Los cables de Apple

Jun 14, 2015

Modo hiperconsumista de Cerebro = ON.

Me gusta mucho la marca Apple, sin ser un enajenado fan de la marca (por ejemplo, estoy escribiendo desde una PC) siempre me ha gustado su ecosistema, me gusta como cuidan los detalles de todo lo que fabrican, todo está pensado y no dejan nada a la improvisación. Pueden tener aparatos cuya potencia no supera a la de la competencia, pero esa sensación de perfección que le ponen a cada uno de sus productos es algo en lo particular para mí, muy atractivo.

Los cables de Apple

Pero como en toda buena familia hay una oveja negra y esa son los cables, sobre todo los cables para los teléfonos celulares. Yo compré hace poco más de 7 meses un iPhone 5s, el cual está muy bien tratado y parece que sigue siendo nuevo. Pero el cable está, roto. Nunca lo he forzado ni lo he tratado mal, funciona sí, pero está roto. Y el cable de mi iPhone 4s anterior, terminó completamente pelado; incluso alguna vez llegó a darme toques. Algo de más curioso en una marca como Apple tan acostumbrada (gracias a la chinga que les ponía Steve Jobs a sus empleados) a cuidar todos los detalles.

Las elecciones intermedias terminaron, por fin podremos descansar de tanto bombardeo visual y auditivo, de propuestas y spots tan malogrados más mallugados que, precisamente un cable de Apple. De pronto la política empezará a dejar de estar de moda, no sin que antes toda la comentocracia empiece a reflexionar y hacer una análisis (a veces certero, y a veces no) sobre lo acontecido. En estas elecciones no pasó mucho (el PRI, PAN y PRD  ganó acá, perdió allá y acuyá, que algún independiente), pero como afirman algunos, aparecieron pequeñas grietas que de alguna forma pueden dar esperanza de un cambio posterior, y es que veo difícil que el modelo político actual (me refiero más a la práctica que a las leyes y el «deber ser» de las instituciones) se pueda sostener por mucho tiempo. Precisamente en ese modelo tan bien diseñado para ellos, hay un cable de Apple que nos deja ver que no todo es perfecto.

Las aguas empiezan a calmarse, es tiempo de contar el número de amigos que tenemos y ver cuantos perdimos en el transcurso. Si el teléfono celular no tiene pila, podemos conectarlo al malogrado y maldito cable blanco con los cobres pelados para abrir nuestras redes sociales, contar el número de amigos y determinar cuanto nos dejaron de seguir y a cuantos bloqueamos. Tal vez lo haremos ignorando a quienes nos acompañan en la mesa, tal vez esos dos unfollows de personas que ni conoces hagan que no prestes atención a la chica que tanto te gusta y que está frente a ti. Tal vez camines con el celular, te estrelles contra un poste, o alguien te lo robe. Tal vez ibas tan distraído leyendo el artículo de Carlos Puig que se te fue el camión, o alguien te quitó el lugar en la fila mientras estabas realizando trámites en el gobierno.

Todo volverá a ser tan cotidiano que habrá espacio para hablar de un cable de Apple. Los relatos sobre la política irán desapareciendo, posiblemente se hable escuetamente de quienes generaron esperanzas cuando lleguen al poder y nada más. Por alguna razón los individuos siempre tenemos alguna esperanza en el período electoral, como si a partir de ahí se fuera a gestar un gran cambio, como si fuera la única oportunidad para que nuestra realidad como sociedad cambie. Aunque en la práctica las cosas o sea mantienen mas o menos igual, o subestimamos las mejoras que se den a través del tiempo al punto de ignorarlas y integrarlas a nuestra monotonía, o bien en caso contrario, lamentamos profundamente todo lo que se haya puesto peor, aunque haya sido un poco.

Y lo haremos como si sintiéramos que ya nada puede cambiar, hasta las siguientes elecciones, aunque los vergonzosos spots e impresentables candidatos nos adviertan que las cosas no pueden cambiar mucho, o más bien se pueden poner peor que un cable de Apple que se rompe con más rapidez que lo que se corrompe un candidato.