De Charlie Hebdo a una manifestación histórica

Ene 11, 2015

De Charlie Hebdo a una manifestación histórica

Un millón y medio de manifestantes en París en una población cuya área metropolitana ronda por los diez millones. Es decir, entre uno y dos de cada diez parisinos decidieron ir a manifestarse a las calles. De esos 10 millones habría que excluir a quienes por edad no asistieron (niños pequeños), a quienes no lo hicieron por incapacidad (personas de la tercera edad) para darnos cuenta de la magnitud de la manifestación, una manifestación histórica. A éste número hay que sumarle dos millones más en otras ciudades de Francia. Simplemente histórico.

Pero la cereza en el pastel fue que al frente de la manifestación, donde estaban varios mandatarios, el francés François Hollandé, La alemana Angela Merkel, el británico David Cameron o el español Mariano Rajoy; se colocaron en primera fila a Benjamin Netanyahu, el ministro de Israel, y Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, algo que aplaudieron los manifestantes que vieron ese acto simbólico; lo cual termina siendo un golpe mediático y hasta político contra los extremistas.

Charlie Hebdo es (porque afirman que este atentado no los va a hacer desistir) un diario satírico, que confronta. Charlie Hebdo era implacable a la hora de criticar religiones e ideologías (incluso a la izquierda, de la cual forman parte), por lo cual sus contenidos podían llegar a herir susceptibilidades. Y es válido molestarse e indignarse contra alguna de sus publicaciones. Si soy católico y veo a la Santísima Trinidad siendo satirizada en un acto sexual naturalmente me puedo indignar y tengo derecho a hacerlo; pero de ninguna forma, de ningún motivo, se puede justificar un atentado como el que lamentablemente ocurrió hace algunos días.

Por esta razón es absurdo hacer afirmaciones como «es que se lo buscaron». Sí, en Charlie Hebdo sabían del riesgo, sobre todo porque ya habían sido víctimas de un atentado en el 2006, pero lo asumieron. Tratar de asignarles cierto grado de culpa es como decirle a una mujer que «se buscó que la violaran» porque iba vistiendo una minifalda. Las sátiras hechas con una pluma, por más burdas y directas que sean, nunca se van a poder comparar con el atentado contra una vida.

Les cuento una breve anécdota. Hace unos años viajé solo a Nueva York (era la primera vez que iba a esa ciudad) y tomé un taxi que me llevaría a Manhattan, el que manejaba era un árabe y durante el trayecto hablaba por teléfono celular con un tono agresivo (naturalmente no entendía lo que decía). Me entró una especie de pánico por que se me vinieron a la mente los atentados del 2001 y de forma irracional llegué a pensar «¿No será que esté planeando algo?». Bastaron unos minutos para que entrara en control y entendiera que no era nada más que un prejuicio irracional.

Recordando esto, me preocupa que el atentado contra Charlie Hebdo pueda derivar en una suerte de islamofobia, o más bien que esta se pueda acrecentar. Grupos y políticos ultraderechistas, entre ellos la francesa Marine Le Pen (que tiene un capital político importante) seguramente ya están aprovechando la coyuntura para promover sus ideas nacionalistas. En realidad la gran mayoría de los musulmanes son pacíficos e incluso gran parte de ellos reprueba los atentados. Pero esto puede incitar a que la gente vea a los árabes (que de por sí, ya sufren de muchos actos de discriminación) con recelos, o incluso con miedo. Estos actos, si no son bien canalizados, pueden servir de alimento para que grupos también extremos (como los de ultraderecha) adquieran más poder del que ya han venido acumulando en los últimos años.

Por eso la importancia simbólica de ver al los mandatarios de Palestina e Israel (cuyas religiones han sido constantemente satirizadas también) junto con varios de Europa Occidental, lo cual manifiesta un repudio consensado contra los atentados terroristas. La persecusión y el señalamiento nunca debe de ir en contra de las religiones ni de quienes las profesan, sino en contra de los extremistas, sean musulmanes o de cualquier otra creencia.

Imagen de Stéphane Mahé/Reuters