El oportunista Andrés Manuel López Obrador

Oct 28, 2013

López Obrador vive de las manifestaciones, de la gente que lo sigue. Está tan cómodo ahí que, como refirió alguna vez su asesor Costa Bonino (asesor de Lula y Miterrand), López Obrador se sentía más cómodo en su especie de «activista» que como Presidente de la República y parte de su derrota electoral (más los otros factores que ya conocemos) tuvo que ver con un supuesto miedo a la presidencia. Ahora que aspira al 2018, conforme a su natural terquedad, vuelve a usar casi la misma fórmula pero adaptada a la realidad actual donde ya no tiene cobijo del PRD, por lo cual buscará hacer su nuevo partido MORENA.

El oportunista Andrés Manuel López Obrador

Algunos dicen que López Obrador es el último idealista que queda en una República Mexicana donde la falta de ideales (valga la redundancia) aunado a un exceso de pragmatismo ha deteriorado la república. Lamentos decirles que no es cierto. Andrés Manuel López Obrador también es un oportunista, un hombre que quiere aprovechar todo el descontento a su favor y canalizarlo a su nuevo partido.

López Obrador es hábil para canalizar descontentos. Así lo hizo con el desafuero con el cual Vicente Fox quiso hacerlo un lado, así con el conflicto electoral del 2006, el del 2012, el fraude que Madrazo le cometió a Tabasco y demás. López Obrador preocupado por la división de las izquierdas, partidas en tres: en los moderados (cuya línea entre moderación y venta al mejor postor es difusa), en Marcelo Ebrard, y en el mismo (e incluso en su corriente hay jaloneos), encontró una mina de oro electoral con una reforma energética propuesta en un país donde la mayoría de los mexicanos está en contra de la privatización de Pemex, y en una reforma hacendaria que ha hecho enojar a las clases medias y medias altas.

Si analizamos la propuesta de Reforma Hacendaria, nos podemos dar cuenta de que la férrea oposición de López Obrador no es ideológica, es pragmática. Es decir, un López Obrador en la Presidencia hubiera propuesto una reforma no tan diferente a la propuesta por el PRI. Y eso es tan fácil de saber, porque la intención del PRI con su reforma es quedar bien con las izquierdas y tratar de captar simpatías en esas regiones donde tiene mayor oposición. Es decir, eso que vemos en el PRI, una reforma sin convicciones ideológicas pero con oportunismo electoral, lo vemos en López Obrador que responde de la misma manera oponiéndose a la reforma porque es del.. PRI, del partido de donde viene López Obrador.

La cuestión de la Reforma Energética cae como anillo al dedo, aunque en este caso, su reclamo sí está alineado a sus convicciones reales. Pero la fórmula en todos los casos es la misma, oponerse a todo, canalizar el descontento y magnificarlo con frases como «el desfalco a la nación», «no al robo de todos los tiempos».

López Obrador es consciente de su peso, porque aunque tiene una legitimidad marginal (sus seguidores), tiene algo, a diferencia de Enrique Peña Nieto. Por eso Peña Nieto tiene que recurrir a la figura de Lázaro Cárdenas y hacer una Reforma Energética más timorata.

Se trata de un juego político donde lo que importa es el poder. Donde lo que lo último que les preocupa al PRI de Peña y a AMLO es el bienestar de su país, y si les llega a importar algo, queda supeditado a su deseo de poder.

Ya decían que muchas veces los buenos presidentes son impopulares (porque a veces tienen que tomar medidas difíciles que generarán beneficios a mediano o largo plazo). Pero parece que tanto Peña como AMLO, lo único que quieren es «dorarles la píldora» a los ciudadanos, sin importar si sus propuestas o políticas terminen siendo perjudiciales. Sin importar ambiguedades ideológicas, como un PRI tomando posturas de la izquierda que la amenaza y un López Obrador que se atreve a sugerir que el PAN y el PRD deben unirse para ir contra la Reforma Hacendaria.

¿Entonces donde está el último idealista de la nación?