¿Por qué la gente simpatiza con López Obrador?

May 24, 2016

La fe mueve montañas, y también encumbra a líderes personalistas como López Obrador. Se trata de creer en su movimiento, se trata del rayito de esperanza.

Días atrás, escribí un extenso artículo explicando por qué la gente simpatiza con el PRI. Lo hice con base en mi experiencia y mis conocimientos. Para conocerlos tuve que conocer al partido, dado su carácter hermético.

En el caso de López Obrador, el procedimiento que he hecho es distinto. Primero, porque a diferencia de los priístas quienes no utilizan mucho las redes sociales para manifestarse, los que simpatizan con López Obrador han encontrado en Internet y las redes, un campo de batalla.

¿Por qué la gente simpatiza con López Obrador?

Desde el 2006, antes que existiera Facebook o Twitter, ya existían portales web de sus simpatizantes para denunciar lo que llamaron el fraude del 2006: portales como El Sendero del Peje, y otros que tenían como objetivo criticar a Felipe Calderón con el mote de «Fecal» y su cara caricaturizada de tal forma que pareciera un pedazo de excremento.

Para hacer el ejercicio me enfocaré en sus simpatizantes, quienes conforman su voto duro, y quienes ven a AMLO como la única posibilidad de que México cambie. No tomo en cuenta a quienes han votado por él de forma esporádica (como varios hicieron en 2006 y 2012).

La pregunta de la cual partía el artículo anterior era ¿por qué la gente simpatiza por el PRI a pesar de su pésimo desempeño? López Obrador, en cambio, no ha gobernado nuestro país.

Muchos, a pesar de la evidencia y experiencia de otros países, presuponen que al presentarse como el opositor u outsider, (de quien cuyas declaraciones tienen mucho contenido moral y se presenta como una político moralmente superior a todos los demás,  no se corrompe, no roba, dice) es la opción que México necesita.

La pregunta en este caso sería un poco más extensa: ¿por qué la gente simpatiza con López Obrador a pesar de que el modelo político y económico que propone ya ha fracasado en diversas latitudes del mundo (sobre todo en Sudamérica) y a pesar de sus rasgos mesiánicos que balancean a su personaje entre el populismo latinoamericano y el PRI de los años 70?

Hace unos pocos días tuve una discusión con un tuitero. Yo había criticado a López Obrador porque al oponerse a la #Ley3de3, coincidía con la mafia en el poder. El PRI, el PVEM y Morena son los más fervientes opositores a esta ley. Este usuario me criticó mostrando una columna que afirmaba que la #Ley3de3 había sido una invención de Televisa. La leí, y resultó que la columnista no sólo era seguidora de AMLO, sino que era miembro de Morena. A pesar de reparar en ese detalle, siguió mandándome tuits con el mismo link, y me mostró incluso pantallazos del artículo, como si fuera una verdad irrefutable, como si no estuviera entendiendo su texto.

Acto seguido, esta persona me mostró artículos que él no había leído completamente, o al menos eso pensé cuando terminé de leerlo y encontré que tenía información que lo contradecía. Por ejemplo, me trataba de explicar que México creció menos que muchos países de Sudamérica (mi intención nunca fue defender el desempeño económico del gobierno actual), pero al final mostraba que Brasil y Venezuela, a quienes yo me refería, habían crecido menos que el propio México. Luego entonces, preferí no seguir el debate porque no tenía sentido. No se trataba de un debate de argumentos, sino de cuestión de fe.

Seguidores de Morena

La otra vez había dicho que los priístas suelen serlo por pertenencia y que eso los lleva muchas veces a asumir posturas maniqueas. Con los seguidores de López Obrador, la piedra angular es la fe, que de igual forma los lleva a asumir también ese tipo de posturas, las cuales son más notorias no necesariamente porque ese maniqueísmo sea más intenso, sino porque hacen más ruido mientras que los priístas mantienen un perfil bajo.

