El candidato independiente visto como un tlatoani

Nov 29, 2015

Entré a la sala ubicada en la Expo Guadalajara, donde en el marco de la FIL se llevaría a cabo una charla entre los antes candidatos independientes, y que conduciría Leo Zuckerman.

No sé si estaba en una conferencia o en un estadio, pero había mucha emoción entre quienes asistieron a esta mesa. El público, que abarrotó el auditorio, recibió a los «independientes» casi como si fueran rockstars.

El candidato independiente, visto como un tlatoani

Cuando alguien mencionaba la palabra independiente, la gente aplaudía; cuando se trataba de palabras como «partidos», «PRI» o «Peña Nieto» los abucheos no se hacían esperar. No importaba si los argumentos expuestos por parte de los independientes eran válidos o eran sólo simplemente palabras al aire.

Era patente la molestia del público con la clase política, de alguna forma los asistentes (y yo creo que la mayoría de los ciudadanos comunes interesados en política) han depositado su fe ciega en los independientes y aquí es donde yo freno el carro:

Jorge Castañeda (quien trató de contender sin éxito como independiente por la presidencia en 2006), Jaime Rodríguez «El Bronco» (ex Priísta que llegó como independiente al gobierno de Nuevo León contra todos los pronósticos), Manuel Clouthier (hijo del «Maquío» quien ganó un escaño en el senado como independiente), Pedro Kumamoto (Diputado Local por el distrito 10 de Zapopan que llegó sin el apoyo de los partidos), y Alfonso Martínez (alcalde de Morelia quien llegó por la misma vía). Todos ellos son independientes, pero son figuras muy diferentes entre sí. No se pueden poner en un mismo saco.

Jorge Castañeda es un académico, canciller hijo de canciller, con toda una vida tanto en la educación como en la política. El Bronco militó varias décadas en el PRI, y al no poder contender por ese partido, decidió salir y hacerlo por cuenta propia. Clouthier, un ex panista, hijo de los principales bastiones del PAN (cuando este partido tenía dignidad). Kumamoto es un joven que todavía vive en casa de sus papás, sin experiencia política alguna, pero con muchas ilusiones y ganas de hacer las cosas bien. Y Alfonso Martínez cuya trayectoria no conozco a fondo, pero que también surgió del PAN.

Sus historias son muy diferentes. Su honorabilidad también. Depositar toda la fe en ellos es un error.

Las candidaturas independientes son muy necesarias. De hecho, en un México donde existen partidos políticos viciados, son no sólo un recurso alterno que tiene el elector, sino un incentivo para que los partidos políticos se renueven.

Pero son necesarios. Todo país democrático está compuesto de éstos. Las candidaturas independientes son simplemente un complemento, otro agente en la arena que estimula más la competencia.

A pesar de la insistencia de algunos panelistas (como Jorge Castañeda y Pedro Kumamoto) de no ver a los candidatos independientes como la panacea, el público mostraba una gran admiración hacia ellos, como si se tratara de los cuatro fantásticos. Pero no lo son.

El Bronco

La diferencia intelectual entre Jorge Castañeda y El Bronco es abismal. Al primero le sobra cultura y conocimientos (aunque a veces no se esté de acuerdo con algunos de ellos), El Bronco, me parece más bien una persona relativamente ignorante, pero que sabe como ganarse a las masas. Algo así como un Fox con una pizca de López Obrador.

Pero la mayoría de los asistentes no se daba cuenta de su demagogia. El Bronco repetía constantemente que los partidos políticos eran totalmente innecesarios y que había que borrarlos del mapa (una afirmación irresponsable): Todos aplaudían y algunos se ponían de pie. El neoleonés arremetía contra los medios de comunicación, decía lo que la gente quería escuchar: confrontación, promesas, pero casi ninguna idea congruente.

Hasta Pedro Kumamoto (a quien dobla en edad) terminó exhibiendo sin querer al neoleonés. Mientras Kumamoto reconoce el handicap inherente a su juventud y por lo cual trata de prepararse y asesorarse, El Bronco hace gala de su larga experiencia en el PRI. Basta con vociferar «arriba los independientes, mueran los partidos o los medios de comunicación» para hacer explotar al público en júbilo.

Afortunadamente para El Bronco, éste tiene la ventaja de suceder al clan de los Medina. Basta con hacer caer algunas cabezas y gobernar de forma un tanto decente como para poder erigirse como «El cambio» que México necesita, y que los neoleoneses lo presuman. ¿Les suena?

Y aquí es donde quiero dejar en claro que no todos los independientes son iguales, que un independiente también puede gobernar mal y se puede corromper. Están hechos de la misma materia que cualquier ser humano.

Imaginemos que el líder de alguna iglesia evangélica sumamente conservadora lance su candidatura como gobernador independiente y al llegar al poder prohiba los besos en público o lleve a cabo una cruzada en contra de los homosexuales.

O bien, que una figura que tiene relación con el narcotráfico use ese medio (aprovechando su fama en algún Estado) para buscar una gobernatura.

La figura de los independientes cae bien, porque mientras los partidos están viciados y atados a un sinnúmero de intereses, los independientes no lo están y «necesitan más de la ciudadanía» para llegar al poder (lo cual los compromete más con ésta). Entonces cuando se vuelven una competencia real, los partidos llegan a la conclusión de que necesitan renovarse; posiblemente limpien sus filas y logren una mejor comunicación con los ciudadanos.

Los partidos a su vez ofrecen una plataforma ideológica y en ese sentido representan, o deberían de respresentar, a una fracción de los ciudadanos. Un empresario, una madre de familia tradicional, un activista gay o un maestro debería poder simpatizar con un partido político que le sea afín a su forma de pensamiento.

Un político partidista podrá tener el respaldo en las cámaras que el independiente posiblemente no tendrá. Por esto es que al final del día, los partidos son necesarios; lo que necesitamos es que se renueven, y en el caso de no poder hacerlo, que sean reemplazados por otros.

México necesita una reflexión más profunda que júbilos ante frases ensayadas y repetidas hasta el cansancio. Si concebimos al independiente como tlatoani, estaremos cayendo en el mismo error histórico en el cual hemos caído siempre y poco después nos preguntaremos por qué las cosas no han funcionado como esperábamos.

Porque al final es un trabajo de todos. No sólo de los políticos. Tuyo y mío también.