¿Qué es un chairo? Y lo que no es

Ene 1, 2016

Rogelio Villarreal afirmaba en una columna de Milenio que en los años 60 el término «chairo» se refería al adolescente que se masturbaba mucho y por ende siempre estaba distraído. En general, parece que ese es el origen de la palabra «chairo», de hacerse una chaqueta, «hacerse una chaira». Y en ese sentido uno podría pensar que ese término se usa haciendo referencia a una «chaqueta mental».

¿Qué es un chairo? Y lo que no es

Cuando escuché por primera vez el término, lo hice por medio de un video de Youtube hace unos 4 años donde algunos de ellos mismos se hacían llamar con ese término. Éste no parecía ser tan despectivo como lo es ahora, y académicos de las ciencias sociales trataban de explicar a ese grupo como cualquier otra subcultura, que surge como respuesta a un entorno dado. Los chairos eran definidos como una suerte de neohippies con ideas políticas y económicas anacrónicas: Admiradores del «Ché» Güevara y Pancho Villa, quienes se oponen a la globalización y la economía de mercado porque asumen que ésta es la causante de todas las crisis. Tienden a practicar ritos e ideas ancestrales, utilizan vestimentas autóctonas y muchos de ellos fuman mariguana.

Yo podría definir a un chairo entonces, como una persona tendiente a ser activista, muy idealistas desde la izquierda política, herederos del victimismo latinoamericano donde los españoles y los estadounidenses son los responsables de todas nuestras desgracias, que se oponen de alguna forma a la economía de mercado y al capital privado, tendientes a creer teorías conspirativas (en distintos grados), y que generalmente creen más en signos e ideales que en hechos y observaciones empíricas: Por eso es que tienden a no fundamentar bien sus argumentos.

También en algunos de ellos (no en todos) suelo encontrar cierto halo de superioridad moral e intelectual, al encontrarse ellos en una postura adversa al sistema. En muchos casos tienen el tino de advertir sobre los problemas estructurales de determinada sociedad (que un país es corrupto, que hay una élite en el poder), pero no para explicar por qué éstos se producen, y menos para aportar una solución sensata.

Esa actitud es muy típica dentro del activismo de izquierda, aunque hay que recordar que a diferencia de otros países (como Estados Unidos, y varias naciones de Europa), la derecha en México suele involucrarse poco en el activismo, y las expresiones de fascismo u otro tipo de populismo de derechas son relativamente escasas (no, no tenemos a un Donald Trump y tan solo grupos marginales como El Yunque). En esos casos donde sí existe, se suelen repetir los mismos patrones pero desde la derecha: Idealismo excesivo, teorías de la conspiración, nacionalismo, entre otros…

También a los chairos se les suele considerar seguidores de López Obrador, aunque no necesariamente todos los seguidores de AMLO son chairos, y tampoco todos los chairos son seguidores de López Obrador (algunos lo ven más bien como parte del problema a combatir, y no como la solución).

Pero esta etiqueta ha venido cayendo en una generalización con el tiempo.

Es decir, muchos utilizan el término despectivamente para etiquetar a quienes se oponen fervientemente al gobierno actual; sobre todo por parte de aquellos que son afines a él.

Por ejemplo, he visto que a periodistas o analistas como Jorge Ramos o Denise Dresser los llaman chairos (hasta a Ferriz de Con lo han llamado así alguna vez en las redes), cuando en realidad sus ideas están a favor de la economía de mercado y de la globalización. Pero así los llaman algunos por su mera animadversión al Gobierno, o bien, porque en algún momento pueden coincidir en algunos temas con los llamados chairos (por ejemplo, la Casa Blanca o Ayotzinapa) al tiempo que difieren en otros. Hacer esa relación es un error, como si etiquetáramos de la misma forma a los otrora rivales pro calderonismo y pro López Obrador porque los dos bandos ahora coinciden en su desprecio hacia el gobierno actual.

Esta generalización es un tanto peligrosa, ya que se cae en el error de desacreditar a los opositores del Gobierno, dudando de su capacidad intelectual para emitir las críticas, o bien, relacionándolos con ciertos grupos de poder opuestos a quienes gobiernan actualmente.

Por ejemplo, se cataloga como chairos a aquellos denominados «opositodo», quienes tienden a jugar un papel de confrontación directa contra algún gobierno, ya sea por medio del activismo o las redes sociales, pero que no necesariamente comparten los ideales nacionalistas anti globalización propios de los chairos.

Y el problema de las etiquetas es que quienes las utilizan terminan siendo incapaces de ver las peculiaridades entre las distintas personas a las que le son adjudicadas. Juan y Paco pueden tener diferencias sustanciales en algunos temas, pero para Pedro son lo mismo porque a los dos los llaman chairos.

De tal forma, un ferviente opositor al gobierno termina en el riesgo de caer en esa definición, aunque en realidad su perfil esté muy apartado del concepto original de lo que es un chairo.

Es decir, el término que describía a una subcultura antiglobalización, ancestral y nacionalista, se ha reducido a ser un crítico del gobierno; incluso he escuchado afirmaciones como: – Ahora que tu partido (el PRI) ya no está en el poder, ya te volviste chairo, como si el mero hecho de ser opositor al gobierno fuera algo deleznable, cuando en una democracia es necesario que exista una oposición (política y ciudadana) al gobierno.

P.D. Aprovecho este espacio para desearles un feliz año nuevo.