El Chapo y tu imaginación. Mis primeras impresiones

Ene 9, 2016

Hace unas horas escribí mi artículo. Por alguna extraña razón técnica desapareció (WordPress, el sistema que sostiene a este sitio, hace continuos respaldos de tal forma que eso no debería de suceder). Ya con las ideas desarrolladas posiblemente logre escribir un mejor artículo que no puede considerarse el definitivo, y sí, una especie un compendio de las primeras impresiones. Considero imprudente escribir un artículo profundo dado que apenas ha pasado medio día de la captura del Chapo, y el Gobierno, hasta lo que he entendido, no ha dado muchas explicaciones.

El Chapo y tu imaginación. Mis primeras impresiones

Pero a pesar de esto, hay cosas que son palpables a primera vista, y sobre ellas quiero hablar y hacer mi crítica. Después, conforme pasen los días, podré hacer una crítica más profunda sobre la detención del Chapo, así que ahora me limitaré a analizar lo que rodea a este suceso.

Hace tiempo no había visto con buen semblante a Peña Nieto. Naturalmente sabe (o al menos piensa) que un suceso de esta naturaleza podrá ayudarle un poco a levantar esa alicaída imagen.

Seguramente él o su gente giraron instrucciones a su equipo de comunicación para aprovechar mediáticamente esta detención. Los medios «tradicionales» (cada vez más frecuente eufemismo de «oficialista») harán un gran eco del suceso, del logro del Presidente (porque en México cada acierto es acierto del Presidente y cada error, es error del Presidente), mientras que los medios digitales (en su mayoría) tomarán la noticia con pinzas y un mayor escepticismo.

Mientras Peña y su equipo anuncian su logro con grandilocuencia y con la parsimonia típica de los gobiernos del PRI, los opositores en las redes (entiéndase desde ciudadanos comunes hasta opinadores, escritores y demás especies) toman la nota con dos formas distintas escepticismo: Una forma de escepticismo sana, y otra más cercana a la teoría de la conspiración.

Algunos insisten en ver una macrabra relación entre la depreciación del peso frente al dólar y la detención del Chapo. Aunque sería absurdo crear una cortina de humo cuando esta depreciación está a la vista de todos. Además, hay que entender la depreciación del peso como un fenómeno global producido por la devaluación del Yuan, la caída de los precios internacionales del petróleo y el aumento de las tasas de interés de la FED (Reserva Federal de Estados Unidos). De hecho monedas como el peso colombiano, o el won surcoreano se han depreciado más frente a la moneda estadounidense.

Es decir, al menos en la mayor parte, la depreciación del peso no es culpa del Gobierno Federal, aunque tener un Estado de derecho y una economía poco productiva naturalmente hace que el país resienta mucho más esta coyuntura internacional.

Pero la realidad es más aburrida y más difícil de entender (requiere imaginar menos y pensar más).

Y hablando de «inventar historias», el Gobierno Federal también inventa la suya. Se postran como los héroes que han detenido al Chapo.

Sí, su detención se puede considerar un acierto del Gobierno. Se les puede reconocer, mas no se puede festejar y mucho menos vestirlos como héroes. No se puede levantar en brazos a quien apagó un incendio que él mismo provocó. Menos se puede hacer cuando las raíces del mal, las raíces de la corrupción y de la débil institucionalidad que provocaron la fuga del Chapo siguen ahí y no se ha hecho nada por combatirla.

Apagaste el fuego de una casa que has quemado y a la hora de salir a celebrar, has dejado prendida la estufa.

El Gobierno aplaude con grandilocuencia y hasta con una dosis de cinismo su logro. No esperan a ser aplaudidos, ellos lo hacen, se reconocen intentando no con mucho éxito que sus gobernados los emulen. Esto en su ya clásica lejanía aislados en una especie de burbuja o mundo paralelo.

No recuerdo haber visto a Obama «festejando» el abatimiento de Osama Bin Laden. En cambio, en una detención, que pudo haber tenido su dosis de suerte, dado que el propósito de dicha operación era detener a «El Cholo Iván» y no a Joaquín Guzmán Loera, Osorio Chong (como muestra el video que inserté arriba) festejó, aplaudió y abrazó como si hubiera ganado algún tipo de concurso. En la cuenta de Facebook de Peña Nieto se puede ver a él y a su gabinete de seguridad con una gran sonrisa y una pose triunfalista, como si dicha imagen fuera premeditada o preparada con antelación:

El chapo y el dólar

Se habla de Estado de derecho, de misiones cumplidas, de «todos los mexicanos» como esperando que con esto, el pueblo por fin le de un voto de confianza. Pero esa parsimonia, esa simulación, termina creo yo, creando desconfianza. Mientras en un país desarrollado como Estados Unidos o Francia, el mandatario ejerce su figura de líder ante los gobernados, pero no un líder absoluto, sino uno ejercido con seriedad y que pende de su relación con quienes gobierna, en el México que no ha terminado de democratizarse, quien debería ser el líder, considera que tiene el derecho de «auto festejarse y autorreconocerse» antes de que el pueblo lo haga.

Y ahí está el error:

Porque el Presidente, si se considera democrático, debería fungir como un empleado con más de 100 millones de jefes.

Y en una empresa los empleados no se mandan a hacer sus diplomas, ni uno se autodesigna el empleado del año. El Presidente puede hacer o comunicar, pero el que debe de hacer el juicio es el pueblo a quien gobierna.

El Gobierno se preocupó más por el «auto aplauso» que por darle una explicación de lo ocurrido a la ciudadanía. Pasaron horas para que empezaran a hablar de los detalles cuando ya se habían vanagloriado una y otra vez. Nadie niega que el Gobierno merece una dosis de reconocimiento, pero quien reconoce es la ciudadanía, y la dosis que ha empleado el Gobierno para «auto reconocerse» ha sido bastante excesiva.

Justo hace dos días escribía sobre la preocupante calma que se vivía en el país, donde parecía que no pasaba nada, donde el Presidente no hacía mucho ruido y sus más férreos opositores dejaban de subir memes. Bastó este acto para recordarnos la realidad de las cosas, que dicha tranquilidad era algo así como una tregua no pactada, un descanso tal vez necesario.

Pero la realidad sigue ahí, y la cuestión es ¿qué vamos a hacer con ella?