien haya creado la mejor estrategia de comunicación, pero parecen estar lejos de eso y parece no haber visos de que, una vez que empiece la campaña, alguien cree una estrategia pegadora (ganará la estrategia menos mala). Los candidatos son tan poco atractivos que ponen casi todos sus esfuerzos en la guerra sucia: lo acepto, mi candidato es malo, pero es menos malo que el otro. Así los veremos en los debates, exhibiéndose una y otra vez para que al final todos digan que ganaron. Peor aún, en dichos debates resaltarán los defectos y los errores que ya conocemos, los convertirán en una arena de lucha libre de candidatos acartonados. Tanto repetirán los defectos del otro que dejarán de ser novedosos en muy poco tiempo.  ¿Qué AMLO va a convertir a México en Venezuela? ¡Ya chole con lo mismo! ¿Qué el PRI es muy corrupto? ¡Woow, ni me había enterado! ¿A poco?

Este 2018 veremos una campaña muy primitiva, muy básica. La gente estará esperando a que se acabe, harta y cansada: algunos porque perdieron algunos amigos por candidatos que ni valían la pena, otros porque ya estarán hasta las madre de tantas discusiones tan huecas. Será algo terrible, patético. Sacará lo peor de los individuos ya que si la persuasión no funciona, sólo queda el miedo y el odio para hacer que el elector vote de una forma. 

Será un circo, pero uno al cual no irías ni aunque te paguen.