Ser un poser intelectual

Dic 21, 2016

Si en las redes y en tus círculos sociales conoces a muchos que se sienten superiores a los demás por el conocimiento que poseen, deberías leer esto ¡ya!

Ser un poser intelectual

Imagen: oxforddictionaries.com

La pose intelectual es una constante en nuestra especie, pose que posiblemente se volvió más notoria desde la Ilustración cuando el conocimiento pasó de ser algo que estaba dado a algo que el individuo podía buscar. Es ese sábelotodo, el que presume de sus conocimientos y de su estante poblado de libros que no cualquier persona puede leer. 

Los snobs o los posers intelectuales tienen algo que no toda la gente tiene y por eso sienten que son merecedores de una superioridad moral. Digamos que de alguna forma se esmeraron en adquirir cierta cultura y cantidad de conocimiento suficiente para poder asumir esa pose.

Para explicarlo de una forma más sencilla, pensemos en una persona que decide ir al gimnasio porque se siente débil. Después de varios meses de gran esfuerzo, se dará cuenta que tiene los pectorales marcados y ya tiene panza de lavadero. Eso hace que su autoestima suba no sólo porque al estar más fuerte se sentirá más seguro de sí mismo, sino porque con ese nuevo cuerpo se verá más atractivo y podrá tener más éxito con el sexo opuesto. Esta persona usará ropa (como camisas apretadas) para lucir su cuerpo porque le representa una ventaja: más seguridad y más atracción.

Algo similar pasa con la gente que ejercita su intelecto. Quien suele gustar de películas de arte, quien escucha música clásica o lee filosofía tuvo que ejercitar su intelecto previamente para poder apreciar en su máxima expresión aquello que disfruta. En este sentido no es un error decir que Mozart es superior a Don Omar o que Nietzsche es superior a Paulo Coelho; los primeros requieren de más preparación para ser apreciados. Quienes no han ejercitado su intelecto posiblemente no puedan terminar de apreciar la música de Mozart -puede que les llegue a agradar su música, pero no como se debe disfrutar una pieza clásica-, o tendrán dificultades para digerir cierto tipo de literatura. 

Pero los recursos que ha adquirido el ahora intelectual -o aspirante a- son más abstractos y más difíciles de percibir que los que adquirió el que se puso a levantar pesas. Cualquier persona puede darse cuenta del cuerpo musculoso de quien fue al gimnasio. Mientras el individuo no esté ciego o tenga un muy severo retraso mental se dará cuenta que el individuo que tiene enfrente es un individuo fuerte; en cambio, una persona que no tiene cultura tendrá problemas para determinar qué tan culta es aquella persona que tiene enfrente. Si bien, podrá darse cuenta que tiene cultura porque usa un lenguaje más complejo, habla de temas que no entiende o su carrera profesional lo da a entender, necesitaría poseer el conocimiento que el otro, a quien juzga, tiene, y un poco más para poder hacer un juicio más acertado de que tan culto es.

Además, mientras que el fuerte siempre será más fuerte que el débil, el culto no siempre tendrá más conocimiento que el ignorante en todos los casos. Es decir, el culto no siempre será más culto en todo que el ignorante ni viceversa.

De esta forma, quien posee conocimiento y cultura, y sobre todo, si tiene una autoestima baja que lo orille a usar, como mecanismo de defensa, una pose de superioridad moral, tendrá que insistir mucho en que es culto, con todo y que esa arrogancia no le permita ser más cultivado de lo que ya es -la necedad siempre obra contra el intelecto-. Pero a la vez, quien tiene una mente sana y no necesita mostrar sus recursos para sentirse superior a los demás, tendrá que también insistir un poco por sentido de supervivencia, de la misma forma que un vendedor tiene que mostrar sus habilidades de venta en un trabajo.

Una persona que tienda a ser culta -porque creo que ya entendimos que no hay ni absolutamente cultos o absolutamente ignorantes- leerá con más probabilidad a Nietzsche en vez de Paulo Coelho, y posiblemente escuchará a Mozart en vez de escuchar reaggeton. La gente asume que la gente que quien escucha reaggeton o lee a Coelho es más ignorante porque para disfrutarlos y elegirlos sobre Mozart o Nietzsche no tuvo que hacer un esfuerzo mental. El poser intelectual entonces dirá: «yo sí me esforcé para tener gustos refinados, el reaggetonero no lo hizo, por lo tanto soy superior a él».

Pero de la misma forma está cayendo en una generalización -generalizar también puede obrar contra el intelecto-. Posiblemente sí, haya cierta tendencia donde quienes leen libros de autoayuda o escuchan reaggeton tengan menos cultura, e incluso puede que tengan en promedio un IQ un poco más bajo que quienes escuchan a Mozart o leen a Nietzsche, pero no quiere decir que es una regla o que ocurra en todos los casos ni mucho menos se puede pensar que su opinión no tiene ningún valor. 

“People who boast about their I.Q. are losers.” (Quienes fanfarronan acerca de su IQ son perdedores) – Stephen Hawking

Es decir, existen muchas personas que, hablado de música y lectura, son ignorantes. Pero posiblemente esas mismas personas son muy buenas emprendiendo negocios, habrán leído mucha literatura al respecto, o bien, adquirieron mucha experiencia -que también es conocimiento-. Esa misma persona puede tener el hábito de salir a bailar salsa en las noches -la danza y el baile también es cultura-. Por ejemplo, a mí me gusta leer mucho, pero nunca he sido un aficionado al cine; posiblemente disfrute más una película cómica de Jim Carrey con mis amigos que una película de cine de arte francés porque no he desarrollado del todo el gusto por ver esas películas; entonces podría considerarme un ignorante del cine de arte. Además, tener gustos «refinados» no priva a nadie de poder disfrutar aquello más «mundano», y muchos se privan de ello para reforzar artificialmente su estatura intelectual. 

También puede darse lo contrario, mucha gente cuyo conocimiento es escaso -muchas veces más por falta de práctica que de posibilidades o acceso a la educación- puede sentirse intimidada y criticará a quienes tienen más conocimientos que él como posers cuando nunca éstos últimos nunca han pretendido serlo, como si les exigieran de forma tácita que no usen sus recursos con tal de no sentirse intimidados -es decir, esperan que pasen inadvertidos-. 

Para concluir, sí puedo decir que el hábito de adquirir conocimiento da más recursos a quien lo tiene, le da una ventaja -porque tener más recursos en cualquier cosa es una ventaja-, mayor seguridad y una perspectiva más amplia del mundo, y de cierta forma sí tiene que asumir esa posición. Ser humilde no implica esconder los recursos que ha ganado con su esfuerzo y mérito.

Pero también creo que quien utiliza dichos recursos como mecanismo de defensa ante un problema de autoestima tendrá más problemas para seguir adquiriendo conocimiento, despreciará a quienes no conocen tanto como él para reforzar su pose intelectual y se privará de obtener más conocimientos, porque hasta de la persona más inculta hay algo que aprender. 

En resumen: una persona culta y sana pone su conocimiento al servicio de los demás y no de sí mismo. Sabe que con los recursos que ha ganado puede hacer un cambio dentro de su comunidad. 

Y vaya, porque para ser sinceros, a la gran mayoría de nosotros todavía nos falta adquirir mucho conocimiento para poder algún día autoetiquetarnos como cultos en el amplio sentido de la palabra.