La cultura de la tauromaquia

Jun 15, 2013

La tauromaquia llegó a México importada de España ya hace siglos, cuando todavía existía la esclavitud, la mujer no podía votar, y los derechos humanos eran más precarios. Todo esto fue desapareciendo de la faz de la tierra en Occidente, pero la «cultura» taurina ha prevalecido en varios de los países que en su momento la adaptaron, aunque cada vez se suman más voces por erradicarla. La tauromaquia llegó a México como una forma de reafirmación de la «españolidad» de los criollos ante los demás mexicanos, aunque con el tiempo, la tauromaquia mexicana adquirió un sello distintivo.

La cultura de la tauromaquia

En lo particular, nunca he entendido por qué se dice que las corridas de toros son un arte. El arte tiene un fin estético o comunicativo, a través de este se buscan expresar sentimientos o emociones. La tauromaquia consiste en un torero que lidia con un toro clavando banderillas y al final una espada para matarlo. La tauromaquia tiene símbolos, sí (el traje de luces, las banderillas, la espada, la muleta, etcétera). El entorno dónde se realizan las corridas parece haberse quedado parado en el tiempo, debido a que las tradiciones en estas prácticas no cambian. Pero eso no implica que se le pueda llamar arte a la tauromaquia, porque no existe expresión artística alguna en ella. Bajo ese mismo argumento de darle el valor de arte a un acto barbáro, entonces todos los deportes como el futbol (que también tiene símbolos como un balón, un portero, una portería) deberían ser considerados como arte, y en realidad, no lo son.

La tauromaquia, debido a su tradición arraigada, es vista como «algo normal». Pero en realidad es uno de los pocos actos recreativos barbáros que quedan en Occidente. El fin de la tauromaquia es matar a un animal. Es cierto que los toros de lidia, son criados con el fin de ser sacrificados en el ruedo. Pero eso sería algo así como educar a una persona para ser muerta en su vida adulta, lo cual de ninguna manera se podría justificar su muerte. Es cierto que en los rastros, el trato que reciben los animales, no es más compasivo que en las corridas de todos. Pero en el primer caso, los animales son sacrificados como alimento humano, como parte de la cadena alimenticia. En el segundo son sacrificados meramente por diversión.

Se dice que aquellos que se exponen ante la violencia, y hacen de dicha exposición un hábito (vicio más bien) en sus vidas, tiene más posibilidades de cometer actos violentos. El único patrón que compartieron todos los asesinos seriales de Estados Unidos es que antes de matar personas, empezaron matando animales. Creo yo que sólo se debería justificar la muerte de los animales por supervivencia (ya sea por alimento, o porque el animal puede poner en riesgo la integridad de la persona). De esta forma, creo que es algo bárbaro disfrutar del proceso en que se le da muerte a un animal por diversión. Cierto, lo atractivo podrá ser las habilidades del toreo con su muleta y su espada, pero el fin de esta práctica es, matar a un animal.

El maltrato a los animales es algo cada vez más repudiado, como pasó con el caso del futbolista argentino que fue duramente criticado por lanzar a un perro violentamente de la cancha. Este creciente repudio ante estos actos es sano, porque el maltrato a un animal, es la antesala ante el maltrato a un ser humano (y vemos como dicho repudio, crece paralelamente al que se tiene ante el maltrato humano). Por eso yo creo, que estas prácticas deberían ser progresivamente abolidas. Respeto a los aficionados a los toros, a los toreros, a los cuales no satanizo de ninguna forma por sus preferencias. Pero creo yo que como parte de la evolución humana, no deberíamos ver como algo tradicional o cultural, el asesinato de un animal, o la tragedia sufrida por un torero.

Se dice que hay que preservar las tradiciones. Yo digo que hay que preservarlas en tanto sean benéficos para la sociedad y para su entorno. Y creo que una tradición donde se ultiman animales, y de paso se pone el riesgo la integridad de los seres humanos, no es algo que sea propiamente benéfico.