Hablar de sus seguidores como «buenos para nada, mantenidos, ignorantes», es muy superficial e irresponsable y sería una absurda generalización. Antes que todo eso, está la fe. Y eso tiene raíces muy profundas, más en un México con abundantes rasgos verticales y un gobierno que siempre se asumió como dador. Es decir, sus seguidores asumen que para que haya un cambio en el país, se debe de apostar a una persona y no a ellos mismos. Una sociedad como la mexicana es más proclive a caer rendida a los pies de un demagogo; aunque Estados Unidos ya nos ha mostrado el ejemplo de que un país más democrático y desarrollado tampoco está exento de caer en ese tipo de trampas.

En este sentido, López Obrador tiene varias coincidencias con el PRI.  López Obrador fue priísta y absorbió gran parte de su modus operandi. Muchos rasgos propios del PRI están muy presentes en su persona y organización.

Si bien AMLO no tiene una estructura sólida (que trata de construir con Morena) como para replicar un club-partido a gran escala como lo hace el PRI (muchos simpatizantes ni siquiera están afiliados), varias de sus formas se replican (la sumisión y el alineamiento), pero en vez de tratarse de un partido, se trata de una persona. Se trata de una organización paternalista más que de grupo.

Al igual que con el PRI, se está dentro, o se está fuera. Ser parte del movimiento de AMLO es un privilegio, «es un honor estar con Obrador». Como se presenta como moralmente intachable, entonces los que lo critican son «moralmente reprobables», o cuando menos, engañados: – Ya no veas Televisa. Si un columnista critica a AMLO, ya es considerado parte de la Mafia en el Poder. No importa si es Ciro Gómez-Leyva, Denise Dresser o Julio Astillero.

A diferencia del PRI, la relación entre los simpatizantes y la figura en cuestión sí está cargada de elementos ideológicos. Es decir, no pertenecen por pertenecer, sino porque López Obrador representa la respuesta al diagnóstico que han hecho del país:

Sus simpatizantes tienen una escala de valores, luego entonces, simpatizan con López Obrador, pero al simpatizar absorben todo su credo, como si esto fuera necesario para reafirmar su propia escala de valores.

Pero no se trata de una postura ideológica muy definida, más que la confrontación con las élites. Su discurso contra la corrupción, la desigualdad y falta de oportunidades va en ese sentido. en confrontar las élites y defender la soberanía con argumentos nacionalistas, aunque con mucho menos vehemencia que Chávez o Maduro; en tanto para él y sus simpatizantes el enemigo está dentro del país y «el imperialismo» queda un poco más en segundo plano.

La postura en temas que no tienen que ver con esta confrontación es muy vaga y no tiene relación con las corrientes progresistas, claro ejemplo es la postura de López Obrador en temas sociales como el matrimonio gay o la despenalización de la mariguana. En ese sentido, López Obrador muestra un pragmatismo parecido al de los priístas, donde la política importa más que las convicciones.

El diagnóstico a priori puede no ser erróneo. Por ejemplo, en México existe mucha corrupción, desigualdad, injusticia, o unas élites rígidas que no permiten el desarrollo pleno del país. López Obrador coincide con esas críticas, les pone nombre y etiquetas. A esa élite le llama «la mafia en el poder» y todos aquellos problemas son a causa de la Mafia en el Poder. Toma verdades, o medias verdades y las generaliza para crear una retórica donde se asuma como el líder absoluto, tal y como lo han hecho los demagogos populistas como Hugo Chávez, o inclusive Donald Trump: El pueblo pobre contra la élite mala. Se asume como antisistema.

AMLO Morena

La solución que propone es fácil (cuando la realidad es opuesta), se trata de presentarse como impecable, impoluto; de mostrar que el problema tan sólo es de carácter moral, y basta ser recto para resolverlo. Basta con ser bueno.

