El fanático Emilio Azcárraga Jean

May 27, 2013

Algunos entran en suspicacias porque después de la llegada de Peña al poder, los campeones han sido los Xolos de Tijuana (propiedad de Hank Rhon, perteneciente al grupo Atlacomulco) y el América (Televisa), cosa que más bien es producto de la casualidad. El América, de Televisa (televisora prácticamente dueña del futbol mexicano y que ahora que Slim acecha, combaten la multipropiedad de la cual se beneficiaron tanto) ganó el torneo de Apertura 2013 ante un Cruz Azul que tuvo todo para ser campeón, pero al final no quiso y en menos de 5 minutos hacia el final, se dejó empatar para ser liquidado por la vía de los penales. Todo esto despertó el irracional júbilo del fanático Emilio Azcárraga Jean.

El fanático Emilio Azcárraga Jean

Azcárraga, el propietario de Televisa, es denostado por un sector de la población. Algunos lo responsabilizan junto a Elba Esther Gordillo, por la ignorancia en la que está sumido en el país. Pero a fin de cuentas es un empresario y figura pública, por lo tanto se espera que cuide las formas, al menos en lugares donde puede ser expuesto ante toda la población. Eso no sucedió en la final, donde por el júbilo de ganar un campeonato que se creía perdido, se dejó consumir por el alcohol para aparecer ante las cámaras de su propia televisora, en un estado no muy propio, y con la saliva de fuera. Una imagen realmente desagradable, máxime cuando se trata de una figura pública que por más sea criticada, se le tiene, o debería tener respeto al perfil de su persona.

Lo que me llama un tanto la atención no es esto, que no deja de ser un acto desagradable. Sino el hecho de que los que detentan el poder, los que afirman estar por encima de los demás, en algún momento se comportarán como parte del rebaño que ellos han creado. Azcárraga apareció como un aficionado americanista promedio más, jubiloso del triunfo de su equipo hasta la despersonalización. Claro que la posición que tiene Azcárraga, le permite festejarse con el equipo del cual es aficionado (y dueño), y al final es víctima de un fanatismo muy parecido al del individuo promedio, con la sutil diferencia de que el es propietario de aquello de lo que se es fanático.

Las redes sociales no perdonan, y ante nuestra costumbre de buscar humillar (sin un éxito práctico) a aquellos que la gente percibe como intocables, se hizo de Azcárraga una burla más monumental que el propio Estadio Azteca. El cual sí, tuvo la fortuna de no estar solo en esa humillación gracias a los desplantes también del técnico del América, Miguel «El Piojo» Herrera. Incluso creo que a Azcárraga le fue bien, y realmente creí que el linchamiento mediático twittero iba a ser todavía peor.

Lo que hizo Azcárraga es algo que todos hemos hecho alguna vez en nuestras vidas. Tal vez el pecado es ser una figura pública. Ellos tienen que cuidar más las formas, porque la pérdida de reputación puede ser mucho más catastrófica que para el individuo común. Es el punto en que la calidad de figura pública (que trae muchos beneficios para el que lo es), termina siendo un arma de doble filo. Porque el honor se puede resquebrajar mucho más rápidamente, y no solo eso, sino que tiene más dificultades para poder restituírlo, debido a que quienes lo juzgan, son entes anónimos.

A fin de cuentas los poderosos también pueden ser fanáticos, también pueden terminar enajenados por el mismo sistema que han creado y alimentado. Pueden ser fanáticos de la religión, o afición que lideran, empresarios víctimas del consumismo, o adoradores de la doctrina ideológica que buscan implantar. Esto nos recuerda que los poderosos son como tú y yo, con la única diferencia de que, tienen poder.