Los partidos cascarón

May 4, 2017

Los partidos políticos en México han traicionado recurrentamente su doctrina y sus principios para ganar votos y poder, dejando de representar a sus votantes.

Los partidos cascarón

Estos días estuvo circulando una entrevista de Alfredo del Mazo, quien dijo estar en contra del matrimonio del mismo sexo y del aborto. Las frases que del Mazo utilizó son las mismas que claman las agrupaciones conservadoras cuando salen a manifestarse: «estoy en contra del matrimonio homosexual porque estoy a favor del derecho a la familia». Yo me sorprendí, porque que recuerde el PRI ha tratado últimamente de presentarse como un partido socialdemócrata, pertenece a la Internacional Socialista, y además, Enrique Peña Nieto (su primo) se había comprometido a legalizar el matrimonio gay

Alguno podría decir que del Mazo no tiene que pensar como su primo, pero yo no creo que sea un tema de convicción propia. Así como su primo Peña Nieto propuso legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo por motivos políticos y no ideológicos, la postura de del Mazo con respecto a este tema debe de entenderse de la misma forma: primero, porque el Partido Encuentro Social, un partido sumamente conservador, es parte de la alianza que abandera a Alfredo del Mazo; y segundo, porque posiblemente una postura así en un Estado de México más conservador que la capital podría redituar dividendos. Pero, dicho esto. ¿Donde queda la ideología y la doctrina del partido?

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En gran parte del siglo XX, los votantes de los países democráticos votaban siempre por un mismo partido, su doctrina ideológica coincidía con sus creencias y su posición social. Los obreros que eran parte de un sindicato siempre votaban por el partido socialista en tanto que los empresarios y las clases altas siempre votaban por los conservadores. En ese entonces, por un decirlo, el voto era más duro. Eso empezó a cambiar después de los años 70 por varias razones, una de ellas es que con el descrédito del socialismo económico y el descrédito de las políticas keynesianas en favor de las liberales (eso que sus detractores llaman neoliberalismo), los partidos de izquierda (sobre todo los socialdemócratas) perdieron una de sus banderas y tuvieron que recorrerse más al centro en materia económica.

La izquierda entonces tuvo que buscar otra bandera y así adoptó la de los derechos humanos, los derechos de las minorías sexuales, el multiculturalismo, entre otros (por eso la confusión de muchos con respecto de el concepto de izquierda en lo económico y lo social). Eso, y una sociedad cada vez más dinámica hizo que el votante pudiera cambiar de partido de forma más fácil de una elección a otra. Los políticos entendieron que, con ayuda de los medios de comunicación, ya no eran tanto los representantes de un partido con una doctrina en común, sino que eran ellos los que brillaban con luz propia. Vicente Fox fue un caso ejemplar en México, donde la mercadotecnia no tomó como base a su partido ni su doctrina, sino a él mismo.

¿Podría explicar esto el hecho de que los partidos en México estén en una profunda incongruencia ideológica, como el caso del PRI con del Mazo y las infames alianzas PAN-PRD? 

No podría negar que esta tendencia centrada en los políticos como personas y no en programas de partido tenga una influencia. Evidentemente la tiene, pero no es toda la historia.

Otra razón es el exceso de pragmatismo dentro de los partidos políticos donde el poder se ha convertido en lo único que importa, y todo lo que se haga tiene el fin de obtener más poder, más puestos de gobierno y más acceso al presupuesto. Si bien, hay casos de pragmatismo justificados porque tienen un fin ulterior (como la alianza que trazaron Churchill, Roosevelt y Stalin contra los nazis), o donde partidos de oposición con doctrinas diferentes buscan sacar del poder a una dictadura o a un gobierno hegemónico, estos tienen más bien muy poca relación con el «pragmatismo» que practican los partidos que dicen representar a los mexicanos.

El pragmatismo y la carencia de doctrina son notorios incluso dentro de los partidos que presumen conservar sus principios y valores, como ocurre con Andrés Manuel López Obrador y MORENA quienes titubean en recorrerse al centro en materia económica o muy a la izquierda, quienes pueden dar cabida a personas como Yeidckol Polevnsky (quien apoya abiertamente a la dictadura venezolana), al mismo tiempo que su líder invita a Alfonso Romo, un empresario capitalista, para diseñar su programa de gobierno. 

Que la dinámica se centre en los políticos y no en los programas no es justificación para la incongruencia ideológica que termina engañando al electorado. Porque sin faltar a la verdad, incluso los mismos políticos terminan contradiciéndose ellos mismos y a sus creencias. Para el político actual, los principios, los valores y la doctrina son relativos a la conveniencia electoral, a la fórmula que le de más votos y no aquellos que lo definan como persona que dice representar a una porción del electorado. 

Así, los partidos se presentan sin ideología y se limitan a decir que son menos corruptos que otros como «ventaja competitiva». Los partidos en México son cada vez más lo mismo, no porque la historia les haya quitado banderas como ocurrió en el siglo pasado en Europa, sino porque su única bandera es esa que les da más votos, y por ende, más poder. Y si hay que cambiarla o hay que parcharla en el camino para hacer que parezca otra cosa, lo van a hacer.