Un triste debate, que no fue debate

Abr 26, 2017

Los debates organizados por las autoridades electorales dan pena, son arcaicos y deben cambiar. Pero también dan pena los candidatos que participan en ellos.

Un triste debate, que no fue debate

Una de las cosas que más me avergüenzan de la política mexicana son los debates.

¿Tuviste la oportunidad de ver el debate de ayer? Una vergüenza, no sólo por los pésimos candidatos o porque Javier Solórzano fuera un mal moderador, sino porque el formato es arcaico, donde la participación está restringida, donde no se fomenta la discusión. 

¿De verdad? ¿Estamos en 2018 y seguimos con el formato de 1994 donde, en ese entonces, tener ese formato era mejor a no tener nada?

Porque hay que decirlo, el formato sigue igual por la falta de voluntad de los partidos políticos.

Se supondría, que en un debate, los políticos pueden discutir ideas, intercambiar opiniones y discutir programas, con el fin de que los ciudadanos los conozcamos más. Los debates son intrínsecos a la democracia, un país que aspira a ser democrático, porque en una democracia representativa el individuo deposita su confianza en un candidato al cual tiene que conocer lo mejor posible, no puede conformarse con estos formatos tan obsoletos y mediocres.

Pero lo que tuvimos aquí no fue un debate sino un secuencia de spots, donde, de acuerdo a la cultura vertical y patrimonialista que nunca se ha ido del país, el candidato se dirige al público y le dice «yo te voy a dar esto, yo voy a recuperar tal, yo tal». Los ademanes delatan a los políticos cuyas emociones no van en concordancia con lo que ofrecen o dicen ofrecer:

«Fuerte y con todo» repetía una y otra vez Alfredo Del Mazo. Con una entonación fuerte para generar la percepción de que es un candidato muy eficaz y al cual no le temblará la mano para resolver los problemas (que dejaron sus antecesores de su mismo partido) él afirma que sólo él va a resolver el problema de la seguridad, además de ofrecer un salario rosa (clientelismo con perspectiva de género) y diversos programas sociales de corte clientelar. Del Mazo, de forma tácita, amenaza a su electorado diciendo que si no votan por él los programas sociales desaparecerán.

Josefina se mostró tremendamente acartonada, no se ha molestado en mejorar su nivel de oratoria y expresión desde 2012. De Delfina sorprende que presuma dos maestrías, no sepa expresarse en público y use términos que no correspondan a una académica como «requetebien»; peor aún, que no haya sido capaz de defenderse de las acusaciones que le hizo Josefina, quien le acusaba de retener el salario de los trabajadores para su partido.

Juan Zepeda, del PRD, fue el menos malo, pero hasta ahí. Teresa Castell, quien era presuntamente independiente, pareció más bien una candidata mediana de partido chico, acartonada, acudiendo a lugares comunes y clichés de «yo buena, los partidos malos». Y es que el papel de Teresa Castell era fragmentar el voto de Morena para beneficiar a la campaña de Alfredo del Mazo. Óscar González hizo simplemente lo que haría cualquier candidato de partido pequeño que no tiene nada que perder: tratar de comprometer a todos a firmar compromisos, y comprometerse a meter a Peña Nieto a la cárcel.

No sólo fue el formato, también fueron los candidatos. La terna de candidatos que aspiran a gobernar el Estado de México es bastante mediocre. Las descalificaciones abundaron, el debate se trató de demostrar quien era el más sucio y el más cochino. Era evidente que sería así porque los candidatos no tenían mucho que ofrecer. Propuestas comunes, buenas intenciones, clientelismo, demagogia, fue lo que se escuchó de ellos apuntando su vista a una cámara fija para comunicarse con un público que solo conocen a través de los resultados de los instrumentos cuantitativos. 

Pero esto no termina aquí. Yo nunca entendido esa manía que tienen los candidatos de proclamarse ganadores del debate. ¿Con base en qué? ¿Quién los premió? ¿Cómo pueden determinar que ganaron? Es ridículo ver a los candidatos rodeados por los asesores de campaña y los líderes de su partido celebrando un triunfo que nadie les dio, que ellos mismos determinaron de forma arbitraria para así generar, sin éxito, una percepción triunfalista ante la población. 

Dicen que las elecciones del Estado de México serán un ensayo para lo que se viene en 2018. No lo dudo, con este tipo de debates que es todo menos un debate, y con unos candidatos presumiblemente mediocres para el siguiente año, posiblemente veamos este mismo bochorno pero en gran escala.

¿Por qué no podemos tener un formato que de verdad incentive la discusión? ¿Por qué no podemos tener candidatos que tengan sustancia y que sepan de lo que hablan en lugar de tratar a su electorado como primero de primaria? 

Para terminar les dejo el video del debate de ayer y un extracto del debate de las elecciones de Francia. La diferencia es, abismal.

Y esto es así no porque no se tenga la capacidad o la infraestructura, sino por la falta de voluntad de los partidos que no quieren exponer a sus candidatos tan mediocres. 

Elecciones Estado de México:

Elecciones Francia:

https://www.youtube.com/watch?v=0vagTa371V4