Cuándo los ciudadanos ya no quieren a su gobierno

Oct 24, 2014

En lugar de irme de fiesta este viernes y conocer chicas bonitas, me quedaré aquí pensativo para compartirles mi reflexión. Bueno, la verdad es que saldré de fiesta mañana y hoy descansaré porque tuve una semana cargada de trabajo, y quiero aprovechar para hablar del ánimo del mexicano actual. Me pesa, me pesa muchísimo ver esto. Las opiniones de las personas me dejan un sabor agridulce porque por un lado parece que han tomado conciencia de lo que está pasando en nuestro país, pero por otro lado noto una frustración muy grande y una gran desesperanza en sus palabras.

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Si el Chicharito y Fher de Maná muestran su profunda solidaridad con los jóvenes de Ayotzinapa (el primero es de llamar la atención porque no es común que un futbolista se manifieste abiertamiente sobre un tema que el gobierno quiere relativizar) es porque la indignación ha escalado a niveles inusitados. No sé si el gobierno sea consciente de eso, porque a pesar de que los reflectores apuntan al Gobierno Estatal y al de Iguala, al Gobierno Federal se le ve como parte del problema y no como parte de quienes buscarían una solución. Para la masa cada vez más creciente de ciudadanos indignados por la masacre de estado (tan heterogénea ya) el Gobierno es más bien visto como una suerte de enemigo, en el mejor de los casos como unos ineptos que no saben como resolver el problema.

Muchas veces lo he comentado, para que un país funcione, la sociedad debe de tener cierto nivel de confianza en sus instituciones (aunque no simpatice con el partido de quien las preside). Para que exista un estado de derecho, esto es algo completamente necesario. Pero la gente no confía. Ver esa chocante pero necesaria leyenda en el Zócalo de la Ciudad de México que dice «fue el estado» refleja el nivel al que ha llegado el distanciamiento entre el estado y los ciudadanos. Los ciudadanos se consideran como un ente aparte del Estado y no como una suma que forma a éste país llamado México.

Es un círculo vicioso, si el ciudadano siente que la autoridad no lo respeta, entonces el ciudadano no respetará a la autoridad y pasará por encima de ella para satisfacer sus necesidades.

Cuando salgo a la calle, cuando toco el tema con mis clientes, cuando platico con amigos y familiares, siento en ellos eso mismo que yo siento, una muy fuerte desesperanza, una rabia ante lo que está sucediendo en México, un agudo sentimiento de desamparo porque percibimos que el gobierno no hace su papel. Ciertamente no podemos pensar en el gobierno como un ente paternal pero sí podríamos aspirar a crear una sinergia entre lo privado, lo público y lo ciudadano. Los políticos pareciera que viven en otro mundo, Peña Nieto se toma selfies con seguidoras suyas en Monterrey mientras la gente está en las calles, la gente está molesta, gente que supondría que el Presidente y su equipo estarían trabajando arduamente en solucionar el problema.

Tiene razón lo que dice Diego Petersen en su columna, no se puede cambiar la narrativa si no se cambia la realidad. Los spots nos hablan de un México reformado y un México moderno mientras los ciudadanos vemos repetidas esas masacres que eran constante en los años sesenta y setenta. Eso más que esperanza causa que la gente se sienta insultada, percibe incluso cierto grado de cinismo lo que coadyuva en un alejamiento de la sociedad con el gobierno al cual ve muy lejano. Ya no importa si es PRI, PAN, PRD, MORENA o uno de esos tantos «partidos negocio» como el Partido Verde. El ciudadano se siente solo.

Dicen que el pueblo tiene al gobierno que se merece. Es una premisa correcta pero sólo parcialmente. El hecho de que hayan cada vez más personas que se indignan, que piden ayuda, que tratan de hacer algo, nos habla de que no necesariamente es tan así. Incluso yo he hablado de una nueva generación en México que puede hacer las cosas diferente, el problema es que quienes están allá arriba (que aunque sean jóvenes, son parte de un clan rancio y ancestral como el mismo caso del Presidente) no están dispuestos a ceder poder.

Y ciertamente los ciudadanos son quienes podrán enderezar esto. ¿Los políticos? No hay voluntad en ellos, y los que si la tienen son lo suficientemente menores en número como para que no puedan pesar lo suficiente. Dentro de todo lo malo, la buena noticia es que siempre habrá un punto en que nos podamos indignar lo suficiente como para tener el deseo de que las cosas cambien.

Estamos solos, pero lo bueno es que cada vez somos más.