Sandino Bucio, el gobierno y la violencia

Dic 1, 2014

El sábado supimos que Sandino Bucio Dovalí había sido secuestrado por supuestos agentes federales para después ser llevado a la SEIDO. Ésto lo supimos porque su captura fue grabada con dispositivos móviles, donde se constata que subieron a un automóvil agentes vestidos de civiles para luego golpearlo, amedrentarlo, y decirle de lo que se iba a morir, cosa que va en contra de todos los protocolos y es un flagrante atentado contra los derechos humanos (aún siendo culpable). Sandino Bucio terminó el día como héroe cuando su mamá en medio de miles de activistas lo esperaba después de que hubiera sido liberado.

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El domingo, el periódico Reforma publica imágenes donde se ve a Sandino Bucio participar violentamente en manifestaciones. El día de hoy, Carmen Aristegui lo entrevista y lo cuestiona por esas fotografías. El afirma que actuó así en defensa propia, pero al final él mismo afirmó tácitamente que no estaba en contra de las manifestaciones violentas porque la gente ya esta harta del gobierno, y para eso puso como ejempelo los bloqueos y las manifestaciones violentas que hemos visto en entidades como Guerrero. La conclusión a la que podemos llegar es que tanto Sandino Bucio como el mismo Gobierno actuaron de forma ilegal. Algunos justifican la forma ilegal en que operó el gobierno para que «ya de una vez entiendan esos revoltosos» y otros mitifican a Bucio y justifican su violencia tal cual mártir de la patria. Ambas posturas son completamente erróneas si se quiere aspirar a tener un Estado de derecho.

Siempre he insistido en no caer en errores de relativización. El que nos hayamos dado cuenta que Bucio no era un «pobre angelito» no relativiza la forma en que fue levantado por las autoridades y viceversa, el que las autoridades repriman de esta forma a manifestantes, no les da puerta abierta para que usen la violencia. El problema es que en el tema de las manifestaciones por unos pocos pierden todos. El gobierno es mucho más poderoso que un manifestante, y siempre le convendrá «exhibir» los actos vandálicos para deslegitimar una manifestación pacífica.

La manifestación del 20 de noviembre se caracterizó por su pacifismo (aunque algunos medios insistieron en demostrar lo contrario), incluso en Estados Unidos (país desarrollado al cual siempre nos ponen de ejemplo) días después, a raíz de la exoneración de Darren Wilson, quien matara a un adolescente negro en Ferguson, salieron a las calles y abundaron los actos violentos, destrozo de carros y demás actos vandálicos. Pero en México, a pesar de la rabia, de la indignación, la gran mayoría de la gente se comportó a la altura, y fueron unos pocos (entre los cuales posiblemente había infiltrados) los que llegaron a causar desmanes. Pese al pacifismo, la policía reprimió la manifestación, incluso agredieron a comensales.

Pero ahora pondrán los reflectores en Sandino Bucio, estudiante de Filosofía y Letras de la UNAM, de donde salen estudiantes radicalizados que se organizan en el Auditorio Ernesto «Ché» Guevara. Incluso el gobierno tendrá a quien aventarle la bolita. Una de las indicaciones que se deben de seguir para no caer en la represión gubernamental es no ceder ante la violencia. Cuando esto ha pasado quien gana siempre es el Gobierno. La paz es lo que da legitimidad a los manifestantes frente al resto de la población.

Los gobiernos represores y los ciudadanos que buscan revoluciones violentas son ejemplo claro de países que no se han logrado consolidar. Las manifestaciones que se llevaron en áreas urbanas fueron ejemplo de que los ciudadanos ya quieren estar a la altura, pero en zonas como Guerrero todavía persiste ese México bronco anclado en el pasado, que habla de revoluciones que históricamente han sido un fracaso. Por eso Sandino Bucio se ha equivocado, pero el Gobierno también lo ha hecho. La mala noticia es que a diferencia del Gobierno, quien asumirá el error de Bucio no será el mismo, sino todos los ciudadanos.