¡Pum! La bomba

Ago 6, 2015

Hace 70 años, el bombardero Enola Gay lanzó la bomba Little Boy en la ciudad de Hiroshima. Se trató de uno de los eventos más aberrantes en la historia moderna y mediáticamente los estadounidenses salieron bien librados (que decían que era necesario, que les habían atacado Pearl Harbor y que si no lo habían el conflicto iba a escalar de forma que se iban a perder muchas más vidas que las que se perdieron por las bombas arrojadas y demás chocoaventuras). El Washington Post afirma que es un mito el hecho de que las bombas terminaran con la Segunda Guerra Mundial, y que más bien la Unión Soviética entró inesperadamente a la guerra en contra de Japón el 8 de agosto (con quienes habían firmado un pacto de no agresión anteriormente) y debido a eso, los nipones decidieron rendirse.


hiroshima-1948

Dios mío, ¿Qué hemos hecho? – Capitán Robert Lewis, copiloto del bombardero Enola Gay.

Historias más, historias menos. El bombardeo nuclear de Estados Unidos contra Japón debería de ser considerado como una de las estupideces más grandes de nuestra historia como especie. 166,000 civiles murieron en Hiroshima y 88,000 en Nagasaki, aunque sólo la mitad murieron los días de los bombardeos, los demás fueron muriendo con el tiempo debido al envenenamiento de la radiación. Hiroshima era un próspero enclave comercial, y ahora lo es de nuevo, pero las cicatrices no se han borrado. Basta con googlear «Hiroshima» para percatarse de que casi todas las fotos son relacionadas con el bombardeo nuclear a pesar de que en la actualidad es una de las ciudades más importantes de Japón.

A pesar de que las armas nucleares siguen teniendo cierta importancia en el concierto geopolítico de las naciones, parece que hemos madurado, aunque sea un poco, en la forma en que resolvemos nuestras diferencias como naciones. Es inconcebible que el ser humano pueda llegar hasta esas instancias para defender sus intereses (porque las guerras casi siempre tratan del conflicto de intereses de unos pocos que son defendidos por las masas a las que gobiernan):

Al reincorporarse Tsuboi, su camisa, pantalones y piel colgaban de su cuerpo, donde las heridas abiertas dejaban los vasos sanguíneos al aire, mientras que parte de sus orejas habían desaparecido. Estaba cubierto de sangre y quemaduras.

Tsuboi recuerda haber visto a una adolescente con el ojo derecho colgando de su rostro. Cerca de allí, una mujer intentaba en vano contener sus intestinos dentro de su propio cuerpo.

«Había cadáveres por todas partes», «algunos sin miembros, todos carbonizados», recuerda este superviviente, que se preguntó: «¿Son humanos?».

Dicen que la historia la escriben los ganadores, y así parece ser. La historia no colocó a Harry Truman como alguna especie de villano, y la historia tampoco etiquetó a los Estados Unidos por el lamentable hecho, ni los marcó. La gente recuerda a Estados Unidos por muchos motivos antes que recordarlo por haber matado a poco menos de 200,000 japoneses en un bombardeo.

A pesar de todo, Japón resurgió de sus cenizas y ahora es uno de los países más desarrollados. Nagasaki e Hiroshima ahora son ciudades prósperas, pero la huella quedará ahí, para siempre.

A los supervivientes aún les esperaba una serie de aterradoras enfermedades provocadas por la radiación: sangrado de encías, caída de dientes y cabello, cáncer, nacimientos prematuros, bebés con malformaciones y muertes repentinas. Y, además, el rechazo de sus compatriotas, que temían contagiarse.