La desigualdad papá

Sep 12, 2013

La Reforma Hacendaria de Peña Nieto tiene la misión, al menos en la retórica, de disminuir la desigualdad. Algunas de las propuestas son absurdas y ya las mencioné en el post anterior en mi crítica, otras son algo razonables (aciertos manchados por una verborrea de lo social algo hipócrita). No está del todo mal tampoco la reforma, aunque queda lejos, es insuficiente, y movida en parte por intereses políticos. Pero me pregunto si con una reforma ya, se acabó la desigualdad. Si con reformas vamos a cambiar una de las características tan peculiares de nuestro país. La desigualdad donde podemos encontrar modos de vida equivalentes a los de Finlandia a tan sólo unos kilómetros de unos más parecidos a los de Somalia.

La desigualdad papá

Algunos le atañen la desigualdad al «neoliberalismo«. Esto debido a que la implementación de las políticas del Consenso de Washington abrió más la brecha de la desigualdad en varios países. Primero. México no es un país «neoliberal». En el sentido estricto del término (y no en la ambigüedad tomada por la izquierda) es aquel estado donde la intervención gubernamental en la economía es muy limitada, donde existe el libre comercio y donde se privatizan empresas estatales. México no es neoliberal porque muchas empresas privadas han entrado al cobijo del gobierno, porque en un estado neoliberal se pagan pocos impuestos pero todos pagan, mientras que en México algunas empresas privadas evaden mientras a la clase media le suben los impuestos.

De hecho, México ha tenido gobiernos socialistas, o gobiernos que han combinado la iniciativa privada con la gestión gubernamental con la sustitución de importaciones. A pesar de las «implementaciones sociales» la desigualdad siguió existiendo. Mientras en otros países las medidas sociales funcionaron para distribuir la riqueza y generaron sociedades más igualitarias a la vez que competitivas, en México la desigualdad persistió. Y es cuando te das cuenta que la pobreza no sólo tiene que ver con lo económico, sino con lo cultural.

Una clase pobre (llamada falsamente humilde) históricamente sometida, pero que se ha permitido someter en un acto sutilmente masoquista al punto en que creen no merecer más, les basta las dádivas del gobierno. Es un problema de dos, el sistema de alguna manera que ha fomentado, en muchos casos deliberadamente, este problema. Platiquen con una persona pobre de sus aspiraciones, no van más allá de la supervivencia, del trabajo durante la semana y las novelas, la religión y el futbol y la cerveza como paliativos para sentir algo de placer en sus vidas. Están en un estado donde son fácilmente controlables y manipulables. No se manifiestan si no es por medio de un líder dadivoso. Porque muchas veces ni siquiera son tan conscientes de su miseria, de que al ser humanos podrían merecer algo mejor.

La muchacha del aseo de mi casa que tarda mucho en hacer sus quehaceres, que no tiene alguna pizca de sentido común y que truena los dedos mientras preparo mi cena para que ella pueda hacerle su cena «al señor» en una clara falta de respeto. ¿Quién podría ser muchacha del aseo y llegar motivada a hacer el quehacer de la casa? ¿Cómo esperar profesionalismo en un empleo sin mayores aspiraciones que llevar dinero a casa o en el mejor y menos común de los casos, ahorrar para continuar los estudios? Nunca he visto a esa muchacha leyendo un libro, o tratando de aprender algo que le pueda ayudar dar un paso adelante, pero a pesar de las diferencias económicas, pueden contraer deuda y comprarse un smartphone de gama media para lo cual usan el wifi de mi hogar (lo cual no me molesta en lo absoluto) para conectarse a las redes sociales, o ver los chismes para dar su filosófica opinión sobre la nueva cirugía de Alejandro Fernández.

Parece y actúa como una persona sometida. Miente mucho, una característica del sometimiento mexicano, que no sólo atañe a las clases pobres. ¿Nadie le dijo que podría hacer algo con su vida? ¿No habría forma en que tuviera la oportunidad de estudiar en vez de barrer mi casa, lo cual no le generará ningún currículum ni le abrirá las puertas a un empleo? Hay una cierta intención de entrar al mundillo del consumo, pero sin la creencia de que puedan trascender y, valga la redundancia, con la creencia de que no tienen derecho a saltar de uno a otro decil económico.

Hay quienes preservan sus usos y costumbres, y a quienes se debe de respetar. Pero hablamos de una clase pobre mayoritaria que de alguna forma quisiera tener una realidad económica más decente, y la cual sirve de botín para algunos cuantos que en este uso los despojan de su dignidad. Personas que quisieran tener una casa decente, comida todos los días, actividades lúdicas, pero a las que les han enseñado que no merecen más, a las que mal educan, a las cuales no les enseñan a pescar. Pero ellos, como parte de su responsabilidad, dando por contado su libre albedrío, han asumido su sometimiento y se han conformado con él, porque ese sometimiento mismo les provee de unos mínimos recursos a cambio de que aspiren a no tener más.

Ni la estadística dura, ni el IDH ni el Coeficiente de Gini, son suficientes para entender todo este complejo problema que tiene siglos en las raíces de nuestra sociedad. Y es que cuando asumamos dicho problema y nos propongamos a combatirlo, dejando de lado los intereses que esta complejidad cultural le otorga a algunos que se benefician de ella, poco a poco será menos drástico el contraste entre la zona privilegiada de Santa Fe, y el pueblo al lado con el mismo nombre.