Los hombres no somos iguales

Ene 30, 2014

En la psique de los chairos (sólo los enviados a sueldo por el partido en el gobierno a rayonear sitios web con crayolas pagadas por el erario creerían que yo soy eso) y en el «espíritu» de la ONU está tatuado e impreso mil veces el discurso de que «los hombres somos iguales». Ah, y se me olvidaba, también en la película Amar te Duele  lo dicen. Pero no, no es cierto que somos iguales, es más, ni siquiera valemos lo mismo. Trágico pero así es.

Los hombres no somos iguales

Primero, es demasiado difícil, casi imposible, encontrar en algún lado a alguien que tenga mi fisonomía exacta. Y si lo llegara a encontrar, me daré cuenta que mi psique no es igual a la del otro individuo. Incluso si vemos a un par de gemelas que tienden a tener una personalidad parecida veremos diferencias.No, no somos iguales.

Pero cuando los rojillos afirman que todos somos iguales, se refieren al valor de las personas y a lo que merecerían tener. Es cierto que una sociedad debe de procurar que sus individuos tengan las mismas oportunidades (imposible de realizar cabalmente, pero con posibilidades de reducir el desequilibrio de la justicia en este ámbito), pero al final del día, los rasgos de las personas las situarán en diferentes posiciones.

¿Una persona segura de sí misma es igual a una retraída? Por supuesto que no. Y entonces la primera persona en la gran mayoría de los casos tendrá más posibilidades de tener amigos, le irá mejor con las mujeres y posiblemente se desarrolle más en el ámbito profesional. ¿Es injusto? No, porque la primera persona desarrolló mejor sus habilidades. Ciertamente, son muchos factores los que conllevan a hacer a una persona segura o insegura, pero es cierto que nuestro destino no está escrito, somos libres, podemos mejorar, entonces no es injusto. Los fuertes ganan, y los débiles pierden.

Vamos al valor. Es cierto que todas las personas debemos o deberíamos tener los mismos derechos por el simple hecho de ser seres humanos. Pero ¿valemos igual? Voy a poner un caso que parecerá tal vez un poco loco. Imaginemos a la persona segura de sí misma y a la insegura. Invitamos a los dos a una fiesta con un círculo social donde ambos conviven para dejarlos en igualdad de circunstancias (ya sea por escuela, o por trabajo). Ese círculo ve a la primera persona como más agradable y jovial. A la segunda su inseguridad no les transmite confianza, algunos de ellos lo critican y lo «ven menitos». Eso no significa que los de dicho círculo social sean «ojetes», simplemente es algo que tiene que ver con la dinámica humana. Para ese grupo social en sí, el primero vale más que el segundo, al primero lo invitan a fiestas, al segundo lo relegan. Al primero le presentan pretendientes, al segundo no. ¿Valen lo mismo? No. Los fuertes ganan, y los débiles pierden.

Cierto que la apreciación y concepto que tengan las personas de otras es algo subjetivo y está supeditado a muchos factores. Es decir, posiblemente una persona sienta más empatía por el tímido que por el seguro de sí, y en algunos casos el tímido saldrá avante sobre el seguro de sí. Pero nos daremos cuenta que el grueso de las personas tenderá a valorar más al primero, y en la mayoría de las ocasiones el seguro de sí tendrá más posibilidades de éxito. ¿Es injusto? No, porque así funciona el ser humano y esta dinámica responde a sus necesidades. Los fuertes ganan, y los débiles pierden. 

Por eso se habla de «la equidad de género» y no «la igualdad de género». La primera asume que existe una desventaja (en fuerza física) de la mujer contra el hombre, y asume la diferencia de rasgos entre ambos sexos con el fin de dotar a ambos sexos de los mismos derechos y una misma dignidad. La igualdad de género simplemente no existe.

Pretender que los humanos aspiremos a tener los mismos derechos está bien, sobre todo porque estos fueron creados con el fin de que la natural diferencia entre las personas no termine lacerando la dignidad de aquellos que se encuentren en desventaja. Pero pretender que los humanos somos iguales y que valemos exactamente lo mismo cuando nosotros por naturaleza discriminamos a uno sobre otro es algo radicalmente contradictorio (y no hablo del tipo de discriminación criticada en el discurso público, sino nuestra natural discriminación donde elegimos una pareja en vez de otra, o donde discriminamos a un candidato a un empleo a favor de otro con más aptitudes).