El dinosaurio feliz. Reflexión sobre las elecciones

Jun 5, 2017

El PRI se salvó, retuvo el Estado de México y Coahuila. La interpretación es un poco más compleja. Estas son mis primeras impresiones.

El dinosaurio feliz. Reflexión sobre las elecciones

Seguramente, como yo, te sientes muy frustrado porque es casi un hecho que el PRI ganó el Estado de México y Coahuila. 

Te preguntarás como yo, cómo es que después de todo lo que ha sucedido la gente sigue votando por el PRI. Te preguntarás cómo es posible que a pesar de los evidentes actos de corrupción y de cinismo, ellos sigan ahí. Me sorprende todavía más de Coahuila que el Estado de México. 

Incluso podrías cuestionar a la democracia misma, que cómo una democracia puede funcionar si los votantes son tan irracionales al pararse frente a las urnas. Tal vez te consueles un poco al saber que en países como Estados Unidos o Reino Unido ha llegado a ocurrir algo similar. 

Pero lo que da tristeza no es sólo la victoria del PRI, sino que todavía somos incapaces de organizar unas elecciones limpias donde quienes participan respeten el Estado de derecho. Evidentemente estas elecciones deberían de ser anuladas, hay elementos de sobra para hacerlo. Los más importantes son todos los actos ilegales en los que incurrió el PRI, que se trató evidentemente de una elección de Estado donde el gobierno de Peña Nieto intervino de forma flagrante utilizando incluso a su gabinete, pero de igual forma López Obrador utilizó estas elecciones para promocionar su imagen de cara al 2018. Las autoridades hicieron como que no vieron nada. Los ganadores proclamaron que «triunfó la democracia», yo por el contrario, veo algunos deterioros en esa transición democrática que quedó incompleta, especialmente por la incapacidad o falta de voluntad de las autoridades electorales para castigar de forma flagrante este tipo de «irregularidades».

Los priístas pueden respirar tranquilos, de momento. Perder el Estado de México hubiera significado casi un tiro de gracia para el partido. Se salvaron, con todo y la candidatura gris de Del Mazo. Una victoria apretada donde apenas poco más de 16% del electorado (partiendo de que votó poco más del 50% del padrón) votó por el PRI, en el Estado priísta por excelencia y que funge como su centro neurálgico, es símbolo inequívoco del deterioro de ese partido. Aún con la victoria, y aún cuando intenten replicar el mismo método (dividiendo el voto), se sigue antojando difícil que el PRI gane las elecciones de 2018, e incluso se sigue antojando difícil que en un futuro vuelvan acaparar la cantidad de poder que ostentaron, sobre todo los primeros años dentro de este sexenio. Recordemos que estos resultados se pueden ver desde distintas perspectivas, porque los datos fríos nos dicen que el PRI perdió un Estado más. 

La victoria en Coahuila y en Estado de México pareciera postergar lo inevitable. El PRI sigue dependiendo de su voto duro, y conforme éste envejece, se le hará cada vez más difícil ganar elecciones. Repito, el PRI ganó EdoMex con aproximadamente el 16% del padrón electoral. Si el PRI no entra en un serio proceso de renovación, podría caer en la irrelevancia y desaparecer de la arena electoral en un tiempo no tan lejano. El PRI ya no puede ganar elecciones por sí mismo, para ganar «su estado» tuvo que dividir el voto de una forma tan creativa y maquiavélica utilizando incluso candidatos «independientes» (Teresa Castell) así como incurrir en ilegalidades. 

MORENA y AMLO, por el contrario, no deberían sentirse tan derrotados esta campaña. No ganaron, pero en realidad no perdieron nada y el orden de las cosas sigue igual. Evidentemente, tener acceso a las arcas del Estado de México hubiera sido un gran recurso para las elecciones de 2018; pero por otro lado, ante un López Obrador que ofrece expectativas delirantes (como decir que con su sola voluntad podría acabar con la corrupción), ver a MORENA gobernar en la práctica y con toda la oposición exhaustivamente vigilante de cualquier acto dentro de ese gobierno podría haber resultado contraproducente. 

Por otro lado, López Obrador podría agarrar impulso hacia 2018 por medio de una protesta por los resultados en el Estado de México (siempre y cuando lo haga de una forma inteligente). Las elecciones fueron muy sucias y eso podría ayudarle a fortalecer su argumento. Aún con la derrota, López Obrador tiene varios escenarios a su favor de cara a las elecciones presidenciales. Recordemos que más que una victoria de Peña sobre AMLO, es una victoria muy apretada de Peña sobre AMLO donde se suponía, el primero tenía una gran ventaja sobre el segundo. 

