Mucho se habla de los activistas. Mucho se les relaciona con los manifestantes, aunque en realidad son sólo una parte, una pequeña porción. Un activista es alguien que hace más que trabajar y pagar impuestos (deduciendo lo más posible) como ciudadano. El activista se involucra y busca mejoras en la sociedad, hay de diferentes colores y sabores, puede ser desde alguien que hace un reclamo al gobierno, hasta una persona que ayuda a niños con cáncer, que lucha por mejorar la movilidad urbana, es más, hasta una persona que ayuda voluntariamente al Teletón en un CRIT lo es, etcétera.
Pero ahora no voy a hablar del activista, voy a hablar de su opuesto, del pasivista. Un término que me tuve que crear, pero que describe a millones de personas:
En una comida en una colonia de clase media del DF. Pondré la Colonia del Valle, que está muy cerca del Nagaoka, un restaurante japonés que amé (aunque en realidad creo que está en la Nápoles, al otro lado de Insurgentes):
Padre: -Maldito Peña Nieto que ni un libro sabe leer, por su culpa estoy pagando más gasolina. Con él estamos peor, por eso México no avanza y está mal la situación, ¿Tú que vas a hacer hijo?
Hijo: -Me voy a organizar con unos amigos en la noche porque queremos juntarnos y presentar una propuesta educativa al Gobierno-.
Padre: -¿Qué? ¿Estás loco? ¡Mejor ponte a trabajar! ¡Eso es trabajo del Gobierno, para eso les pagamos! No andes haciendo vagancias ni molestando a los políticos ¡Por favor!
El pasivista es aquella persona que se la pasa quejándose del gobierno, de la situación, de las crisis económicas, de lo mal que está el país, pero que sin embargo no hace nada ni pone un grano de arena para que las cosas sean diferentes, y cree que ha cumplido como ciudadano por trabajar, pagar impuestos e ir a votar cada 3 años.
El pasivista desdeña a los activistas, a algunos los critica directamente, como a los manifestantes a los cuales arremete con el claxon de su auto; a otros, que trabajan en otras actividades altruístas, los juzga en privado aunque en público los reconozca con un muy tímido aplauso. Las asociaciones civiles para él, son organizaciones compuestas de personas con mucho tiempo libre (aunque él malgaste el suyo). El pasivista se queja de los problemas de su colonia, pero no participa con su asociación de colonos porque es una pérdida del tiempo, y afirma que los problemas de esta son responsabilidad del gobierno.
El pasivista es intolerante, no está dispuesto a ceder con el fin de buscar un fin en común, gusta mucho de estar en su zona de confort, término que en realidad está en duda, porque está acostumbrado a quejarse de todo. Al pasivista solo le interesa estar bien él. El pasivista estará en contra de la construcción de una ciclovía, porque implica que durante un mes, tenga que tomar una ruta alterna ¡de dos cuadras! Al pasivista no le importa estacionarse invadiendo una banqueta, aunque se queja de la corrupción del gobierno; no le importa afectar a los demás, pero le afecta que lo molesten a él, le molesta pagar impuestos (porque todo lo usan para robar, dice), se queja de la inseguridad. Puede pedir pena de muerte a todos los criminales, y rogarle a la vez al agente vial que le condone la multa mediante una mordida. Culpa a las estrategias gubernamentales de seguridad, pero si los vecinos lo invitan a organizarse para combatirla, les dice que no tiene tiempo y que lo dejen en paz.
El pasivista puede utilizar argumentos derechistas o izquierdistas para justificar su postura. ¡La culpa es de todos los que detentan el poder, el gobierno debería hacer algo! ¡El gobierno no debe de intervenir en la economía, es más, no debería cobrar impuestos! ¡El gobierno me roba! ¿Por qué yo no? ¡No es que quiera hacer chapuza, pero entiende que hay mucha desigualdad! ¡así son los negocios, es la economía de mercado!
En México activistas hay pocos, y pasivistas mucho. Lo paradójico, es que muchas veces, estos últimos son los que se quejan más de como está la situación.