Ser primera dama en México

Ago 10, 2014

Siempre se habla de los presidentes que ha tenido la nación. Ese mito llamado Lázaro Cárdenas, el represor Díaz Ordaz, los presidentes que «fregaron» al pueblo (aquí muchos podrían poner a todos), los emperadores, los laicos, los tontos. La percepción del la figura presidencial es algo paradójica. Cada que vienen elecciones se finca la esperanza en un cambio, como si el simple cambio de mandatario nos pudiera traer progreso. Se cree todavía que el presidente es ese poder supremo que lo puede todo, al que se debe de recurrir en caso de cualquier problema. Pero a la vez la población padece al presidente, se burla de él, lo critica, y si le preguntamos a la gente común cuales han sido presidentes ejemplares, podrán mencionar a muy pocos, o a ninguno.

Ser primera dama en México

A la primera dama se le ve como algo secundario, como un accesorio (amén del país machista que somos), o bien puede tener la iniciativa y alentada por la corrupción o falta de carácter de su marido Presidente, alimentar su ego, hacer y deshacer. Tal como lo muestra el libro de Sara Sefchovich en su libro «La Suerte de la Consorte«, una obra que todo mexicano debería de leer y que sería algo así como la versión femenina de la trilogía de Enrique Krauze (esta última a mi gusto, la mejor referencia histórica para que el mexicano conozca su historia).

Y la verdad, si buscar un buen presidente en México es muy difícil, también es difícil hacerlo con las primeras damas. Algunos pensarían que son un pan de Dios, porque según nuestra idiosincrasia, deben se ser mujeres sensibles, que se preocupan por los niños, por el marido. Pero la verdad es que a través de la historia de México han habido dos tipos de primera dama. El primer tipo es el más común y repetido, y es la dama sumisa al marido presidente en sus diferentes presentaciones (desde las que se quedaban en el hogar y nada más, hasta las que se limitaban a acompañarlos en sus giras). El segundo es aquella dama con iniciativa, pero despilfarradora y alimentada por la corrupción o permisividad del presidente en turno. Así lo fueron Carmen Romano de López Portillo, María Esther Zuno de Echeverría, Eva Sámano de López y por supuesto, la inolvidable Marta Sahagún.

A mi juicio, la que más se ha acercado a ser una buena primera dama es Margarita Zavala, quien ha tenido más iniciativa sin llegar a la megalomanía de las anteriormente mencionadas (posiblemente debido a que es la única que ha estado dentro de la política) y aún así hay temas que se le pueden cuestionar como el tema de la Guardería ABC, entre otros.

La verdad es que el trabajo de la primera dama a través de la historia en México no ha servido de mucho. Han llevado a cabo diversas campañas asistencialistas, dado donativos, dirigido al DIF, y su trabajo no se ha traducido en resultados palpables, y lo más que han hecho es contener temporalmente un problema que se tiene que resolver de raíz. Las primeras damas están lejos de ser el ejemplo del gran talento de la mujer y de su capacidad para influir positivamente en la sociedad. Y es que en esa figura, que ni siquiera está institucionalizada, quedan muy patente dos males: Uno que aqueja a las mujeres que es el machismo y la falsa creencia histórica de que la mujer debe de encargarse del hogar y no de las actividades «de los hombres», y el otro que aqueja a todos por igual, y es la corrupción.

Yo estoy de acuerdo con Sara Sefchovich en que se debe de institucionalizar la figura de la primera dama, la cual, como el Presidente, sea una servidora pública que goce de sueldo y que los mexicanos puedan exigirle resultados. Las primeras damas (término creado por los estadounidenses quienes les han dado más importancia a esta figura) posiblemente existen como recurso para mostrar ese lado amable y familiar del Presidente, pero su trabajo no debe limitarse al hogar, incluso se les debería exigir tener preparación para tomar ese puesto. Porque la historia nos ha enseñado que muchas campañas creadas por ellas han sido producto de la improvisación y de las ocurrencias.

Pero antes de desear eso, me gustaría ver en México a una presidenta mujer ¿Será que alguien actualmente tiene la capacidad para ello y quiera lanzarse al ruedo?