Desde que Facebook determina las vidas de los humanos post modernos, nos hemos dado cuenta que todos los días es «día de algo», día de la tierra, día del agua, día del aire, día de la evasión fiscal, día de la mujer, día del hombre, día de los derechos del extraterrestre, día de una gota caída, y por supuesto, hoy es el Día Internacional del Libro que fue decretado por la UNESCO. Y tomo uno de esos tantos días que se celebran para hablar de los libros, porque la verdad que la lectura es muy importante.
Lo he repetido varias veces, vivimos en una sociedad que no fomenta la sabiduría, por el contrario, fomenta la ignorancia y la imbecilidad con el fin de que los humanos puedan ser más fácil de someter y no cuestionen el sistema en el que viven. Y no, no estoy sugiriendo que al leer te vuelvas un subversivo, pero tal vez sí que seas más crítico con tu entorno. Lo voy a decir aunque duela, pero hay una diferencia notoria entre las personas que leen y las personas que no leen. Se nota la diferencia cuando platicas con alguien que agarra constantemente un libro, y cuando platicas con otro que no lee. El primero tiene un léxico más amplio y además tiene cierto dominio de los temas que se hablan. Cuando no lo tiene se muestra más ávido por saber algo de dicho tema porque es su naturaleza cultivarse. Cuando hablas con una persona ignorante que no lee, notas un poco dominio de los temas de los que se hablan y solamente puede dominar trivialidades.
No importa el tema (exceptuando los libros de «auto ayuda» estilo Carlos Cuauhtémoc Sánchez), los libros te dan una visión más amplia del mundo en el que vives. No importa si es literatura, novela histórica, política, poesía, ensayos, y a veces hasta libros técnicos. Todos tienen algo que decir, y desde su trinchera te abre los ojos ante un mundo que desde una posición frívola parece pequeño y repetitivo. Leer fomenta el espíritu y no sólo eso, desarrolla tu capacidad creativa. Sobre todo en el caso de las novelas donde nosotros los lectores tenemos que imaginarnos los escenarios donde esta se desarrolla, lo cual es bueno para nuestras neuronas.
Insisto en la diferencia entre las personas que leen y no leen. La percepción que tienen del mundo los primeros es diferente a la que tienen los segundos. No es lo mismo un mundo condicionado y prefabricado a la medida de los medios de comunicación que solo gustan de mostrar una muy pequeña parte de la realidad a sus consumidores, que un mundo amplio visto desde la perspectiva de los diferentes autores que se leen en los libros, que generalmente tienen ese objetivo, transmitir conocimiento. No se trata de discriminación porque la realidad es palpable y es innegable. Es como si se hiciera la comparación de aquella persona que hace ejercicio y va al gimnasio frente a aquella a la que se le ve postrado ante un sillón viendo televisión con una hamburguesa grasienta en mano. Esa diferencia sería evidente en el físico. Bueno, pues en este caso, la diferencia en el intelecto es igual de abismal.
La gente no lee libros porque le da pereza pensar. Pero en realidad no es un hábito tan difícil de adquirir. El abrir un libro implica algo de esfuerzo, empezando por la búsqueda del tema que se quiere leer, y sobre todo, por el esfuerzo que implica leerlo. Pero al haberlo hecho, ya existe una posibilidad de que se pretenda adquirir otro, y luego otro, y otro, y así, se forma un círculo virtuoso. Es importante comenzar por un tema que no sea difícil de entender (lo cual no quiere decir de ninguna manera que se compre un libro de un pseudo autor de cuarta) y que el lector neófito sepa que le puede gustar. Al leer dicho libro se le abrirá «un poquito» la visión del mundo, lo cual podrá hacer que quiera saber más y por ende, busque comprar más libros.
La televisión en cambio no requiere de un esfuerzo mayor al de agarrar un control remoto y sentarse en el colchón. Es más fácil ver una historia contada con contenido multimedia, y no niego que algunos de los contenidos sí le puedan dejar algo al individuo (más cuando se refiere a películas o documentales), pero no invita a usar la imaginación, todo está dado. En la TV queda menos tiempo para reflexionar. Mientras en el libro uno hace pausas y relee el párrafo para entender todo lo que va implícito en este, en la TV todo pasa continuamente (yo al menos no he visto a alguien que tenga la práctica de usar mucho el «pause» para meditar sobre lo que se dijo).
La experiencia de la lectura es totalmente fructífera y redituable. No solo porque es necesario tener bases para entender lo que pasa en nuestro entorno, sino porque la verdad, el ignorante huele a ignorante por todos lados.