El PRD es el otro partido que también respira: ha encontrado en Juan Zepeda, quien se volvió el caballo negro de la elección, un activo muy importante, además que ganó Nayarit en coalición con el PAN, mientras que el partido azul de Anaya queda comprometido con la humillante derrota que sufrió Josefina. La derrota del PAN fortalece así, la candidatura de Margarita Zavala. 

Como ha ocurrido ya en varias ocasiones, la presencia de López Obrador termina fortaleciendo al PRI. Así ocurrió en 2012 y ha ocurrido en 2018. Lo mejor que le puede ocurrir a un partido con negativos tan altos como el PRI es tener un contendiente con negativos tan altos como López Obrador (por vía de su candidata Delfina), dado que tiene mayor dificultad para acaparar el voto útil. De igual forma, si la victoria del PRI en 2018 es improbable pero no imposible es porque el candidato a vencer será López Obrador y no otro candidato cuyos negativos sean bajos y tenga la capacidad de acaparar el descontento y la indignación de la gente. Por eso es que es casi seguro que la estrategia del PRI para 2018 será la misma, pulverizar el voto y aprovechar que AMLO será el candidato a vencer. Si alguien puede volver a resucitar al PRI e incluso hacer que a pesar de todos los pesares, el PRI gane 2018 (que repito, sigue siendo difícil) es AMLO. 

Para muestra, basta un botón. López Obrador genera mucha incertidumbre y eso le hace difícil rebasar su techo de votos. El comportamiento del peso es una clara muestra de ello, la gente sigue temiéndole. 

Los obradoristas insisten en que hubo fraude porque López Obrador considera al conteo rápido una manipulación. El argumento es que el resultado era muy diferente al avance del PREP, aunque pudimos ver con el tiempo cómo el PREP comenzó a empatar lo que el conteo rápido decía. Insistieron en que hay actas manipuladas, pero casi no han mostrado nada, más que la «casilla 966» donde se colocaron (por error posiblemente) los votos de MORENA en los de Nueva Alianza. Casilla, por cierto, firmada por el propio representante de MORENA.

Los seguidores de López Obrador insisten en que son algoritmos, manipulaciones de la mafia en el poder. Ciertamente, como dije, estas elecciones deberían anularse (no sólo por lo que hizo el PRI, sino por lo que hizo AMLO). Posiblemente, como ya ha sucedido en anteriores ocasiones, en lugar de centrarse en armar un buen caso con pruebas en mano. se preocuparán por manipular a la opinión pública con teorías de la conspiración para fortalecer el discurso de López Obrador. 

López Obrador tampoco fue capaz de tejer una alianza con el PRD. Lo exprimió, se peleó con ellos, pensó que era prescindible y que iba absorber todo para dejar solamente el cascarón. Se dio cuenta que el PRD seguía vivo, y peor aún, decidió amenazar al partido para así responsabilizarlo de la derrota. El discurso de sus huestes es que «Zepeda se vendió». Ante la carencia de autocrítica dentro de MORENA la respuesta es la más simple y la más sencilla: «nosotros ganamos y la mafia del poder nos hizo fraude». MORENA y AMLO cometieron muchos errores que los privaron de su triunfo. 

Dicen que el 2017 es un ensayo del 2018. Lo que queda claro es que una profunda renovación política es indispensable. No sólo porque tenemos una clase política incapaz de representar a la ciudadanía (y que explica en parte que el PRI pueda ganar con el 16% del total del padrón), sino por la incapacidad de la propia clase política de respetar el Estado de derecho. No son pocos los ciudadanos que no se sienten representados ante una clase política ensimismada, ante unas élites que no se ven forzadas a rendir cuentas ni a entregar resultados ¡Por Dios, volvió a ganar el PRI!

Los cambios casi siempre tienen su origen en la clase media, y es precisamente la clase media la que está más indignada y la que se siente menos representada. Queda muy claro que si la clase media no toma un rol más activo, los partidos seguirán haciendo lo mismo, pactando, dividiéndose los votos o pronunciando discursos populistas para seducir a los más ingenuos. 

Sí, despertamos y el dinosaurio seguía ahí. Estaba feliz, pero a pesar de su felicidad, se le veía algo decrépito, debilitado, y con un respirador que lo mantiene con vida.