Basta con tratar de entender un poco de psicología, economía y otras disciplinas más para entender que esto no es así. Pero seguir a una persona que se asume como recta, es mucho más fácil que trazar una estrategia para combatir estos problemas. A esto se le debe sumar que la mayoría de los ciudadanos no creen que por sí solos tengan la capacidad de transformar su realidad (cuando la realidad, al menos al día de hoy, es que sólo desde la ciudadanía puede venir un cambio). Y de la misma forma, se debe sumar la desesperación. El resultado es un líder populista con un considerable número de seguidores.

No podemos hablar de «personas ignorantes» como algunos sugieren cuando hablamos de los simpatizantes. Varios de sus seguidores tienen un nivel de educación relativamente alto, incluso no son muy pocos los llegan a estudiar en el extranjero y llegan a destacar en su área profesional (conozco quienes pisaron Harvard). Pero su vínculo con López Obrador sigue siendo eso, un acto de fe. No importa que los argumentos y postulados del tabasqueño puedan ser fácilmente rebatibles.

No tiene que ver con la inteligencia en tanto la gente con un mayor cociente intelectual no siempre es «más objetiva» que el resto. De hecho, pueden utilizar su propia inteligencia para tratar de reforzar y justificar su postura.

López Obrador y sus seguidores son parte de un mundo que tiene muchos enemigos en común y que se repiten a cada rato: «La mafia en el poder», «Los potestados»,  «Televisa», «Peña Nieto», «El Prian», etc. Son entidades o personas, que en su mayoría pueden ser duramente criticadas por quienes no simpatizan con López Obrador, pero que son un todo para quienes sí simpatizan con él, son un sólo enemigo.

La premisa de López Obrador, y por consecuencia, de sus seguidores es: si estas entidades desaparecen, entonces México será otro. Reparan en ellas, y no en las causas que las hicieron surgir. Es más fácil decirlo así, es más fácil crear un enemigo en común. El político que quiera ganar poder creando una masa de simpatizantes leal y cohesionada, sabe que debe de crear un enemigo en común.

Los lopezobradoristas son leales entre ellos, al menos ideológicamente. Acceden a las mismas fuentes de información (Proceso y La Jornada principalmente) porque son a su parecer, las únicas que presentan una realidad objetiva. En general tienden a ser más bien incapaces de aceptar críticas, y dan por descontado algún artículo crítico, porque la oposición a López Obrador tendrá siempre una oscura intención. No se puede ser opositor a López Obrador desde el bien. Como comenté anteriormente, la única alternativa es estar engañado.

Muchos de sus seguidores son bienintencionados, pero les es más esperanzador sujetarse a los designios de un líder, que pensar que la ciudadanía por sí misma puede generar cambios dentro de la sociedad.

De esta forma, al igual que el PRI, tienen sus propios ritos y costumbres. También se trata de pertenecer, pero esta pertenencia conlleva una carga ideológica, y dicha carga es la que da cohesión al movimiento.

A diferencia de los priístas, dicha carga ideológica puede hacer que algunos de sus seguidores caigan en alguna especie de arrogancia intelectual. Sus seguidores suelen estar más leídos e informados (aunque de forma parcial) que quienes pertenecen al PRI (especialmente sus bases cuyos miembros poseen una baja escolaridad). Eso, más la postura moral que encarna el movimiento, puede hacer que en algunos casos se muestren moralmente superiores a los demás: «tenemos conciencia crítica, leemos y nos informamos».

Aunque al mismo tiempo refutan argumentaciones críticas hacia la figura de López Obrador o su programa político y económico, sin importar si son contundentes. Porque, es un acto de fe.

De esta forma, López Obrador sigue teniendo una base sólida de seguidores incondicionales, muchos de los cuales se asumen como agentes de transformación (supeditados a un líder). La crítica dentro del movimiento es escasa, en especial cuando va dirigida al propio líder. Quienes terminan desencantados terminan abandonando el movimiento, porque no se puede entender la pertenencia sin la sumisión ideológica a López Obrador. También, quien se decanta y muestra una postura crítica, termina siendo rechazado por los miembros del movimiento, quien a sus ojos, puede tener un interés particular: -Ya se vendió a la mafia del poder.